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Entrevista

Víctor Casaus: «No cantamos a la Revolución, sino dentro y desde ella»

por Xavier Pintanel el 26/04/2023 

Víctor Casaus dice vivir en una constante contradicción. Por una parte su obra personal como creador —poesía, cine, testimonio— y por otra, esa absorbente e imprescindible labor como gestor cultural por la que es constantemente requerido. Ambas necesarias, ambas destacadas, pero a veces incompatibles porque "hay más tiempo que vida".

Víctor Casaus. © Juan Miguel Morales
Víctor Casaus.
© Juan Miguel Morales

 

En esa labor creativa y más personal Víctor Casaus tiene varios proyectos, entre ellos dos libros de poesía. El primero Poemas antipandémicos, obviamente influido por la experiencia personal que ha supuesto el aislamiento personal y la enfermedad en tiempos del COVID.

 

El segundo una antología de poemas de amor que reúna los poemas "más de amor que otros" ya publicados en libros anteriores pero organizados de otra manera; y en un guiño a su primer libro de poemas Todos los días del mundo, titularlo como Todos los amores del mundo.

 

Algunos de esos poemas han sido musicados por Silvio Rodríguez, Augusto Blanca, Santiago Feliú y Vicente Feliú; entre otros muchos y, entre ellos, muchos jóvenes; y en otros de sus proyectos quisiera reunir algunas de estas canciones a guitarra y voz en otro volumen más al estilo de Para mirar nacer y otros poemas compartibles.

 

Enorme pasado y frenético presente y futuro de un gran creador eclipsado a veces por su labor de activista cultural al frente del Centro Pablo de la Torriente Brau en La Habana.

 

Vamos a hablar de todo ello un poco con Víctor, uno de esos "imprescindibles de luchan toda la vida".

 

Este año se cumplen 50 años de la fundación oficial de la Nueva Trova Cubana. Me gustaría que nos contaras cómo lo viviste esa época tú en primera persona, no como espectador, sino como protagonista.

 

Eso es una parte bien importante de mi vida. Hay una confluencia maravillosa de tiempo con la Trova y esta generación nuestra, la de los poetas de la "Generación del Caimán" que se llamó así porque un grupo de poetas fundamos el 66 una revista llamada El Caimán Barbudo que fue una publicación muy importante en aquel momento.

 

Formamos parte de El Caimán su director y fundador Jesús Díaz; Guillermo Rodríguez Rivera, que fue secretario de redacción; Luis Rogelio Noguera Wichy, nuestro hermano que partió muy temprano; y yo. El creador gráfico del Caimán fue el "Gallego" Posadas fue el que le puso el nombre al Caimán y también creó el logotipo. Entonces ese equipo, más otros compañeros que después se agregaron, fuimos los que iniciamos El Caimán.

 

En el primer número publicamos una especie de manifiesto que se llamó "Nos pronunciamos" donde proponíamos nuestras ideas sobre la poesía en un sentido de traerla más hacia la gente, hacia nosotros, inspirados también por un poeta cubano extraordinario, que por cierto fue compañero de Pablo de la Torriente Brau, llamado José Zacarías Tallet.

 

Era nuestro una especie de lema sacado de un verso de Tallet que decía "la poesía está en todas partes, la cuestión es dar con ella". Entonces ese sentido del descubrimiento de la belleza en las cosas cotidianas nos inspiró mucho.

 

Víctor Casaus y Pere Camps en el conversatorio «50 años de la Nueva Trova Cubana» que tuvo lugar el pasado 19 de abril en Casa Amèrica Catalunya, donde además se proyectó el documental de Casaus «Que levante la mano la guitarra». © Juan Miguel Morales
Víctor Casaus y Pere Camps en el conversatorio «50 años de la Nueva Trova Cubana» que tuvo lugar el pasado 19 de abril en Casa Amèrica Catalunya, donde además se proyectó el documental de Casaus «Que levante la mano la guitarra».
© Juan Miguel Morales

 

El manifiesto rescataba muchas cosas, respetaba el valor del habla popular para incorporarla a la poesía, su relación con la música incluso. Ahí rescatamos los valores de la música incluso, no solo de la Nueva Trova, la música en general, desde el propio bolero, de las guajiras nuestras, etc.

 

Y entonces lo que estaba sucediendo era que estaba surgiendo una generación poética y paralelamente estaban apareciendo a través de la Casa de las Américas a través los padrinos maravillosos que tuvo la Nueva Trova —Haydée Santamaría y Alfredo Guevara del ICAIC— estaba apareciendo Silvio Rodríguez, estaba apareciendo Pablo Milanés y teníamos una comunicación, que no era impuesta, sino al contrario lo más natural del mundo porque teníamos visiones muy similares, muy cercanas en cuanto a las cosas fundamentales.

 

Es así que el primer concierto público de Silvio cuando sale del servicio militar, lo organizamos desde El Caimán en el teatro de Bellas Artes. Un concierto que se llamó "Teresita y nosotros" en homenaje a Teresita Fernández —que llegó desde el filin a lo que sería la Nueva Trova— y entre "los nosotros" estaba Silvio.

 

Además en mi caso, y también en el de Guillermo, este "nosotros" estaba también basado en una relación personal de amistad anterior incluso a que Silvio cantara o a que yo escribiera poemas publicables.

 

Silvio estuvo en el "nosotros" de Teresita porque éramos lo mismo y en cierta medida hemos seguido siendo lo mismo a lo largo de los años.

 

Incluso tú compartiste departamento con Silvio…

 

Sí, ¡hasta ese punto! Fue un pacto de solteros que el primero que tuviera un departamento propio —entonces yo vivía con mi mamá y él vivía con su familia— iba a invitar al otro. Y cuando él se mudó a ese departamento ahí fui yo hasta que nació su hija Violeta y hasta que nació mi hijo Abel.

 

Allí transcurrían también todas las relaciones con los trovadores que iban. Eran un centro de irradiación.

 

¿Tú eras consciente de la dimensión histórica que llegaría a alcanzar todo esto que estabais haciendo?

 

Recuerdo una frase muy buena que trata de ejemplificar eso, que dice que la gente que se fue a la Guerra de los 10 años —la primera contra la corona española— no decía "me voy a la Guerra de los 10 años" porque no se sabía cuándo iba a durar. Parece simple pero no lo es.

 

Nosotros vivimos esas cosas desde la cotidianidad, desde lo natural, entre comillas "sin pensar". A mí me parece que es muy lindo y es lo mismo que nos ha ocurrido en el centro Pablo De la Torriente Brau que es precisamente construir desde esa cotidianidad y, cuando está construido, uno admirarse hasta donde pueda.

 

Víctor Casaus en el encuentro con trovadores, periodistas y gestores culturales celebrado el pasado 18 de abril en el CAT de Barcelona. © Juan Miguel Morales
Víctor Casaus en el encuentro con trovadores, periodistas y gestores culturales celebrado el pasado 18 de abril en el CAT de Barcelona.
© Juan Miguel Morales

 

Cuéntame de tus próximos 50 años.

 

Tengo pensado hacer un congreso conmigo mismo para ver qué voy a hacer.

 

Yo quisiera seguir haciendo, aunque sea desde la distancia celestial, lo que he estado haciendo en estos últimos 25 que son los años de creación del Centro Pablo porque ahí se concretaron muchos sueños que nacieron para mí en el Caimán y que se renovaron y se actualizaron.

 

El año que viene cumples 80…

 

Yo quiero que eso lo digas más bajito…

 

¿Has pensado en jubilarte?

 

Yo teóricamente me debí jubilar hace el tiempo. Yo empezar a trabajar muy joven, cosas imprescindibles en aquel momento como trabajar de mecanógrafo, por ejemplo, para ayudar a mi madre, a mi familia. Por eso mucha gente me pregunta cada cierto tiempo, "pues… ¿hasta cuándo?"

 

Ahora, después de la pandemia, estamos en la "refundación" de Centro Pablo, término propuesto por Alpidio Alonso —el ministro de Cultura actual, que ya era un gran amigo antes de ser ministro— que pasará por consolidar cosas imprescindibles como salvar toda la memoria que tenemos ahí y tenerla a buen resguardo todavía más y tratar de no perder aquellas esencias de relación con los artistas; en todo caso que se transforme en la medida en que sea necesario pero manteniendo nuestra esencia.

 

Hemos hablado del ayer, hemos hablado del mañana… Hablemos del hoy. Cuéntame que estás haciendo en Barcelona.

 

Estamos aquí interactuando y trabajando junto con BarnaSants, con Pere Camps —su director— con todos los compañeros. No es algo nuevo, es decir, es una de las características del trabajo del Centro y por tanto de lo que uno ha hecho allí en estos años.

 

Por ejemplo tuve un encuentro con un grupo de amigos y amigas —trovadores, periodistas, gestores culturales— y la mitad casi de los compañeros y compañeras que estaban ahí de pronto me dijeron "nosotros nos conocemos, nos conocemos de "Defensem Cuba" cuando el Centro vino por aquí, o de cuando vine yo como autor; y me doy cuenta de que eso es una de las cosas hermosísimas en esta experiencia de estos días: ver que eso está ahí en la memoria personal incluso; que se activa para mí y se activa para los compañeros, porque son gente que ahora quieren ayudar al Centro Pablo.

 

Víctor Casaus entrega a Pere Camps el Premio Pablo en un acto celebrado en Casa Amèrica Catalunya © Juan Miguel Morales
Víctor Casaus entrega a Pere Camps el Premio Pablo en un acto celebrado en Casa Amèrica Catalunya
© Juan Miguel Morales

 

Y has aprovechado para entregar el Premio Pablo a Pere Camps, director del BarnaSants. ¿Cuáles crees que son sus méritos?

 

Eso está tratado de resumir en las tres líneas que el diploma contiene: por su tenacidad, su laboriosidad y por su ejemplo.

 

Y eso es mucho en el sentido de dar afecto y dar cariño por parte nuestra, porque en ese ejemplo hay una función que nosotros hemos practicado en el centro Pablo —y yo personalmente por supuesto— que es el de impulsar, trabajar con obsesión, con optimismo, necesario pero no iluso, trabajar en todas esas cosas poniendo una parte importante de la "vidita" de uno. Y nosotros vemos eso en Pere y me veo en cierta medida como en un espejo. Me alegra mucho ser como él. En Casa América Catalunya donde le entregamos el premio, yo le dije un chiste que he hecho otras veces; que yo, cuando sea grande, quiero ser como él. Yo soy mayor, pero quiero ser como Pere Camps.

 

En eso se resume muchas cosas. Es muy importante que se conozca y se reconozca el valor de este tipo de institución —como el BarnaSants, como el Centro Pablo— y de la función necesaria que tiene en cada sociedad.

 

¿Y cuál es esta "función necesaria" en el caso del Centro Pablo?

 

La que hemos vivido, la que conocemos en el caso nuestro es confirmar, conocer, proponer incluso también, una forma de trabajo cultural en sus relaciones con las instituciones que no sea una relación controversial sino todo lo contrario. No sobre la base de aceptar todo lo que las instituciones oficiales te pueden proponer, sino manteniendo el grado de independencia cultural y de pensamiento que ha sido la bandera de nuestro centro.

 

Y eso nos lleva al Caimán Barbudo cuando decíamos ahí los poetas jóvenes locos, aquellos que cantaban, decían sus poemas junto a Silvio Rodríguez, muchachito flaco; en aquel Manifiesto que he citado antes que decía que nosotros no cantamos a la Revolución, sino dentro y desde la Revolución.

 

Y eso implica un grado de independencia que es simplemente el ejercicio del criterio y eso es algo que no puede desaparecer, tiene que ir creciendo con los años. Quizás lo más fácil es la aquiescencia que crea menos problemas pero que entonces es insuficiente porque dejas de aportar esa visión diferente, no contraria necesariamente, o a veces muy contrapuestas en determinado tema; pero esa independencia que es la que siempre defendimos desde el Centro Pablo.






 
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