Gerard Quintana se presentó ayer en el Teatre Joventut con su espectáculo “Deterratenterrat” (Deazoteaenazotea) con motivo del festival BarnaSants.
El año pasado, con motivo del concierto acústico de Gerard Quintana en al BarnaSants expuse mis deseos de verle más cercano a la trovaduría y más alejado de la bandautoría. Será porqué lo ha visto claro, será por influencias del productor de su disco Albert Pla, será porque Dios existe y ama la música, pero Quintana es cada día más trovador.
Y no es que haya renunciado a la banda, pero el uso que hace de ella es el justo, es decir, la pone al servicio de las canciones y no por encima de ellas. No las enmascara, las potencia muy en la línea de su último disco.
El resto es historia conocida: buenas canciones, buenas interpretaciones, montañas de carisma y mucha dialéctica, a veces incluso en exceso. Está claro que Gerard Quintana puede gustar o no gustar, pero nunca aburrir y mucho menos dejar indiferente al respetable.
La escenografía del espectáculo es sobria y elegante, pero queda deslucida —valga la redundancia— por una luz escasa y a veces hasta tétrica, que no va ni con el carácter de Quintana y con el espíritu de la mayoría de las canciones.
En un momento del espectáculo, suena una voz radial en off anunciado la supuesta muerte de Gerard Quintana. Y de alguna manera la metáfora —con mayor o menor buen gusto— anuncia que el rockero ha abandonado la crisálida convertido en trovador.
![]() Gerard Quintana y su banda
© Xavier Pintanel
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