La cantante y compositora catalana Joana de Diego lanza un trabajo que une poesía y música de raíz, con textos de Juan Gelman, Salvador Espriu, Josep Palau i Fabre y Alberto Szpumberg, y una fusión sonora que transita entre Argentina, Brasil y el Mediterráneo.
El nuevo trabajo de Joana de Diego, De cuando era viento, nace del encuentro entre la palabra poética y la música de raíz. El título, tomado de un verso del poeta argentino Alberto Szpumberg, sintetiza el espíritu del disco: la búsqueda de lo intangible, de aquello que permanece en el aire pero deja huella. El fragmento pertenece al poema Vidalita de la casa dejada, que también ha sido musicado y forma parte de este proyecto.
El álbum reúne cinco canciones, cuatro de ellas basadas en poemas de Szpumberg, Juan Gelman, Josep Palau i Fabre y Salvador Espriu, junto a una composición original de Joana, Cisne de cuello negro. El resultado es una obra de cámara y raíz popular, un cruce de caminos donde conviven la canción de autor, la poesía latinoamericana y la tradición ibérica.
En palabras de la propia artista, "a partir de sus textos, tomo prestado el poder de la palabra para imaginar ritmos, cadencias y colores que dialogan con diferentes tradiciones: la música popular argentina, la brasileña, el son cubano… todo en una fusión creativa y original". Esa búsqueda sonora se traduce en un paisaje plural donde lo literario se hace música, y donde la voz de Joana se convierte en un instrumento que respira, susurra y construye atmósferas.
Entre los temas más destacados del disco figura Vidalita de la casa dejada, que combina la letra de Szpumberg con la música de Jorge Sarraute. En esta vidala argentina participan dos voces fundamentales de la escena catalana: Carme Canela y Sabina Witt —esta última, hija del poeta—. La pieza es también un homenaje a la memoria compartida entre Barcelona y Buenos Aires, una conversación transatlántica que atraviesa generaciones y geografías.
De cuando era viento es, sobre todo, un trabajo coral. Joana de Diego ha reunido a un grupo de músicos con trayectorias diversas, cada uno aportando su timbre y su identidad desde distintos lenguajes: Guillermo Gómez Álvarez (guitarras), Matías Míguez (bajo), Pablo Cruz (batería, percusión y bombo legüero), Xavi Lozano (flautas) y Martina Mir de Diego (piano y Fender Rhodes). Todos ellos contribuyen a una sonoridad abierta, donde el jazz, el folk, el folclore argentino, las músicas del mundo y la tradición ibérica dialogan sin fronteras.
El disco fue grabado en Trampoline Music Studio por Didak Fernández y Adri González, mezclado por Marcos López y masterizado por Yves Roussel. La imagen de portada, obra de Marcos Bejarano (Plastic Studio), refuerza el carácter etéreo y evocador del proyecto, con una estética que alude al movimiento, al aire y a la fugacidad.
Cantante, compositora y flautista, Joana de Diego ha construido una trayectoria sólida dentro de la escena catalana. Formada en el Conservatori del Liceu y el Taller de Músics, es hija de la reconocida intérprete argentina Elba Picó, figura clave del tango y el folclore rioplatense. Esa doble raíz —argentina y catalana— atraviesa su obra y le da un sello inconfundible: una voz que no se ajusta a etiquetas, sino que transita entre géneros con naturalidad.
Su carrera comenzó en el ámbito del jazz, colaborando con músicos como Albert Bover, Horacio Fumero, Jordi Matas, Marc Ayza, Llibert Fortuny o Raynald Colom, y participando en festivales nacionales e internacionales. En 2007 realizó una residencia artística en Viena con la obra Tres poemes brasilers, de Pau Sandaran, experiencia que amplió su relación con la palabra y la música.
A lo largo de su trayectoria, ha publicado cuatro discos: Lluny de les teulades (2013), coproducido con Pep Lladó; Wag i Jo, Jun i el Follet del Vent (2016), un proyecto familiar junto al músico brasileño Wagner Pa; Timbla (2018); y Tel (2023).
El cantautor y poeta extremeño Pablo Guerrero, autor de A cántaros, murió a los 78 años en Madrid tras una larga enfermedad; su obra unió canción, poesía y compromiso político durante más de medio siglo.
En un Palau Sant Jordi abarrotado, Joaquín Sabina se despidió de Barcelona con un concierto que fue al mismo tiempo un inventario de vida y un abrazo multitudinario a través de veintidós canciones que, tras más de medio siglo de carrera, ya no le pertenecen solo a él.
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