El espíritu crítico y artístico de Bertolt Brecht y de Kurt Weill y su mensaje aún vigente impregnaron en versión libre la noche, de Berlín a Barcelona.
Berlín, Tribut a l´òpera de tres rals
de Bertolt Brecht y Kurt Weill
Círcol Maldà de Barcelona. 27 de marzo de 2010.
Actores-Cantantes: Ester Formosa & Miquel Gòrriz
Arreglos, piano y acordeón: Maurici Villavecchia
Trompeta: Matthew Simon
Contrabajo: Manuel Kaprovickas
Año 2010. No estábamos en el Edén, ni en el Bataclán, ni en la Bodega Bohemia, antros de la Barcelona acanallada y cabaretera del siglo XX, todos desaparecidos al mismo ritmo que iba muriendo ese espíritu transgresor que impulsó su creación y su éxito de público en los días de su mayor gloria, hace ya muchas décadas.
El escenario era ayer el del Círcol Maldà, un vetusto espacio, minúsculo, solo 75 sillas en una sala de aspecto envejecido, observada desde sus paredes por enormes y deteriorados óleos con retratos de olvidados miembros de la nobleza barcelonesa, en la práctica un lugar poco o nada acondicionado para representar espectáculos en nuestros días en condiciones de comodidad para el público y los actores, el teatro más cutre que jamás pisé en Barcelona y que no se encuentra ya ni en el pueblo más remoto.
El Círcol Maldà fue en su momento de esplendor una porción del palacio medieval del Barón de Maldà y hoy sin duda representa una reminiscencia del pasado que pervive en la Barcelona de nuestros días -todo turismo, todo diseño- y que sin embargo en espíritu se agradece por aportar diversidad al paisaje más vivo y auténtico de la ciudad que Barcelona fue en tiempos y que en esta representación de Berlín, tributo a Die Dreigroschenoper, ayudó a evocar el ambiente trasnochado y transgresor perfecto para entrar de cabeza en la atmósfera de la trama arrabalera brechtiana.
En Die Dreigroschenhoper, dependiendo del ámbito cultural y monetario traducida como L´òpera de tres rals (en catalán), La ópera de tres peniques, o de los tres centavos, de cuatro cuartos, de tres pesetas, de tres perras gordas… es una pieza teatral y musical con texto de Bertolt Brecht y música de Kurt Weill estrenada en el Berlín de 1928 que denunciaba las desigualdades sociales, la corrupción, la pobreza, por lo que hoy sigue en plena vigencia. El homenaje que se le rinde en este homenaje libre barcelonés intenta recoger la esencia transgresora musicalmente gracias a la cercanía reflejada en los arreglos de Maurici Villavecchia de quince de las piezas musicales que lo componen en origen, interpretados con solvencia y convicción por Ester Formosa y Miquel Gòrriz que coinciden por vez primera sobre las tablas en perfecto acople, y acompañados en trío jazzístico por los músicos reseñados en el inicio del artículo: Villavecchia, Simon, Kaprovickas, habituales de Ester Formosa en sus espectáculos, aunque faltó Horacio Fumero sustituido por Manuel Kaprovickas al contrabajo.
Ya habíamos comentado en espectáculos anteriores de Ester Formosa que en este formato de cabaret literario se encuentra en su salsa (1 y 2), a la actriz y cantante catalana la figura de Brecht le es cercana desde hace años, ahora renueva experiencia con esta nueva fórmula en la que se acompaña por un Miquel Gòrriz que fue solista del grupo de rumba catalana Ai, ai, ai y que sorprende por su autenticidad en los diferentes papeles que interpreta en este Berlín, total complicidad entre ambos.
Se inicia el espectáculo de una manera desconcertante cuando aparecen por sorpresa y sin ningún pudor los dos actores retorciéndose en ropa interior de una manera asilvestrada, dando carne y metiéndose en la piel de las rameras que abren el telón, en una mezcla gamberra suena de fondo hasta la versión de Mackie el Navaja de José Guardiola.
Poco después el desarrollo de las diferentes piezas musicales con extractos del texto original va ganándose formalmente al público consiguiendo ese aire de cabaret intenso y transgresor que esperaba encontrarse. Aunque el espectador seguramente sólo lo conoció por referencias, nunca vivió en primera persona la época ni el ambiente retratado finalmente duda de si de pronto y misteriosamente está inmerso en un cabaret del Berlín de entreguerras o si retornó súbitamente a la Barcelona más canalla ya desaparecida en favor de la modernidad, duda también de si se encuentra en 1930 o en 2010, desubicado por completo en espacio y tiempo, entonces podríamos decir que misión cumplida, mensaje recibido de la mano de Brecht, de Formosa, Gòrriz y compañía.
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