En una Cuba que hierve de ritmo, las canciones de Silvio Rodríguez siempre han dado grima.
Por Quim Monzó para La Vanguardia
![]() Quim Monzó
© Marta Serrano
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Muy mal deben estar las cosas en Cuba cuando hasta Silvio Rodríguez dice que "el país pide a gritos la revisión de muchas cosas, de muchos conceptos, incluso de instituciones". Rodríguez ha sido la voz del régimen, el Manolo Caracol del castrismo, y si el Manolo Caracol del castrismo dice que la cosa ya no se aguanta es que la situación es grave.
A mí, Rodríguez me ha despertado siempre curiosidad. No por su habilidad en compaginar durante años su faceta de músico con la de diputado de la Asamblea Nacional y tener, además, el descoco de presentarse como una persona "sin vocación de político". Me despierta curiosidad porque, en una Cuba que hierve de ritmo –donde se fusionan músicas de medio mundo y relucen las rumbas, los chachachás, las descargas y la Virgen de la Caridad del Cobre, donde la percusión es puro gozo–, sus canciones son de un blandengue que da grima. Guitarrita, sensibilidad sensiblera y a vivir. Rodríguez es el ejemplo de que en todas partes cuecen habas, ley implacable que hace que incluso en Cuba (con una música que hasta a mí, que soy un negado para el baile, me acelera los pies) haya cantautores somníferos.
Dicen que, cuando un barco se hunde, las ratas son las primeras en abandonarlo. Si eso es cierto, que nadie trate de rata a Rodríguez, porque, aunque el hundimiento de la revolución salta a la vista desde hace tiempo, él se ha mantenido fiel a sus principios fundamentales. Al menos hasta ahora. ¿Deberíamos entonces calificar de ratas a los que, en los años sesenta, se dieron ya cuenta de que el invento no cumplía lo prometido? No vale la pena. La calificación de rata la dan siempre los que siguen en el barco, llamando traidores a los clarividentes. Hace años, The New Yorker publicó una viñeta en la que, en un puerto, se ve un barco amarrado. Una tras otra, las ratas descienden por la cadena y saltan al muelle. Un marino las observa y una de ellas le explica: "No, no, al barco no le pasa nada. Simplemente es que nos han hecho una oferta mejor".
Silvio Rodríguez no es ninguna rata, aunque un sapo quizá sí. El domingo, Eusebio Val publicó en La Vanguardia dos páginas a propósito del terremoto que, hace un año, arrasó L'Aquila, en Italia. Explicaba que, días antes de que tuviese lugar, los sapos lo detectaron y se largaron, y que lo mismo pasó en China, en Sichuan, antes del terremoto del 2008. Según parece esos bichos disponen de sensores geomagnéticos. Cuando en un lugar va a haber un seísmo, se producen alteraciones geomagnéticas, los sapos las detectan y se las piran. El artículo de Val iba ilustrado con una foto de las casas antisísmicas que las autoridades italianas han entregado a los afectados por el terremoto de L'Aquila, casas que hace un año prometió Silvio Berlusconi; tocayo de Silvio Rodríguez, por cierto, un hombre que tan pocos tocayos tiene fuera de Italia.
Tres años después de su retiro oficial de los escenarios, el cantautor catalán Joan Manuel Serrat volverá a cantar en directo en una gala solidaria organizada por la Fundación Clarós, dedicada a brindar asistencia médica a niños con problemas de audición y malformaciones faciales. El evento tendrá lugar en el Teatre Principal de Maó, Menorca (Baleares).
El Covard (El cobarde) es el décimo disco publicado por el cantautor catalán Josep Andújar “Sé”. Incluye una habanera titulada Onades dins del cor (Olas en el corazón), escrita por el autor con música de Llorenç Fernández, canción que encarna la esencia de este nuevo trabajo realizado por un artista ligado a sus orígenes, al mar Mediterráneo, a la “Cançó de taverna” y marinera, a una cultura de tierra y mar que tras sus muchos años de oficio sigue aflorando en todas sus composiciones.
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