Su entrada al escenario con camisa blanca, pantalón negro, zapatos de dos tonos y sombrero pequeño no impresionó mucho, pero cuando el cubano Pancho Amat tocó su tres, el público se deshizo en elogios para el virtuoso de ese instrumento musical.
PL/Alejandro Gómez - La pequeña sala del Centro Cultural Banco do Brasil, en esta capital, sirvió anoche de escenario para que Amat mostrara por qué es considerado el mejor intérprete del tres cubano, una derivación de la guitarra, con tres pares de cuerdas dobles.
Su presencia aquí es debido a una invitación del grupo carioca Songoro Cosongo —integrado por músicos de Argentina, Brasil, Chile, Colombia y Venezuela— como parte del proyecto Afrolatinidad, raíz africana de la música latina, promovido por el Centro Cultural Banco do Brasil.
Para sus promotores, Afrolatinidad permitirá al público brasileño conocer buena parte de la realidad musical de nuestro continente a través de músicos que muestran que las fronteras, en el ámbito artístico, son absolutamente innecesarias.
Y nada mejor que comenzar por la música cubana, que luego seguirá por la de otros países y regiones latinoamericanas durante cuatro fines de semana consecutivos.
Pero volvamos al concierto de anoche. El conjunto carioca, pero multinacional por su composición, comenzó con la canción que da nombre al grupo, Songoro Cosongo, además un homenaje a uno de los versos más conocidos del Poeta Nacional cubano, Nicolás Guillén, y prosiguió con otro son, Nunca digas nunca, para concluir esa parte con el bolero Jardín de besos.
De inmediato, subió a escena el cantante y compositor cubano René Ferrer, radicado en Río de Janeiro, quien, junto al grupo, interpretó los sones de su autoría Como en cada mañana y Ochún. Todo estaba listo para la entrada del tresero cubano, maestro en la ejecución de ese instrumento musical.
Amat sirvió de entrante, plato fuerte y postre de la cena del concierto, pues su virtuosismo catapultó a los presentes de sus asientos, los puso a bailar, seguir con palmas su ritmo y a aplaudir bellas ejecuciones y sonoridades salidas de su instrumento.
Con modestia, el cubano agradeció a los músicos de Songoro Cosongo el haberlo invitado para este programa, lo cual -aseveró- le permitirá conocer otras zonas de Brasil, uno de los países más admirados del mundo por su riqueza musical.
Tal vez a los 50 y En el café mantuvieron en alto el clímax conseguido con Llegó el tresero y dieron paso a la despedida con el bolero Lágrimas Negras y el son Maracuya, con el que los asistentes no pudieron contener más el deseo de moverse al ritmo de esa música y bailaron frente a sus asientos o en los pasillos de la sala.
Al espectáculo concurrió una representación de la sede diplomática cubana en Brasil, encabezada por el embajador Carlos Zamora.
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