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Indio Juan

por Fernando G. Lucini el 03/10/2008 

Carlos René Álvarez, Indio Juan, nació en 1934 en Lobos, pueblecito de la provincia de Buenos Aires, y falleció en Madrid, a los sesenta y ocho años, el 6 de noviembre de 2002.

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Indio Juan fue uno de esos grandes creadores argentinos que un día se vio obligado a abandonar su país dado el acoso político al que se sintió sometido como consecuencia de su pasión por la libertad, y de la postura comprometida que siempre mantuvo contra la dictadura y en defensa de los derechos humanos; exilio forzoso que le condujo hasta España, donde vivió regalándonos permanentemente su arte, su sensibilidad, y, sobre todo, su inmenso corazón, siempre bondadoso y desbordante en generosidad.

 

“Fue, ante todo, un hombre entrañable y solidario –escribió Álvaro Feito, en el diario El Mundo, con motivo de su muerte–. Toda su presencia destilaba amistad y ternura”.

 

“Un hombre que luchó alzando la voz y la palabra. Un auténtico bracero de la solidaridad”, afirmó José Rodríguez-Tarduchi en el diario El País y en la revista Mundo Obrero.

 

Personalidad reflejada, por el propio Indio Juan, en el texto que escribió y leyó con motivo del homenaje que se le rindió en Madrid, el 25 de mayo de 20021; texto, titulado Orígenes, que seguidamente voy a reproducir por el valor que tiene como documento autobiográfico.

 

“Como nada es casual –decía Juan–, ni creo que las cosas se manifiesten por generación espontánea, siempre me he preguntado, y mucho más ahora, de dónde me viene la necesidad de manifestarme artísticamente, por una parte, y, por la otra, de dónde surge mi inclinación por el hecho solidario.

 

“Nada es causal. Trataré de explicarme. En lo artístico, mis primeros recuerdos me llevan a la edad de ocho años, cuando en la primaria, mi maestra, de nombre Aurora, me enseñaba Declamación. Tengo muy presente la primera lección, que comenzaba con una copla: En el cielo las estrellas, / en el campo las espinas, / y en el medio de mi pecho / la República Argentina. Aquellos versos, de exaltación patriótica, tenían que ir acompañados de unos movimientos que le daban sentido a los mismos, era toda una filosofía de la vida: en el primer verso, había que señalar al cielo con un movimiento de la mano izquierda; en el segundo verso, otro movimiento, con la mano derecha, señalando la tierra; en el tercero, con movimiento de ambos brazos había que dirigirlos hacia el centro del pecho, es decir, hacia el hombre; y en el cuarto verso, el movimiento era abrirse al universo, levantando las manos tratando de abarcar el infinito. Como se puede apreciar, nada es casual.

 

“En cuanto al hecho solidario, el origen es ya más difícil de explicar, pero arriesgo una hipótesis:

 

Me pregunto qué hacía yo aquella tarde de un día cualquiera de 1953, con mis diecinueve años de edad, contemplando absorto una pequeña manifestación en la plaza central de mi pueblo, donde se apoyaba la nacionalización del petroleo en Irán (para mí, siempre Persia). Un hombre raro surgía ante mi asombro: Muhammad Mossadeq, artíficie de aquel logro, que había acordado, además, unas medidas de reforma agraria que lo hicieron popular ante su pueblo, aunque no así ante el propio Sha Mohammad Reza Pahlevi, y mucho menos ante las potencias occidentales con Estados Unidos a la cabeza. Pronto fue derrocado y condenado a muerte. Nada es casual.

 

“Pero, permítaseme que vuelva atrás en el tiempo. Nací en un pueblo de la provincia de Buenos Aires, de nombre Lobos. De ese pueblo somos dos próceres: el general Perón y yo. Cuando cumplí seis años de edad –cinco tenía mi hermano– mi madre nos internó en un instituto, en la ciudad de Mercedes, también provincia de Buenos Aires. [...] Era el año 1941.

 

“La directora del instituto, doña Lina Jost de Loza, casi todas las tardes, junto a algunos celadores, nos convocaba a todos los niños para hablarnos, entre otras cosas, de la ayuda que había que prestar a un país llamado España. Y elegía –con un simbolismo que se ha hecho carne en mí– los atardeceres, cuando el sol pintaba de rojo todo el horizonte. Y señalando aquel punto enrojecido, nos decía: Aquello es España.

 

“Pasados unos años, en el frío agosto austral de 1945, junto a la directora se encontraba un cura joven, rubio, de finos modales y unos ojos azules que parecían escapársele de los aros de sus lentes. El sacerdote, de quien en tres ocasiones fui monaguillo, nos mostraba unos periódicos donde se apreciaba un gran hongo, como un inmenso paraguas de humo y que envolvía totalmente la fotografía. Un nombre quedó para siempre en mi corazón: Hiroshima. Aquel curita nos hablaba del horror de una bomba atómica, y nos hacía rezar para que nunca más sucediera algo parecido.

 

“Nada es casual. Doy un gran salto en el tiempo. Hace tres años, en 1999, tuve la suerte de ir a mi país; mi hija Yamila me había preparado una sorpresa que jamás hubiera imaginado. Me llevó a una casa donde vivía una mujer de 94 años. Era la directora del instituto de la ciudad de Mercedes, la señora Lina. Habían transcurrido, exactamente, cincuenta años desde aquella tarde de 1949 en que yo, de pantalones cortos, me había despedido de ella porque abandoné el instituto.

 

“El encuentro fue maravilloso. Yo llevaba uno de mis libros y se lo iba a dedicar, cuando de pronto me preguntó dónde vivía. Al mencionarle el nombre de España, se le iluminó el rostro y comenzó a recitar algunos pasajes de Las moradas, de Teresa de Jesús, y poniendo una mano sobre mi rostro, rezó una frase que dice Don Quijote en su lecho de muerte: Vámonos, señores, pues en los nidos de antaño ya no hay pájaros de hogaño... Esta mujer llevaba a España en su corazón.

 

“Lo cierto es que no quise romper aquel momento mágico, por lo que no tuve valor para dejarle mi libro. Lo guardé y creo que lloré por dentro. Habían transcurrido cincuenta años. Hoy mi querida directora, vive con noventa y siente años a cuestas, y la imagino en los atardeceres, a la hora de la oración, señalando el horizonte y mencionando el nombre de España. Nada es casual. [...] Y perdonen por estos recuerdos”

 

Tras sus estudios secundarios, Indio Juan –poeta, cantor, actor y rapsoda– estudió en la Escuela Superior de Periodismo y Humanidades, de Buenos Aires, e inició su intensa trayectoria artística.

 

En 1965, se dio a conocer participando en un festival de canción, celebrado en Buenos Aires, en el que actuó junto a Ramona Galarza –intérprete a la que se le llamaba “La novia del Paraná”– y a importantes grupos del folclore argentino como Los Fronterizos y Los Chalchaleros.

 

Tres años más tarde, en 1968, Indio participó, como representante juvenil por 2 Argentina, en el Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes, celebrado en Sofía (Bulgaria); festival al que acudieron ciento treinta y ocho países, bajo el lema Por la solidaridad, la paz y la amistad.

 

En 1969 filmó, para la televisión húngara, dos documentales sobre la realidad social y política argentina; y, junto a Nacha Guevara, César Isella, Gian Franco Pagliaro y el Quinteto Vocal Tiempo, grabó un disco con el título de uno de sus poemas: Carta a mi país.

 

A principios de los años setenta Juan desarrolló una intensa actividad artística como poeta, actor, cantante, locutor y periodista; actividad a través de la que conoció y entabló una gran amistad con Olga Manzano y Manuel Picón, con quienes colaboró en diversas ocasiones; entre ellas, en el espectáculo Cantos a vuelo de paloma.

 

En 1971 y 1972, colaboró con el grupo chileno Quilapayún, en la presentación, en Buenos Aires, de la Cantata de Santa María de Iquique; concretamente, Indio intervino haciéndose cargo del recitado de los textos que van trazando el hilo argumental de dicha obra, intervención que tuvo lugar tanto en los conciertos en directo como en el disco que fue grabado y editado en Argentina.

 

Por aquellas misma fechas, Indio publicó su primer libro de poemas, titulado Estos días que duelen, del que el poeta Fernando Luis Pérez Poza hace un precioso comentario publicado en la página Laletraescarlata de internet. Fernando cuenta que tras reconocer a Juan en una calle de Pontevedra, se acercó a él, compartieron un café y hablaron de música y de poesía.

 

“Durante ese café me regaló su libro Estos días que duelen, además de explicarme algunas singularidades de la manera de escribir de Neruda que desde aquél momento quedaron incorporadas también a mi forma de enfocar la poesía. Estos días que duelen fue un libro muy importante para mí en los años subsiguientes. Era muy sencillo, hecho con sus propias manos, a fotocopias y con grapas, como deberían ser todos los libros que expresan sentimientos íntimos además de solidaridad con las personas más desfavorecidas”.

 

En 1973, Indio participó, con uno de sus poemas, en el libro titulado Homenaje a Víctor Jara, editado en Argentina a los pocos días del golpe militar de Chile; libro en el que también colaboraron Mario Benedetti, Eduardo Galeano, Raúl González Tuñón o Thiago de Melo.

 

Al año siguiente, tras la grabación discográfica realizada en España de la obra Fulgor y muerte de Joaquín Murieta –obra escrita por Pablo Neruda y musicalizada y puesta en escena por Manuel Picón y Olga Manzano–, y ante la decisión adoptada por Víctor Velázquez –que fue uno de los participantes en la grabación– de abandonar nuestro país, Olga y Manuel entraron en contacto con Juan y le pidieron que se trasladara a Madrid para participar, en sustitución de Víctor, en la gira que estaban preparando con aquel espectáculo presentado en directo.

 

Juan, que, dada la situación política, económica y cultural de su país, ya sentía el exilio como algo necesario y urgente, aceptó la propuesta y se trasladó a España, donde participó tanto en la gira como en la grabación para RTVE de Fulgor y muerte de Joaquín Murieta, bajo la dirección de Luis Calvo Teixeira; grabación que obtuvo el segundo premio en el Festival Internacional de Milán de 1979.

 

Al mismo tiempo, durante el final de la dictadura franquista y a lo largo de toda la transición, Indio Juan –siempre generosamente disponible– colaboró de manera activa en todos aquellos actos culturales y políticos que organizaban los partidos de izquierdas, en los que se solicitaba su presencia artística como cantante, o como recitador de su propios poemas, o de poemas de autores a los que admiraba profundamente, y que en España, durante muchos años, habían sido ignorados y silenciados; entre ellos, César Vallejo, Walt Whitman, Nazim Hikmet, Ernesto Cardenal o Marcos Ana.

 

En 1977, Juan grabó su primer LP, Los que habitamos el Sur (Movieplay); disco totalmente representativo de su compromiso personal y de su identidad artística. En él –conjugando la música, el canto y el recitado, y contando con la creación y la dirección musical de Manuel Picón– nos ofreció textos propios, como Yamira o Canto por el sexto mes –dedicados a su hija–; poemas representativos de autores latinoamericanos, como Stella Calloni (argentina), Ernesto Cardenal (nicaragüense), Patricio Manns (chileno) o Nicomedes Santa Cruz y César Vallejo (peruanos), y poemas recitados y cantados de Evgueni Evtushenko (soviético), Nazim Hikmet (turco), Julius Fucick (Checo), Walt Whitman (estadounidense) y Marcos Ana (español).

 

Posteriormente, durante los años 1978 y 1979, Juan acompañó de nuevo al grupo chileno Quilapayún en la presentación que realizaron, por toda España, de la cantata Santa María de Iquique.

 

El siguiente LP en el que participó Indio Juan fue el titulado Los libertadores (Movieplay, 1979), obra basada nuevamente en textos de Pablo Neruda, musicalizados por Manuel Picón.

 

Para aquella obra –que, en realidad, tenía la estructura de una cantata– Juan trabajó con un grupo de amigos y compañeros que integraron el colectivo Compañía Gemi, formado por el músico chileno Sebastián Fuenzalida, por los argentinos Tacún Lazarte, Lucio Navarro, Jesús Páez y el propio Indio Juan, y por dos españolas, Paloma Pérez del Real y Isabel Lorenzo.

 

Al mismo tiempo, Juan montó dos recitales a los que llamó Palabras y Cantos humanos, con los que viajó a Suecia, Marruecos, Portugal y Francia.

 

En 1980 participó en el documental Canto libre, dirigido por Claudio Sapiaín, obra testimonial sobre el canto libre de América Latina, en la que también intervinieron, entre otros, Mercedes Sosa, Atahualpa Yupanqui, Silvio Rodríguez, Alfredo Zitarrosa, Los Olimareños, Chico Buarque o Pete Seeger.

 

Posteriormente, entre 1983 y 1989, Indio Juan grabó dos nuevos discos: Instante y olas (Dial Discos, 1983) y Sobre la rueca del tiempo (Tecnosaga, 1989).

 

En Instante y olas incorporó ocho canciones sobre textos propios –musicalizados por Manuel Picón, Tacún Lazarte, Sebastián Fuenzalida y Jorge Cardoso– y nueve temas recitados, sobre fondo musical, basados –como siempre solía hacer– en fragmentos poéticos de escritores universales; en este caso, de Garcilaso de la Vega, Francisco de Quevedo, Salvador Espriu, José Bergamín, Francisco Umbral, Jorge Luis Borges, Edith Södergran (poetisa sueca), Elsa Grave (nacida en Escania, en el sur de Suecia), Elmer Diktonius (finlandés), Jacques Prévert (francés), Abu Firas y Mahmud Darwish (árabes).

 

En su disco titulado Sobre la rueca del tiempo, último que grabó, Juan, con música y acompañamiento a la guitarra de Jorge Cardoso, interpretó doce temas entre los que figuraron dos de sus Romances de Fray de Hytlodeo, personaje creado por él, sobre el que, años después, publicaría dos curiosos e interesantes romanceros.

 

Aquel LP, Indio Juan lo presentaba con un texto, aparecido en la carpeta, del que reproduzco el siguiente fragmento:

 

“A ti... Inmensa rueca la del tiempo... Uno apenas es ese trocito de lana que ha quedado arrinconado en una esquina del mundo, a merced de alguna brisa suelta...

 

Ahora, detrás de los visillos, uno observa impasible el vuelo del olvido... No obstante y pese a todo, aún queda un lugar para el asombro y la ternura. Por eso vuelvo a ti –mi semejante–, en la esperanza de rescatar el alba. Don Quijote lo sabe, sería la del alba..., quizá, la hora de partir hacia el reencuentro...”.

 

En 1997, volvimos a reencontrarnos discográficamente con Indio Juan colaborando con la Coral “Primavera per la pau” en la grabación de un CD titulado Nosaltres som part de la terra, obra en la que nos ofreció la interpretación de dos hermosísimos poemas titulados Pequeña proclama y Sugerencias, este último recitado, a dos voces, junto con su compañera –poeta y amante– Esperanza Párraga.

 

Posteriormente, en 2003, apareció otra grabación de la Coral “Primavera per la pau”, dedicada a la Cantata Popular Santa María de Iquique, obra en la que Indio intervino recitando los textos narrativos, al igual que ya lo había hecho, anteriormente, con el grupo Quilapayún.

 

Por otra parte, Indio Juan, tras la publicación de su libro primerizo, titulado Estos días que duelen –ya mencionado anteriormente–, escribió los siguientes: Los que habitamos el Sur, Cuadernos de medianoche (Editorial Endymion, 1989), Aci veren bu günler, antología poética traducida al turco por Aynur Ozcan (Editorial Armoni, Ankara, 1992), El romancero de “Fray de Hytlodeo”. Parte I (Ediciones Libertarias/Prodhufi, 1995), Las frases del metro, prologado por el Gran Wyoming (Ediciones GPS-Madrid, Comisiones Obreras, 2001) y El romancero de “Fray de Hytlodeo”. Parte II (Editado por Comisiones Obreras, en 2002).

 

De entre esos libros cabe destacar, por su especial originalidad, el titulado Las frases del metro; libro que Indio Juan dedicó a los trabajadores y trabajadoras de SINTEL en solidaridad con sus justas reivindicaciones sociales y laborales; dedicatoria que verbalizó en los siguientes términos: “Es mi deseo dedicar este libro a quienes nos han ayudado a entender el verdadero significado de la palabra DIGNIDAD, o sea, a todos los compañeros y compañeras de SINTEL. Gracias por vuestra lucha... y que se cumplan las escrituras”.

 

Gesto que Francisco J. López Martín –por entonces, Secretario General de Comisiones Obreras, de Madrid– reconoció y agradeció con estas palabras: “Indio Juan, maestro de solidaridad con todas las causas justas allí donde se le reclama [...] nos ofrece una excelente y paciente recopilación de las provocadoras muestras de ingenio con las que manos anónimas fueron decorando el Metro madrileño, con una sola exigencia por su parte: la petición de que el producto de la venta de este libro sea destinado a mantener la lucha de los trabajadores y trabajadoras de SINTEL, y así será".

 

Por sus gestos solidarios y en defensa de los derechos humanos, como el que acabo de mencionar, Indio Juan recibió una mención especial otorgada por la Asociación Pro Derechos Humanos, de España; y, sobre todo, mereció el más auténtico reconocimiento de su profunda humanidad, por parte de todos los que tuvimos la suerte de conocerle; reconocimiento que se hizo explícito de forma especialmente afectuosa y sincera en el homenaje que se le rindió en Madrid, en mayo de 2002, al que seguidamente voy a referirme.

 

A finales de 2001, a Indio Juan le fue detectado un cáncer traicionero. Ante este hecho, y a la vez, para ayudarle a sufragar los gastos de su enfermedad, para agradecerle su trabajo y su actitud inquebrantablemente solidaria, se le rindieron dos homenajes; el primero, celebrado en Rivas Vaciamadrid –en marzo de 2002–, con la colaboración de las buenas gentes de 3 Covibar y Sintel, y el segundo, organizado por los responsables del Ateneo Cultural 1.º de Mayo, de Comisiones Obreras, de Madrid; homenaje al que llamaron Es de agradecer; hermosa expresión que Juan pudo escuchar de todos sus amigos antes de dejarnos.

 

Este homenaje se celebró el 25 de mayo de 2002, a las 18 horas, y en él intervinieron Olga Manzano, Imanol, Labordeta, Pablo Guerrero, Quintín Cabrera, Elisa Serna, José María Alfaya y el Taller de Reinsertables, Juan Sosa, Pepín Tre, Matías Ávalos y Luis Felipe Barrio, Rubén Buren, Tacún Lazarte, Isabel Lorenzo y la Banda Sinfónica “Ateneo Cultural 1.º de Mayo”; igualmente participaron los poetas Carlos Álvarez, Antonio Hernández, Esperanza Alonso, Claudia Gravy, Manuel Rico, Poni Micharvegas, Manuel López Azorín, Manuela Temporelli, Matías Muñoz y Gerardo Mercado.

 

En el programa de mano de aquel inolvidable encuentro, entre otras consideraciones, se hacían las siguientes: “Indio Juan representa, en su grado máximo, las virtudes de un hombre de la Cultura comprometido con su tiempo y con sus gentes, con las causas y los valores en peligro de extinción en este mundo difícil de pensamiento único y vacío. Un hombre que lucha alzando la voz y la palabra”.

 

Recuerdo aquel día y aquel encuentro con profunda emoción; fue la última vez que vi a Indio Juan. En un momento del homenaje me acerqué a él –que ocupaba la primera fila del patio de butacas– y le di un beso; no fue necesario nada más, con el roce de nuestros cuerpos, y con la mirada, nos lo expresamos todo. Fuimos muy amigos, compartimos muchas cosas, nos quisimos mucho, y él para mí –glosando a Gabriel Celaya– “con su voz y con sus canciones sigue siendo parte del gran concierto”4.

 

Pocos meses después, Indio falleció. Fue el 6 de noviembre de 2002.

 

A toda esta intensa biografía es necesario añadir, por último, tres hermosas grabaciones realizadas sobre poemas de Indio Juan musicalizados por Jorge Cardoso e interpretados por Liliana Rodríguez. La primera, titulada Horizontes, se editó en 1997; la segunda se llamó Viento Sur (1998), y la tercera, Concierto del vino, obra que fue grabada en la ciudad de Buenos Aires, en septiembre de 2002, y que se editó en Francia, en 2004, por la compañía discográfica Altaïs Music. Previamente, en mayo de 2001, dicho concierto había sido estrenado en la región de la Alsacia (Francia), contando con la presencia emocionada de Indio Juan.

 

DISCOGRAFÍA DE INDIO JUAN

 

Discos grabados en solitario:

 

 Los que habitamos el Sur (Movieplay, 1977)

 • Instante y olas (Dial Discos, 1983)

 • Sobre la rueca del tiempo (Tecnosaga, 1989)

 

Disco grabado con el colectivo Compañía Gemi:

 

 Los libertadores (Movieplay, 1979)

 

Discos grabados con la coral “Primavera per la pau”:

 

 Nosaltres som part de la terra (La Col Records, 1997)

 • Cantata popular Santa María de Iquique (CK Music, 2003)

 

Discos grabados por Liliana Rodríguez y Jorge Cardoso sobre poemas de Indio Juan:

 

 • Horizontes (Plectrum, 1997)

 • Viento Sur (Plectrum, 1998)
 • Suite indiana / Concierto del vino (Altaïs, 2004)

3 Comentarios
#3
Esperanza
España
[02/04/2016 20:21]
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Muchas gracias a Fernando G. Lucini por el artículo. Solo quisiera informar de que la fotografía de Indio Juan fue realizada por Toni Canal (Antoni MC Canal)en una actuación con la Coral Primavera per la Pau de Mataró.
#2
Julian
Brazil
[21/05/2015 19:29]
Vota: +0
Un grande el indio!!!
#1
Miguel
Espa?a
[07/11/2013 21:57]
Vota: +0
Tuve la suerte de conocerle y tratarle en los a?os 90, pues durante varios a?os trabajó colaborando en "Discoplay", empresa dedicada a la distribución por correo de música y libros. Era una persona de una gran sensibilidad, gran conversador, magnífica persona y tenía una educación exquisita. Lamenté su muerte, ahora mismo tengo delante de mi un quinqué que me regaló en su día, pues sabía de mi manía de coleccionar palmatorias y cacharros de ese estilo. De vez en cuando leo un poema de su libro "Cuadernos de medianoche". Siempre en mi recuerdo.





 
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