Si el viernes la Sala Bikini hubiera sido engullida por la tierra, Barcelona se hubiera quedado sin comunidad argentina. Y es que León Gieco reventó la sala y lo hizo mayoritariamente con compatriotas.
Maravillosa oportunidad de ver y escuchar el pasado viernes en un concierto organizado por la Casa Amèrica Catalunya a un León Gieco íntimo, sin más acompañamiento que su guitarra, su armónica y una serie de proyecciones de vídeo.
Su espectáculo —que precisamente se titula Íntimo-Interactivo—, repasa con la ayuda de proyecciones videográficas, sus cuarenta años de carrera y la relación de sus canciones con su historia y la de Argentina.
Intimidad y complicidad con un público mayormente argentino en un concierto demasiado argentino para estar en Barcelona: su discurso entre canción y canción era, por los modismos utilizados y por los guiños que utilizaba con sus compatriotas, de difícil comprensión para los pocos no-argentinos de la sala a los cuales se podía distinguir porque eran los que no reían cuando Gieco soltaba un chiste. Sólo de cuando en cuando alguna expresión del tipo "hijo de puta" —expresión, esa sí, común a todos los castellanohablantes— que repitió más de veinte veces, nos aclaraba que hablaba de la historia de Argentina en relación a sus canciones.
Aún así emocionante concierto del trovador argentino —periodista del rock como él se define— que echó mano de todos sus grandes éxitos y dejó contento a todo el mundo.
León Gieco empezó presentado el trailer de su documental Mundo Alas —que ya suma 35 premios— una road-movie donde refleja la realidad de quince creadores con discapacidad y siguió con un dúo consigo mismo treinta años más joven gracias a la pantalla gigante de video.
Gieco siguió con sus temas más clásicos siempre en el contexto de su historia y los acontecimientos de su país, ayudado por las proyecciones de la pantalla que estaba situada a su espalda. Temas como La historia esta, En el país de la libertad, La colina de la vida, Soy un pobre agujero, y el Tema de los mosquitos, canción que compuso para burlar la censura. "Eran demasiado boludos para entenderla", dijo.
Siguió con El fantasma de Canterville —tema que Charly García compuso para él—, Canción para Carito, La cultura es la sonrisa y Cachito, campeón de Corrientes.
Llegados a los ochenta, Gieco recordó uno de sus proyectos más celebrados De Ushuaia a la Quiaca y homenajeando a algunos de los mejores compositores argentinos: Como la cigarra, de María Elena Walsh; Canto en la rama, de Leda Valladares; Maturana, de Gustavo Leguizamón sobre un poema de Manuel José Castilla; Puentecito de mi río, de Antonio Tormo y, finalmente, La guitarra, poema de Atahualpa Yupanqui que Gieco musicó.
Ya en la recta final del concierto, León Gieco entonó este tierno retrato sobre la prostitución que es Canción de amor para Francisca, su siempre emocionante La memoria, y terminó con El ángel de la bicicleta, Los Salieris de Charly, Cinco siglos igual y Los Orozco.
Ya en los bises y fumando en un lugar donde estaba prohibido —dos horas y media sin tabaco fueron demasiado— entonó su inevitable himno Sólo le pido a dios.
León Gieco quizás no fuera un ejemplo de cortesía, pero demostró que le sobra material para estar entre los grandes y que además es capaz de defenderlo en solitario y sin banda. Pues eso, como los grandes.
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