La jubilación anticipada y voluntaria de Lluís Llach nos ha desbordado a todos. Nunca pensé que nos dolería tanto, tanto que incluso la prensa y la TV han descubierto que un trovador podía ser motivo de portadas y de emisiones de conciertos en prime time. Y también ha servido para reabrir debates molestos como por ejemplo las malas relaciones de la Trova con el Poder. O, yendo todavía más allá, las relaciones de la Trova catalana con el Poder catalán.
Trova y Poder —en Catalunya, en Chile, en Cuba y en Marte— siempre han sido enemigos. Enemigos porque la Trova enseña a pensar y la gente que piensa vota en consecuencia. Nada peor para los Mesías que la gente con criterio propio. Y nada peor para el Capital que aquello que no puede comprarse ni venderse.
La Cançó se pasó los años sesenta y setenta "estropeando la vejez a oxidados dictadores" pero ¡ah, amigo! cuando llegó la Democracia, los Serrat, Llach, Raimon o cualquier mindundis con guitarra tenían más credibilidad que cualquier político por demócrata que fuera, por años que hubiera pasado en la cárcel o en la clandestinidad o por muy a la izquierda o la derecha que se posicionara. Y es que si hay algo que los políticos hagan con rapidez, es perder el prestigio.
Esta misma semana decía el Maestro Joan Barril en El Periódico de Catalunya:
"Los más jóvenes del país de las maravillas envidiaban ayer a sus mayores por haber podido vivir en su día los conciertos de Llach. Se lamentaban de que ellos no tenían un cantante que hubiera podido concitar la ilusión nacionalista como Llach. Nadie les ha dicho a los jóvenes patriotas que la cançó precisamente desapareció en manos de un Gobierno nacionalista. Nadie les contó que esos cantantes tuvieron que encerrarse en la Conselleria de Cultura (*) para poder hacerse oír. Nadie les ha recordado a los jóvenes que alguien decidió por ellos y que se prefirió impulsar la buena idea del rock catalán no como complemento de una cultura sino como negación explícita de unos cantautores a los que Pujol (**) jamás logró seducir y a los que condenó al exilio interior."
Y así es. La Cançó, la Trova catalana, da miedo a los demócratas. Con total impunidad, un gobierno pretendidamente patriota se cargó por la vía de la asfixia y la inanición a todo un movimiento con el que no pudo ni Franco ni todo el aparato fascista de su Estado.
Pero lo que realmente me jode, me rejode y me avergüenza es que todo esto se hizo con la connivencia de la izquierda. Porque, amigos y hermanos, el Capital no tiene patrias, ni derechas, ni izquierdas y el Poder es una puta que se abre de piernas al mejor postor.
Serrat, siempre Serrat, con la lucidez de alguien incuestionable e incuestionado, con la sabiduría que da ser viejo y diablo, con la credibilidad de una trayectoria acreditada, con la contundencia que dan los años y el coraje de quien acababa de vencer a la muerte ya lo dijo no hace mucho:
"Servíamos para tocarles los cojones a ellos. A la derecha eso nunca le ha gustado. Y a la izquierda, tampoco. Al poder no le gusta que le toquen los cojones."
Roma locuta, causa finita.
(*) Conselleria: Equivalente a Ministerio en Catalunya
(**) Jordi Pujol: Presidente de Catalunya durante 23 años (1980 - 2003)
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