Joan Manuel Serrat rindió homenaje al poeta Miguel Hernández en el concierto que ofreció en el Auditorio Nacional de México ante 10.000 personas, en el que pasó de la melancolía a la euforia total.
EFE - Hijo de la luz y de la sombra era el título que Joan Manuel Serrat puso a la velada, que comenzó con doce joyas del poeta de Orihuela —cuyo centenario se cumple este año y a quien dedica su ultimo disco— y fue intercalando versos hablados con otros cantados y alguna historia del bardo.
Vestido con un pantalón vaquero, camisa azul y un jersey oscuro, el catalán comenzó con Llegó con tres heridas y luego cantó otros poemas de Miguel Hernández como Las abarcas desiertas, Menos tu vientre, Nanas de la cebolla y Para la libertad.
La melancolía marcó la primera parte de la presentación, durante la que el público sólo se ánimo a cantar con Para la Libertad, un clásico en los recitales de Serrat.
Otras canciones como La bella y el metro, Princesa, y Mediterráneo siguieron en un concierto en el que una mujer se acercó al escenario y le dio una carta al cantante, quien la leyó con gestos graciosos y luego se dirigió al público con la advertencia de que no iba a revelar el secreto de la misiva.
Fue el inicio de un desfile de gestos, alguien le puso una bolsa de libros en la tarima, dos chicas le regalaron flores y una niña le pidió un beso, a lo cual el catalán accedió de buen ánimo.
Después de 102 minutos, amenazó con despedirse, pero ante la reacción de la gente, regresó y propuso compartir Cantares, el poema de Antonio Machado, que compartió con los asistentes.
Señora y Penélope, dos de sus canciones más conocidas siguieron la velada, para terminar con Fiesta, canción que sus fans corearon, excepto cuando llegó la parte de "El sol nos dice que llegó el final", y los presentes le gritaron que no.
Feliz, bailó y se alejó dando pasos que parecieron más de rumbero que de poeta, pero dejaron un sabor alegre en su primera cita con el público mexicano. Mañana volverá a actuar en el Auditorio.
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