Daniel Viglietti presentó en el marco del Festival BarnaSants su espectáculo A dos voces. Pero no lo hizo solo: lo acompañó Mario Benedetti.
![]() Daniel Viglietti y Mario Benedetti. Juntos en el BarnaSants 2011
© Xavier Pintanel
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Que cada año que pasa tenemos un año más es una obviedad. Todos y todo envejecemos. Pero hay quien envejece bien y quien envejece mal. Con frecuencia asistimos en cualquiera de nuestros países a conciertos de viejas glorias, mitos vivientes —en el BarnaSants lo hemos visto también recientemente—, cuyo único valor —importante pero único— es el nostálgico.
No vaya usted amigo lector a esos conciertos a escuchar música. No vaya a emocionarse con una propuesta creativa y artística. No busque en ellos un crecimiento personal intelectual o humano. Vaya usted sólo a recordar lo jóvenes que éramos, las esperanzas que todavía no habíamos perdido, las estatuas de bronce que todavía seguían en su pedestal.
Y ese tipo de conciertos, esos actos fosilizados, ese ejercicio de improductiva nostalgia no es intrínsecamente malo, al contrario, puede emocionarnos —no por la vía artística pero sí por la vía sentimental— y entretenernos que es, al fin y al cabo, lo que se suele buscar en un espectáculo.
No es intrínsicamente malo para usted o para mí —público al fin y al cabo— pero lo es para los músicos que pisan el escenario, porque cumplir años y vivir en el pasado es envejecer mal. O, peor todavía, como Bruce Willis en The Sixth Sense (El sexto sentido), están muertos y no lo saben.
Es por eso que ver a Daniel Viglietti me reconforta. Viglietti está vivo y lo sabe. No renuncia a su glorioso pasado pero no se ha instalado en él. Viglietti cumple años pero cada día está más lúcido, más vital, más vivo. Viglietti sabe envejecer.
Esto es lo que demostró el pasado sábado en el BarnaSants cuando presentó su espectáculo junto a Mario Benedetti A dos voces. Y digo bien, "junto a", porque Benedetti estuvo allí. En ningún momento Viglietti nos hizo ver que el poeta estaba muerto en un claro ejemplo de que no es como los que viven "de" los que no están, sino "con" los que no están.
Con la ayuda de proyecciones de vídeo y registros en audio, Daniel Viglietti planteó el espectáculo como lo habría hecho si Mario Benedetti hubiera estado físicamente presente, lo cual llevó al concierto a unos niveles de emoción y sensibilidad difícilmente reproducibles si detrás de todo ello no hubiera estado presente el talento del trovador uruguayo y su respeto y amor por su compatriota poeta.
No fue un homenaje a Benedetti tal como se nos había anunciado. Fue un concierto a dos voces.
![]() Daniel Viglietti
© Xavier Pintanel
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