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Nuevo CD

Diego Ojeda: «Semáforos en verde»

por Fernando G. Lucini el 19/02/2011 

Cuando recibo un nuevo disco que me despierta cierto interés suelo someterlo a una especie de ritual de iniciación que me resulta necesario, yo diría que imprescindible, antes de poder decir, o escribir, cualquier comentario sobre él.

En primer lugar busco un momento relajado y tranquilo para escucharlo y siempre lo hago a través de mis auriculares, es decir, procurando aislarme por completo de lo que pasa en mi entorno. En esa primera audición me gusta —y me produce un gran placer— que la música y el canto naveguen, vuelen y me acaricien interiormente a su antojo despertándome todo tipo de emociones y de sentimientos imprevisibles... Momento crucial porque, para mí, es en ese clima de subjetividad perceptiva donde se cuece la esencia del concepto crítico de "calidad" o "no calidad"... Siempre lo afirmo: si a lo largo de esa primera audición —llamémosle "salvaje"— la música y el canto consiguen emocionarme, la cosa marcha bien y la obra empieza realmente a interesarme; si no es así, lo mejor es dejarla para otro momento... a ver que pasa entonces.

 

Superada esa primera audición, me convierto —de repente— en una especie de analista —destripador de arreglos y de letras de canciones—, siempre con una intención: Intentar descubrir —ya más objetivamente— "qué" y "por qué" me ha emocionado, es decir, cuál es, en cada caso, la esencia de eso que llamo yo "calidad"... Y a partir de ahí es cuando me siento realmente capaz de ponerme a escribir.

 

En el caso del nuevo disco de Diego Ojeda titulado "Semáforos en verde" (2011), además de todo el proceso que acabo de explicar —que seguidamente desarrollaré— se me coló un paso previo que me resultó inesperado: Tenía el CD de Diego sobre mi mesa de trabajo a la espera de poder escucharlo relajado y tranquilo, y, de pronto, una de las veces que lo miré —observándolo con detalle—, me sentí atrapado por el diseño gráfico que Raquel Carmona había desarrollado en su carpeta. (¡Bellísimo trabajo el de Raquel!).

 

Así que, en este caso, antes de escuchar el nuevo disco me resultó inevitable recordar la carátula del anterior álbum de Diego: "Escaparate" —disco que como ya afirmé en su día me encantó—. Evidentemente se había producido una radical transformación plástica: En "Semáforos en verde" ha surgido un estallido de luminosidad; las blancos han aniquilado a los grises, a las oscuridades y a las sombras; ha desaparecido el barroquismo; se respira un nuevo aire mucho más transparente y liberador; vuelve a haber un sillón pero ahora es blanco y ha tomado la calle; la gran ciudad destila una belleza misteriosa; se ven algunos árboles; Diego está sentado, se le nota relajado; fundiéndose con el blanco atrapa el color... Y aparece un cariñoso e insignificante detalle de Raquel integrado en la fachada del edificio que ha dibujado —¡búsquenlo!—: el nombre de Diego Ojeda ha sido escrito o tallado —como si fuera una inscripción—, y debajo, en una hornacina, reaparece en su sillón, pero ahora sí, tocando su guitarra, y seguramente cantando aquello de «Quiero ser rey de mi reino imaginario; quiero una vida con semáforos en verde».

 

 

Inmediatamente pensé: ¿Qué relación podrá tener esta cubierta con las canciones del nuevo disco?. (Yo creo que en cualquier manifestación artística de calidad, nada, o muy poco, se improvisa...).

 

Como consecuencia de aquel interrogante, no me quedó más remedio que sentarme, yo también en mi sillón, ponerme los auriculares, e iniciar el proceso que antes contaba: escuchar el disco.

 

La audición inicial de "Semáforos en verde" —desde sus primeros compases y las primeras palabras de su primera canción— logró engancharme: «Te empeñas en ver el final de algo que acaba de empezar. Abre la puerta que vengo con ganas de entrar"... Y fueron entrando cada una de las seis canciones que componen este álbum anticipatorio de lo que será el nuevo disco de Diego Ojeda... Canciones cantadas con una voz limpia, clara, rotunda; y acompañadas a la guitarra por el propio Diego con la colaboración de Raúl Hernández, y al piano por Alexis Canciano —extraordinario músico cubano que ha realizado también la producción, lo arreglos y las mezclas del disco—. Acompañamiento acústico de aparente simplicidad, sin barroquismos y sencillamente muy hermoso... (Primera prueba superada: "Semáforos en verde" consiguió emocionarme).

 


Alexis Canciano
© Raquel Carmona

 

A partir de esa primera audición me interesó entrar en el universo poético que Diego desarrolla el las seis canciones que integran el disco. Son seis canciones en las que se reivindica el tiempo para la vida y para el amor...; un tiempo presente que Diego asume inmerso en la tensión —casi siempre contradictoria— que suscita la coordenada "pasado-futuro"; es decir, un tiempo real comprometido con el tiempo; un amor real en el tiempo sin la más mínima concesión a la irrealidad o la blandenguería.

 

«Entre copas nos contamos derrotas

vamos a hablar de esto sin ropas

entre tú y yo hace meses que pasan cosas [...]

olvidemos todos los dramas del pasado».

("La talla de tus vaqueros")

 

«Al verte es imposible no mirar atrás

y aunque quisiera empezar contigo una vida en blanco

y recuerde aquellos años como lo mejor de mí

he aprendido que vivir es ir doblando las historias del pasado

abriendo paso al porvenir».

("Sobre mojado")

 


Diego Ojeda y Alexis Canciano
© Raquel Carmona

 

«Quiero ser el rey de mi reino imaginario

no quiero más futuro en mal estado».

("Semáforos en verde")

 

«No te robaré besos baratos,

iré poco a poco entrando

cambiando las cerraduras de las puertas tu pasado,

de mi pasado [...].

Voy a amenazar al calendario

con una huelga de futuro entre tus manos».

("Besos baratos")

 

Presente, pasado y futuro... Toda una vida para el amor... pero eso sí "con semáforos en verde"... sin pautas, sin guiones preparados o previamente establecidos, dándole color a los horizontes en blanco... y "dejando olvidada en casa la prudencia".

 

Para concluir no quisiera dejar de mencionar la canción "Tú como yo"... bellísima y solidaria canción magistralmente bordada por Diego Ojeda con su voz y por Alexis Canciano con sus arreglos y con la magia de sus manos sobre el piano.






 
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