«Vengo de un patio de tierra
con el potrero en la sangre
y el agua de bombeador,
de bañarme en “La Laguna”
barro pa’lastimaduras
y un eucalipto pa’la tos,
con la picada en la mesa
y alguna que otra cerveza
pa’preparar el carbón.
Con la garganta en la cancha
cuando la hinchada se ensancha
para gritar ese gol [...]
... Si sigue sonando el tambor».
(Fragmento de la canción "Si sigue sonando
el tambor" de David de Gregorio).
Así se nos presenta el cantautor argentino David de Gregorio en una de las canciones de su último disco titulado Señales (2011).
David de Gregorio nació en Chovet (Santa Fe, Argentina), donde inició su aventura en el mundo de la canción a través de un extenso y variado periodo de formación musical en piano, canto y técnicas vocales, composición, guitarra e incluso producción por ordenador; aprendizaje –que se pone de manifiesto en sus composiciones– iniciado en la Universidad de Rosario, en Argentina, y completado en España –concretamente en Murcia– donde reside desde el año 2003.
Ha sido profesor de "técnica vocal" y de piano, y, con todo ese bagaje, se ha convertido en un "cantautor" –o llamémosle trovador o, simplemente, compositor y cantante– de gran personalidad y de indiscutible calidad musical y poética.
Tras trabajar como vocalista con diversos grupos musicales, David formó parte, durante varios años, del grupo argentino Maravedí –con el que grabó el disco Cada vez mejor (1998)–, y más tarde, ya en Murcia (España) inició su propia andadura discográfica: Acústico (2006); Brillo (2007) precioso CD grabado junto con Guillermo Rissotto; y más recientemente Señales (2011), disco que hoy voy a presentar y comentar.
Señales, desde mi punto de vista, es una obra en la que su autor –David de Gregorio– profundiza y navega –a través de 11 bellísimas canciones– por su identidad forjada de la fusión de dos sensibilidades hermanas y hermanadas: la argentina –de la que no se ha desprendido en ningún momento– y la española –murciana para ser más concreto– identidad de acogida que asume con un claro y positivo sentido de la integración.
En el marco de esa identidad –que convierte a David en un ser humano de incuestionable atractivo– a mí hay dos dimensiones de su pensamiento y de su personalidad que me han interesado especialmente –interés tal vez despertado por mi total coincidencia con su forma de pensar–; me refiero, en concreto, por una parte, a la reivindicación que David formula de la capacidad que poseemos los seres humanos para "soñar" –el "derecho a soñar"– y en consecuencia para "alzar el vuelo"; y, por otra parte, su visión de la vida como "camino": "ir y venir"..., "paso a paso"..., "marcar la huella"..., "terminar y volver a empezar"..., "con la fuerza del corazón"..., "y "persiguiendo una estrella".
«Volar...
ir, venir, quedarme, llegar.
volar...
sentir que la luz de la luna me deja
volar».
("El viaje")
«Flotar... sobre un mundo enorme
darme tiempo a respirar,
inundarme de los nuevos olores
que se van abriendo sobre el mar,
y danzar, y danzar, y danzar
en el borde
en el borde de mi propia libertad».
(“Argentina”)
«Un sueño se queda
viviendo en alguna quimera
esperando que algo lo saque afuera».
(“La niebla en tus ojos”)
«Si algo aprendí al caminar
fue saber que el tiempo no importa
paso a paso siempre se llega al final
a la larga o la corta».
(“Ir y venir”)
«Y voy cantando el camino
y voy marcando la hueya
por el cielo cristalino
voy persiguiendo a una estrella.
A veces en el viento
y a veces en luna llena
la noche pesa en los ojos
y tu amor pesa en mis venas.
Y así cantando me voy
como volviendo a empezar
si hay fuerza en el corazón
no hace falta mirar ni volver para atrás
Busco desde que salí
un lugar donde parar
dando vueltas por ahí
siempre encontré donde esperar.
El viaje no terminó
siempre se busca algo más
cuando algo nunca termina
es porque termina y vuelve a empezar.
Y así cantando me voy
como volviendo a empezar
si hay fuerza en el corazón
no hace falta mirar ni volver para atrás.
(“Nueva frontera”)
A todo lo anterior quiero añadir dos anotaciones más sobre David de Gregorio:
La primera subrayar las "señales", que nos ofrece a manera de pistas o de referencias, por las que discurren sus creaciones: territorios, miradas, pensamientos, soledades, tormentas, madrugadas, realidades, calma, voz interior, intuiciones, sentimientos, sensaciones...; y a fin de cuentas "sensibilidad".
La segunda anotación al disco de David, que considero importante, es resaltar su brillante musicalidad, resultado eficaz de un trabajo en el que se funden lo profesional y lo artesanal; para David este disco ha sido un reto en el que hace de todo: canta, toca la guitarra eléctrica y española, el bajo, percusiones, teclados y demás programaciones...; o sea, un David al completo.
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