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Jaume Sisa se sincera con el músico Jabier Muguruza

«Yo debuté como cantante en catalán en un puticlub»

MEDIOS el 16/04/2009 

En esta entrevista en profundidad, el artista catalán repasa su infancia en el barrio barcelonés del Poble de Sec, relata sus peculiares inicios en el mundo de la canción, habla de los motivos que le llevaron a la retirada temporal de los escenarios hasta su regreso en el año 2000 y explica todo lo que rodea al misterioso Ricardo Solfa y a la autodenominación de "cantautor galáctico".

Por Jabier Muguruza para Noticias de Gipuzkoa

Mi primer encuentro con Jaume Sisa fue hace años, en Barcelona, en una mesa redonda sobre canción de autor que compartimos con Luis Pastor en la Universidad de esa ciudad. Debo decir que la idea previa que me había hecho sobre el artista se vio radicalmente modificada tras escucharlo aquel día (en la mesa redonda y en la de comer).

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Más de una vez he oído decir a amigos barceloneses que el Poble de Sec es un barrio de una personalidad muy marcada: humilde, popular, culturalmente mestizo...

 

Sí, en efecto. Era así hace 70 años, cuando yo nací, y lo sigue siendo. Lo que pasa es que entonces era una inmigración interior y ahora en muchas zonas del barrio viven, sobre todo, inmigrantes sudamericanos, de distintos países.

 

El ambiente se llegó a comparar con el ambiente artístico de París, ¿no?

 

Claro, es que, por un lado, estaban las chabolas pero en el otro estaba El Paralelo, que era la gran arteria del espectáculo. Pero eso fue en los años 20, 30... hasta la guerra. Y bueno, después de la guerra todavía quedaban algunos vestigios. A partir de los 70, se acabó. Y es cierto que se comparaba al Paralelo con barrios de París como Montmartre o Montparnasse, porque había un ambiente bohemio, artístico, de teatros, terrazas, cabarets, restaurantes... que no cerraban en toda la noche. Y claro, yo en casa siempre oí contar a mis padres lo que había sido ese Paralelo republicano.

 

O sea que tú respiraste algo de eso.

 

Sí, sobre todo indirectamente, por las historias que contaban en casa. Cuando yo empezaba a asomar la cabeza, en los 60, del Paralelo sólo quedaban algunas muestras: El Molino, El Teatro Cómico, El Apolo... y el ambiente no tenía mucho que ver, porque ya estaba el franquismo.

 

Creo que provienes de una familia humilde.

 

Sí. Mi padre era represaliado de la guerra civil, había estado un año y medio en un campo de concentración, fue voluntario republicano.

 

¿Era de Barcelona?

 

Mi padre sí y mi madre era de Sallent, un pueblo del interior de Cataluña. Mi madre también estuvo detenida, no en la cárcel, porque no era militante explícita como mi padre, pero una vez la cogieron con una amiga... Bueno, sabes que era una época de extraperlo (mercado negro), en la que algunas cosas de comer no se encontraban. La cogieron con unas garrafas de aceite, la llevaron a comisaría, se las confiscaron y al ver que eran catalanas las raparon al cero, les hicieron beber aceite de ricino y las obligaron a fregar el suelo con un trozo de bandera catalana.

 

El episodio me suena familiar.

 

Ya, por lo visto les gustaba eso de vejar, de ofender a las personas.

 

Y la política...

 

Claro. Cuando mi padre veía a Franco por la tele sacaba el zapato y lo arrojaba contra ella.

 

¿Y cómo discurrió tu infancia?

 

Bueno, una infancia normal: un niño de los años 50, jugando en la calle, cuando todavía no había ni coches, ni tele...

 

En un entorno abierto...

 

Sí, fíjate que sólo que hubiese nacido cuatro calles más allá, ya los de más abajo no subían a la montaña, les quedaba un poco lejos. Mi vida fue en el barrio, que era un mundo muy rico. No tuve nunca tren eléctrico, ni bicicleta, porque eran cosas caras, pero tengo un buen recuerdo de mi infancia, de haber andado libre por la calle.

 

¿Es verdad que antes de dedicarte a la música hiciste un poco de todo?

 

Es que, aunque empecé antes, de la música no pude vivir hasta el 75.

 

Y lo compaginabas con la música.

 

Bueno, ya a los 15 me compré con mi sueldo una guitarra. Un vecino me enseñó los acordes, a distinguir las notas... y entonces tocábamos allí canciones de los Shadows, de los Beatles, de Elvis (sonríe). Con otros dos colegas del barrio formamos un grupito muy modesto.

 

¿Cuál fue la siguiente etapa?

 

Al cabo de un tiempo estaba trabajando en una empresa por las mañanas y a las tardes iba a bailar al San Carlos Club, un local muy de moda en Barcelona, donde tocaban los Sirex, los Mustang, los Cheyenes... Y yo empezaba a tener alguna inquietud, a componer alguna cancioncilla con la guitarra, en catalán. Y entonces conocí a Enric y a Jordi, que ya tocaban de verdad. ¡tenían instrumentos y todo! (nos reímos). Uno de ellos tenía un contacto y consiguió un contrato de tres meses para ir a tocar a Francia.

 

¿Un contrato de tres meses?

 

Sí, pero espera, ya verás cómo era el sitio... La cosa es que me dijeron "nos dan el alojamiento y la comida, y luego a lo mejor nos pagan algo", y yo quería irme ya de casa, y me entró el gusanillo.

 

¿Qué edad tenías?

 

Tenía 18 años y, claro, ya oías a algún amigo que hablaba de lo hippie...

 

¿Y qué dijeron en casa?

 

Bueno, se lo dije a mis padres y se preocuparon bastante, claro, porque les pareció un plan descabellado. Era la primera vez que cruzaba la frontera y recuerdo que llegamos a Perpignan, bajamos de la furgoneta, y lo primero que veo es un cartel electoral del Partido Comunista. ¡Ostia! Me quedé impresionado, impactado... Fue un shock, y sigo 50 metros para allá y un cine porno con un cartel de una tía en pelotas. ¡Otro shock!

 

¿Y cómo fue la experiencia?

 

Bueno, llegamos al pueblo, que era una ciudad pequeñita, y resulta que el local era un puticlub.

 

Pero, ¿cuál era vuestra función?

 

Nosotros tocábamos ahí...

 

¿Tocabais en el puticlub?

 

Sí, sí, era un bar grande y allí tocábamos todas las noches. Y nos daban de comer y la habitación, nada más. Luego nos salió otro contrato para ir a tocar dos meses a París, a una discoteca en Pigalle, y aquello también era un poco de pasar hambre, ¿eh?

 

¿Cuándo dejas las versiones y empiezas a cantar en catalán?

 

Bueno, yo la primera vez que canté en catalán fue en el puticlub. Le comenté al encargado y un día hice allí una pequeña gala. El público, imagínate (nos reímos)... a la segunda ya me echaron. Lo que querían era bailar con las putas. O sea que yo debuté, empecé a cantar en catalán, en un puticlub.

 

¿Y ya más en serio?

 

Cuando volví de Túnez en el 68, empecé a cantar en catalán, a moverme, a conectar con gente del Grup de Folk y ya grabé el primer disco.

 

Tengo entendido que en tus primeros conciertos te presentas como un músico folk, pero no muy ortodoxo...

 

Claro, yo volví con una gran melena, vestido con túnicas y ropas hippies, y aquí, ¿qué había? Els Setze Jutges, que iban todos con traje y corbata y pelo corto, Serrat, Pi de la Serra... chicos formalitos.

 

Entonces, ¿es correcto decir que participaste en la Nova Cançó?

 

En esos años había por una parte Els Setze Jutges, que era lo que se solía llamar La Nova Cançó, que eran los serios, digamos. De influencia más bien francesa, algunos con un tono reivindicativo, de afirmación catalanista... Y luego estaba El Grup de Folk, que era menos formal, menos burgués, con más influencias musicales del rock y del pop, y políticamente más radical, como en el caso de Ovidi Montllor.

 

Tu primer disco, titulado 'Orgía', tenía bastante de provocativo.

 

Parece ser que era provocativo en el 69, pero yo no lo veía así. Desde luego, no era algo deliberado. Yo entonces hacía lo que me salía, pero no buscaba provocar. Más bien, hablaba de los mundos oníricos, mágicos, la imaginación... Sin contar historias lineales, buscaba más imágenes, influido por los surrealistas, por el movimiento Dadá... y de ahí sale el primer disco y lo que hecho luego.

 

Después dejas los escenarios.

 

Bueno, en el 70 grabo con el grupo Música Dispersa y en el 71 nos disolvemos. Intenté recuperar mi trayectoria de solista con mi guitarra, mis canciones, pero nadie me hacía ni puñetero caso. Mandaba cintas a todas las discográficas y nadie tenía interés en grabarme. Entonces, entre el 71 y el 75, es la travesía del desierto y trabajé de mil cosas para ganarme la vida: camarero, recolector de fruta...

 

Vuelves alrededor de la apertura de la sala Celeste, con tu disco 'Qualsevol nit pot sortir el sol' que tuvo una repercusión muy importante.

 

En el 74 se abre Celeste y mi amigo Rafael Moll me ofrece cantar allí. Yo estaba ya fijo en una compañía de seguros y estaba desanimado.

 

Y te animaste.

 

Me animé. Luego montaron un sello para publicar sus cosas. Era en realidad un subsello de la discográfica Edigsa, donde entonces estaban todos (Serrat, Raimon, la Bonet, Llach...). El caso es que consiguieron un acuerdo para grabar a los artistas que actuaban en la sala, y así se grabó Qualsevol nit pot sortir el sol en el 75, que fue un bombazo. Se vendió muchísimo.

 

¿Pero supongo que tú ya habías enviado antes a Edigsa esa cinta?

 

Claro, y luego, cuando vimos que se vendía como churros, yo les dije: "oye, estas canciones las tenéis aquí desde hace dos años y no les habéis hecho ni puto caso, y ahora estáis viendo cómo funciona, ¿no?".

 

Fueron buenos tiempos...

 

Del 75 al 84 yo grabé un disco por año, hice giras en España llenando teatros... Fue la época en la que estuve más arriba. Y todo gracias a ese disco, que lo tenían hace tiempo en la discográfica sin hacerle caso. Luego he visto otros casos como el mío y he llegado a la conclusión de que las discográficas no tienen ni idea.

 

¿Y qué ocurre en el año 84?

 

Bueno, en el 84 Sisa se retira. Eran casi diez años de una carrera intensa y tenía la sensación de haberlo dicho todo. No sé, quería cortar, descansar... Creo que tenía ganas de hacer otras cosas, de cambiar de aires. Estuve un año viajando, y en el 86 aparece Ricardo Solfa en Madrid, que algunos lo asocian conmigo (nos reímos).

 

Veo que va a ser difícil sacarte algo más de lo que ya se sabe sobre el nacimiento de Ricardo Solfa.

 

Bueno, es una especie de personaje, de alter ego. La historia de Ricardo Solfa es la de un tío que su padre era músico, él debuta muy joven en la orquesta de su padre, y luego decide dar el paso a cantante solista. Para eso se instala en Madrid y comienza una carrera de canción melódica. Mientras, Sisa oficialmente está retirado en una residencia para la Tercera Edad en la costa catalana.

 

¿La tercera edad?

 

Sí, la tercera edad para almas cansadas. Es una especie de lugar poético, de la tercera edad anímica, más que física.

 

Sé que tú valoras a la gente que sabe retirarse a tiempo.

 

Sí, sí, yo admiro a los artistas y creadores que se retiran en pleno uso de sus facultades.

 

Bueno, y Sisa vuelve en 2000...

 

Sí, con un disco titulado Visca la llibertat y a partir de ahí reinicio mi carrera hasta hoy.

 

Me gustaría saber en qué consiste exactamente eso del "cantautor galáctico".

 

Lo del punto de vista galáctico vendría a ser la manera de hacer —música en este caso—, no desde un prisma único, sino con muchas miradas a la vez. Y es que, teniendo en cuenta que la realidad y la vida son muy diversas y amplias, es imposible contarla desde un solo punto de vista.

 

Una de esas fuentes es el surrealismo. Decía el pintor Paul Klee que el arte no existe para reproducir lo visible, sino para hacer visible lo que está más allá del mundo. ¿Te convence?

 

Siempre me ha interesado más la recreación imaginativa que la crónica de lo real, porque esa crónica ya la tienes en la calle, en los medios,...

 

Reivindicas que en la vida hay tres estadios de conocimiento: la calle, la biblioteca y tener una visión distanciada de las cosas.

 

Sí, la frase es de Gato Pérez y yo la comparto plenamente. La calle es la vida a pie de obra, la biblioteca es la cultura digamos, y la atalaya es la actitud, la visión que uno le ponga a la existencia: abierta, cosmopolita, sin prejuicios...

 

Querría que hablásemos también sobre la inocencia, que es algo a lo que le das mucha importancia.

 

Es verdad, la inocencia es algo que viene con la vida, de forma natural y espontánea, y con el tiempo y la experiencia desaparece. Entonces, una persona adulta que quiera saber y conocer, creo que tiene la obligación de enfrentarse a recuperar la inocencia.

 

Me llamó la atención que dijeras que la amistad no conviene ponerla a prueba. ¿Desconfías de ella?

 

Quizás es una de las cosas que se aprenden con la experiencia. Yo creo que la amistad, como todo, como el amor, la generosidad o los ideales, son cosas relativas en la vida. Cuando de eso haces un fundamento inamovible y llegas a decir "yo, por eso soy capaz de dar la vida" bueno, estamos en un punto muy delicado, entre el principio de coherencia y la locura. Por eso digo que mejor no ponerla a prueba, porque la amistad se puede romper, no es algo que pueda resistirlo todo.






 
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