Ayer, en el marco del Mercat de Música Viva de Vic, se presentó la Acadèmia Catalana de la Música cuyo objetivo es construir un punto de encuentro del sector a través del cual se puedan establecer complicidades para llevar la música al lugar que le pertenece.
![]() Ferran Mascarell, Conseller de Cultura del gobierno catalán bajo la sonriente mirada de Gerard Quintana.
© Josep Tomàs
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Una veintena de músicos catalanes han impulsado la creación de la Acadèmia Catalana de la Música, iniciativa que ayer se presentó en el marco del Mercat de Música Viva de Vic de la mano de Gerard Quintana, presidente de la Acadèmia; Max Sunyer, vicepresidente; Carles Vidal, tesorero; y Ferran Mascarell, Conseller (Ministro) de Cultura del gobierno catalán que además iba acompañado por toda su plana mayor, entre ellos, Xavier Solà, Secretario General de Cultura y Albert Bardolet, Delegado de Música.
El objetivo de la Acadèmia Catalana de la Música es construir un punto de encuentro a través del cual se pueda dignificar el sector musical y obtener el pleno reconocimiento profesional y social de sus actores, favorecer la cohesión entre los diferentes sectores que lo integran, difundir sus actividades y promocionar la música hecha en Cataluña.
El Conseller de Cultura ha apoyado esta iniciativa y ha instado a la entidad a "defender y unificar" el sector, ahora disperso entre más de 15 entidades.
Mascarell ha diagnosticado que el futuro de la música hecha en Cataluña pasa por cuatro puntos: consolidar el mercado interior, internacionalización, capacidad normativa y tributaria —eufemismo por independencia de España— y reformular el papel de la SGAE (Sociedad de Autores).
Es precisamente la SGAE quien ha cedido los locales en su sede del Paseo de Colón en Barcelona para que la Acadèmia pueda iniciar su andadura.
El cantautor y poeta extremeño Pablo Guerrero, autor de A cántaros, murió a los 78 años en Madrid tras una larga enfermedad; su obra unió canción, poesía y compromiso político durante más de medio siglo.
En un Palau Sant Jordi abarrotado, Joaquín Sabina se despidió de Barcelona con un concierto que fue al mismo tiempo un inventario de vida y un abrazo multitudinario a través de veintidós canciones que, tras más de medio siglo de carrera, ya no le pertenecen solo a él.
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