Soledad Villamil desparramó el pasado sábado por igual sus dotes de actriz y sus virtudes de cantante en la presentación de su tercer CD, Canción de viaje, para deleitar a quienes llenaron la sala de La Trastienda, en el barrio de San Telmo (Buenos Aires, Argentina).
Télam - Dieciocho canciones, sobradas muestras de buen humor, sólidos músicos que entienden el juego y un repertorio que combinó temas de sus CDs anteriores con "estrenos", construyeron sonrisas en los rostros de los espectadores, que dejaron la sala con esa mueca que dibujan los buenos encuentros musicales.
Ya traté de olvidarte, un tema cuya autoría comparte con José Teixidó —su arreglador y director de la banda—, fue el que eligió Soledad Villamil para abrir una noche que siguió con idéntico aire caribeño en De qué callada manera, el poema de Nicolás Guillén al que Pablo Milanés le puso melodía.
"¿Saben cuánto pesa un oso polar? Lo suficiente como para romper el hielo. Es malo el chiste, pero doy por roto el hielo y los invito a cantar. Necesito coros", soltó Villamil para que la acompañen palmas y voces en Santa Rita, otro tema propio, cantado e interpretado.
Luego llegó el tango Volvé, que mereció una aclaración inicial: "Estoy completamente en desacuerdo con esta canción, porque es una letra de un machismo recalcitrante y retrógrado. Yo la cantaba hace mucho, pero cambié, porque todo cambia. Además, soy actriz y puedo fingir".
Para entonces, mitad del recital, ya nadie dudaba de su paso por por la actuación, aún cuando no la hubiera visto nunca ni en cine ni en televisión. Por si no alcanzaba para ver a una actriz cantando, llegó Se dice de mí, en homenaje a Tita Merello, y una versión casi "unplugged" de Desde el alma.
Villamil encadenó después Vendrás alguna vez, el mexicanísimo Volver, volver y la desgarradora Maldigo del alto cielo, en la que Violeta Parra volcó todo el dolor de una malograda historia de amor. El final de esta canción, probablemente el punto más alto de la noche, puso de pie a La Trastienda y sinceró a Villamil: "necesitaríamos un intervalo ahora, pero fuimos a buscar y no había".
La cambio en el ánimo vino de la mano del bolero Así nomás, la ductilidad con O samba e o tango —un homenaje a Carmen Miranda— y la poesía del mejor nivel con Biromes y servilletas, que Leo Maslíah dedicó a Montevideo y sus poetas.
Esa misma versatilidad es la que exhibieron los músicos, todos vestidos —como ella— de riguroso negro: Santiago Castellani en trombón, Daniel Maza en bajo, Augusto Argañaraz en batería, Facundo Guevara en percusión, Ervin Stutz en trompeta, Añejo von der Pahlen en saxo, Gerardo de Mónaco en contrabajo, Juan Tarsia en piano y Federico Siciliano en acordeón, todos dirigidos por Teixidó.
La canción y el poema, esa otra historia de amor frustrado entre Idea Vilariño y Juan Carlos Onetti; la copla española Ojos verdes; la nueva Mi condena y Baldosa floja acercaron el final, que la misma Villamil postergó con una exhortación al público a que pidiera más.
"Bueno, no teníamos nada pensando pero vamos a improvisar algo más", bromeó la actriz-cantante. Y el buen humor siguió: "Resulta que los discos se venden. Así es el capitalismo. Y mañana es el Día de la Madre... Y quizás alguien lo quiera poner ahora en el auto al regreso y revivir algunos momentos de esta noche...".
Para los bises quedaron La vida seguirá, un tema propio de este último disco, y Chamarrita de una bailanta, de Alfredo Zitarrosa. "Grabar un disco y presentarlo es todo un viaje, un periplo. Y esta parada está buenísima", cerró Villamil. Y tenía razón: la parada estuvo buenísima.
La casa discográfica Bis Music celebró el Día de la Cultura Cubana con la presentación oficial de Álbum blanco para Silvio Rodríguez, un disco colectivo que reúne once canciones escritas por el cantautor en su juventud, interpretadas por artistas de Cuba, América Latina y España. La producción recupera piezas poco conocidas y propone nuevas lecturas sobre su universo poético y musical.
Casi cuatro décadas después de su estreno en Ámsterdam, la cantata Dialecto de Pájaros del compositor Patricio Wang revive en Chile con una versión revisada por su autor. Una obra mística y vanguardista que regresa para cerrar un ciclo pendiente en la historia musical de Quilapayún y Patricio Wang.

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