Como es costumbre, el día martes fue para el Chaqueño Palavecino, el cantor del chaco salteño, que una vez más entró a anfiteatro José Hernández a caballo. Pablo Lozano, el homenaje a Los Tucu Tucu de Martos y Pérez, Opus 4, Los del Suquía y Claudia Prirán también fueron los protagonistas de la quinta noche del Festival.
![]() El Chaqueño Palavecino ingresando al predio a caballo.
© Paul Amiune
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Cuando todavía resuenan los ecos de la actuación de Los Tekis en el festival, la noche del lunes (que en venta de entradas superó a la de Jorge Rojas) una nueva jornada amaneció un tanto lluviosa en Jesús María, con mucha gente en las calles. Como ya es costumbre desde hace años, el día martes pertenece al Chaqueño Palavecino. Todo ronda en torno al salteño que supo ganarse el corazón de las chicas y también de un gran porcentaje del público masculino, que acude al Festival a verlo. En algún sentido El Chaqueño representa al gaucho, a la cuestión cotidiana del poncho, las botas y el caballo. Imagen que representa en buena medida a este Festival. En sus canciones, ronda ese espíritu del encuentro, el vino y la amistad. Para las mujeres, jugar con la imaginación al son de lo que canta, es toda una aventura. Desde jovencitas hasta señoras mayores (las más numerosas), mueren por ese hombre de gran porte, como si fuera una especie de adonis del gauchaje, el símbolo del macho argentino.
La noche del martes tiene otro color, acaso un poco diferente a las demás noches del festival. Desde temprano la gente se agolpa en las puertas del anfiteatro José Hernández para encontrar un lugar cerca del escenario, las heladeritas con bebidas abundan un poco más que otros días y las vinchas y sombreros con el nombre del protagonista se venden como pan. Hay un poco más de gente que otros días, y la taquilla lo dice y la visión lo representa: salvo las populares más altas, que tardaron en llenarse, cerca de las diez de la noche el público era tupido. También el bullicio es más intenso que otros días, y los aplausos (a cualquier músico que suba al escenario) más fuertes. Todo esto genera el Chaqueño Palavecino que, aunque su convocatoria ha mermado con el correr de los años, aún puede decir que Jesús María lo espera.
La jornada del martes comenzó con la presencia de los Opus 4 por primera vez en el festival, otra perlita de lujo para un festival cuya característica musical en su mayoría no es precisamente la presencia de conjuntos vocales. Sin embargo, el cuarteto logró el silencio necesario para el disfrute de esas voces maravillosas que ya cumplieron 45 años con la música.
Claudia Pirán regaló su voz y su simpatía a un público por demás accesible y aplaudidor de los artistas de esta noche y que se quedó en este caso, con ganas de más, y Los del Suquía recordaron grandes momentos de la histórica agrupación que hoy tiene entre sus integrantes a los hijos de los fundadores.
Lo más emotivo se vivió con el homenaje que realiza la otra parte de Los Tucu Tucu (Coco Martos y Roberto Pérez) acaso el más auténtico de los que rondan por los escenarios en estos días. (el sábado pasado actuó Calos Sánchez, la otra “pata vocal” del cuarteto tucumano) luego, la banda de gendarmería local Raúl Cuello desplegó un abanico chacareras, sayas y carnavalitos, dirigida por el alférez músico Hernán Fernández. Todo el anfiteatro se puso de pie para bailar.
El campo de la jineteada tuvo algunos momentos intensos, aprovechando al público entusiasmado que hasta formó dos hinchadas para disfrutar de un partido de pato (el deporte nacional) a cargo del equipo de Gendarmería Nacional. Con respecto a las competencias, lamentablemente hubo un accidente en la última vuelta de la noche. El jinete Ignacio Mansilla cayó del caballo mientras participaba de la categoría crina limpia. Todavía (a la hora de escribir esta crónica) se esperaban los partes de los médicos
Cerca del final, Pablo Lozano logró ponerle entusiasmo a la espera del artista de la noche. En el cierre de su actuación logró despertar la emoción nuevamente, al cantar el vals Córdoba en Otoño.
Apenas tocando las dos de la madrugada, la tranquera del campo se abrió para dejar paso al Chaqueño Palavecino que, como es costumbre ingresó al predio a caballo. Venía al trote desde Colonia Caroya, escoltado por agrupaciones gauchas y una gran cantidad de público. Cuando subió al escenario, la noche solo fue para él. Los ojos, las manos y los cuerpos fueron atraídos por el escenario como un imán. Con trece músicos (y por primera vez en los festivales de verano, sin la presencia del músico Oscar Chato Bazán, quien falleciera en el mes de octubre, y cuya trayectoria al lado de Palavecino llevaba 25 años), el grupo salteño Imán y un coro de miles de cantores, sonaron los acordes de Cielo Terrenal, mientras el verde del campo se colmaba de público. Cerca de las cuatro de la mañana, cuando ya habían pasado casi dos horas, las luces seguían encendidas mientras el público se retiraba lentamente, todavía cantando el estribillo de Amor Salvaje y La ley y la trampa.
La cantautora Judit Neddermann y el guitarrista Pau Figueres presentan un nuevo álbum conjunto, con doce canciones en castellano, catalán, portugués y francés, grabadas en directo en estudio. Entre ellas, una nueva versión de Vinc d’un poble con Joan Manuel Serrat y temas originales que combinan pop, folk, jazz y música popular brasileña.
El cantautor chileno Patricio Anabalón lanza el single Danza con la participación de Silvio Rodríguez, en una obra producida por Javier Farías y enriquecida con los aportes del Cuarteto Austral, Felipe Candia y otros destacados músicos e ilustradores; en un encuentro generacional de la canción de autor.
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