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Los Necios (VIII)

Víctor Heredia: ...Y además tiene la voz que tiene

por Reiner Canales y Dino Pancani el 15/05/2009 

Podríamos comenzar a hablar de Víctor Heredia —como lo vamos a hacer—, enumerando lo que ya muchos conocen: miembro importantísimo de la canción argentina, ganador de importantes premios artísticos en su país, ha vendido más de un millón de discos, canciones suyas (Sobreviviendo, Todavía cantamos, Razón de vivir) tienen el status de clásicos del cancionero latinoamericano.

Pero en nuestro caso, esos datos, siendo importantes, son casi contingentes. Víctor fue nuestro primer entrevistado, el que nunca puso un “pero”, el que nos llamó para saber de qué se trataba, el que respondió por fax e in extenso nuestras preguntas, el primero que nos deseó suerte. Esto no se olvida. Un abrazo, Víctor.

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¿Cómo es el lugar dónde creció, se desarrolló, y cómo ha influido ese lugar en su arte y su persona? Nos imaginamos que debe ser un lugar con fuerte presencia natural, porque en sus letras hay muchas metáforas de estados anímicos transformados en fenómenos naturales; aparecen muchos animales, etc.

 

V.H.: Nací en un barrio de la Capital Federal que se llama Monserrat; allí viví hasta los 9 años, rodeado de edificios y bajo los pequeños rectángulos de cielo que se recortaban entre los mismos. Allí aprendí a cantar, repitiendo las canciones que los obreros de una imprenta, que funcionaba en el fondo de casa, me enseñaban. Mi vocación por la música arranca desde allí, desde ese humilde, casi melancólico, lugar de mi infancia.

 

El espacio, el verde de los árboles, el inmenso cielo y el campo, llegaron con la nueva casa en Paso del Rey, un sitio distante a 34 km de la Capital Federal; allí la sensación de libertad y de ser parte del planeta me ganaron el espíritu y confieso que entonces fui un niño feliz, rodeado por mis padres, mi hermana María Cristina y mi abuela paterna. Allí crecí y maduré entre mis amigos y los que no lo eran, entendí que la vida era más complicada que las propias creencias, y que la belleza siempre estaba ofreciendo su esencia como un trofeo extraordinario para quienes eran capaces de percibirla.

 

Independientemente de aquella naturaleza pródiga, que indudablemente impactó mi corazón, hubo otras [influencias] intelectuales que despertaron en mí deseos de asentar en un papel todo lo que veía por entonces. Los poetas españoles, los americanos como Guillén, Vallejo, Girondo, Dávalos, Tejada Gómez, y el más querido, el que me hacía volver a la poesía y su emoción amada, Pablo Neruda, que desde su sencilla concepción de la palabra me dio las pautas para entrelazar la geografía con el hombre y sus vicisitudes, su lucha por sus libertades y sus derechos.

 

Alguna canción que recuerde por su dificultad para terminarla.

 

V.H.: Recuerdo que durante toda la etapa de la dictadura militar en Argentina, quería escribir una canción que expresara mis sentimientos acerca de la pérdida de confianza en un ejército que desde niños habíamos sido educados para venerar desde las acciones de nuestros libertadores, San Martín, Belgrano, etc. Estuve casi cuatro años dándole vueltas y vueltas al tema, hasta que una mañana de casualidad leo un artículo sobre los coleccionistas de soldaditos de plomo. Inmediatamente recordé mi propia infancia y relacioné el hecho con mi intención de entonces de hacer una canción que hablara de los valores perdidos frente a los crudos sucesos de la política militar en la vida social argentina, La canción finalmente nació y fue una de las más amadas por el público argentino. Su nombre es “Aquellos soldaditos de plomo”.

 

Y siguiendo con lo anterior: Qué canción o qué que lo haya hecho ver la capacidad de la canción para transmitir sentimientos e ideas.

 

V.H.: Las canciones son capaces de transmitir sentimientos o ideas si son auténticas, si son verdaderas. Nada se puede inventar en ese terreno. Lo que queremos transmitir será posible si somos fidedignos reproductores de las expectativas y sueños que toda una sociedad tiene. Las más bellas y más amadas canciones suelen ser sencillas. Creo que en mi caso una canción de paz como “Sobreviviendo” expresa claramente una necesidad que abarca un sueño de toda la humanidad. Ese sueño es auténtico, luego la canción es bienvenida por todos.

 

Sus influencias en poesía y música.

 

V.H.: Mis más grandes influencias en poesía creo que han sido aquéllas que mencioné en la primera respuesta; podría, sin embargo, agregar que Atahualpa Yupanqui fue un maestro que modificó mi punto de vista desde la humildad y sencillez con que construía sus canciones. La música de este hombre y la de otros artistas populares de mis país, como Antonio Tormo, César Isella, Daniel Toro, fueron grandes influencias en mi carrera. Luego la interacción y la amistad que existe desde casi treinta años con amigos como Serrat, Alberto Cortez, Silvio y Pablo, aunque con estos dos últimos la relación comienza recién en el ochenta y cuatro. Con León [Gieco], que es más joven, recién me conecto hace ocho años. Patricio Manns, Alfredo Zitarrosa, la maravillosa obra de Víctor Jara. Creo que todos nos hemos escuchado, nos hemos visto crecer, hemos admirado y analizado desde lo estético nuestras obras, y a la vez estas han sido influenciadas por músicas de las más distintas latitudes, nos ha llevado seguramente a emular no sin esfuerzos el trabajo de los compañeros, para, al menos, no quedar demasiado despegado de las más bellas propuestas musicales y poéticas de nuestros amigos contemporáneos.

 

La influencia y convivencia con otros cantautores, de su país o extranjeros.

 

V.H.: La convivencia con alguno de los compañeros ha sido extraordinaria. Mi antigua amistad con Zitarrosa, con Joan Manuel Serrat, con Alberto Cortez, la más reciente con León, me ha dado la enorme posibilidad de disfrutar de pensamientos humanos de gran solidaridad para con el prójimo, me han permitido reelaborar mi propia manera de pensar en innumerables oportunidades, dándome una visión más amplia del mundo y su devenir, y también, para mi alegría, me han confirmado algunos de mis pensamientos acerca del esfuerzo y la actitud del hombre para modificar aquellas cosas que lastiman a la humanidad. El afecto y la amplitud que nos reúnen siempre es motivo de felicidad y espero que ellos sientan lo mismo respecto del amor y la admiración que siento por el trabajo que ellos como artistas desarrollan.

 

¿Qué distingue a la canción de otras formas expresivas?

 

V.H.: La canción tiene la palabra y este elemento valiosísimo es parte de una elaboración de conjunto que incluye los códigos de una sociedad en permanente crecimiento, por lo tanto, el impacto masivo de una canción es tan poderoso, como rápida la respuesta de quienes reciben el mensaje a través de los medios de comunicación. Por otra parte, el idioma, la capacidad para engarzar las palabras y expresar metafóricamente un pensamiento, un suceso, un sentimiento, le otorgan a la canción un rol destacadísimo e inmediato frente a las otras expresiones, lo que no quiere, bajo ningún punto de vista, decir que la canción sea un mejor medio de expresión, sino que su recepción, por parte de la sociedad, es evidentemente más elocuente.

 

¿Hasta qué punto la música es un espejo de la realidad social?

 

V.H.: La música es, sin lugar a dudas, una expresión íntima y personal, que coloca al individuo frente a los demás desnudando su sentimiento más profundo. Si este sentimiento expresa una visión aun cuando subjetiva de la realidad, es evidente que aun deformada esa expresión, está configurando un reflejo. Es lógico, entonces, asumir que la música, al igual que otras expresiones, es parte de un todo que refleja, según la visión del artista, esa realidad.

 

La honestidad o autenticidad de la mirada respecto de esa realidad es parte de un análisis que la historia se encarga de dirimir, según la capacidad de la sociedad y su experiencia.

 

Después de la revolución de las flores, ¿qué se le ofrece a la juventud de los 90 y qué se ofrece ésta a sí misma?

 

V.H.: El movimiento pacifista de los sesenta fue una clara expresión de repudio a las propuestas beligerantes de los gobiernos de entonces. Los jóvenes artistas representaron entonces los deseos y expectativas de una sociedad que se negaba a ser cómplice de la violencia y la incomprensión, ofreciendo una alternativa distinta a la ceguera con que aquellos dirigentes enfrentaban la problemática socio-política de aquellos años. Al igual que en los setenta, la canción fue el vínculo amoroso entre lo popular y lo intelectual. La resistencia a las dictaduras y sus ferocidades fue claramente expresada en las propuestas de unidad y de lucha que perfumaron todo nuestro continente.

 

Los noventa son años de aprendizaje; los medios de comunicación están empeñados en hacerles creer a los jóvenes que el rock es la única línea de expresión válida para los nuevos tiempos. Algunos incluso llegan a afirmar que los únicos revolucionarios del pasado fueron parte de esa corriente, ignorando olímpicamente la entrega y valentía con que muchos otros integrantes de movimientos musicales ajenos a la corriente rockera enfrentaron la censura y la persecución. Lo doloroso de estos años es la falta de reconocimiento que existe sobre una música que ofrendó lo mejor de sus artistas en defensa de los derechos que sostienen desde la democracia a esos mismos medios, incluido el rock. Creo que la falta de información, el desconocimiento y un relajamiento de la memoria, hacen de los tiempos que corren una especie de híbrido social del que sólo unos pocos artistas pueden escapar y así lo demuestran con sus obras. Sin embargo, tengo confianza en la capacidad de los jóvenes para rescatar las cosas esenciales, y entre ellas el papel honrosísimo que desempeñó la “nueva canción” en una época que quedará plasmada por siempre en las más hermosas canciones populares de nuestra tierra.

 

La crisis actual es sólo eso, una crisis de crecimiento que servirá como catapulta para tiempos más claros y mejores.

 

¿El mercado es un factor condicionante de la creación?

 

V.H.: El mercado condiciona al artista cuando él mismo lo permite. La capacidad de soslayar las exigencias de venta o de márketing es parte inherente al auténtico deseo de construir una obra que satisfaga en un principio a quien la realiza. Las expectativas de las compañías grabadoras suelen ser honestas y respetan a quienes son coherentes con su postura. La obra no es un bien programable, una canción es un hecho trascendente cuando quien la escribe está íntimamente ligado al devenir de la vida y a los sucesos que lo rodean. Esa verdad es visible y también interesante para los productores de discos. Lo bueno y verdadero también se vende, pero tiene una diferencia con lo comercial: trasciende y se instala en la sociedad y su memoria popular.

 

¿El artista crea para satisfacerse o para satisfacer a otro?

 

V.H.: Generalmente crea para satisfacerse, pero la intención próxima es la de comunicarse con los otros y ser aceptado.

 

La poesía presente en la música de los cantautores hispanoamericanos suele ser hermética y decimos esto sin ánimos peyorativos. ¿Es una obra dirigida a la minoría intelectual?, ¿su poca masividad debe tomarse como una falencia o cualidad?

 

V.H.: Es cierto que algunas obras son en apariencia herméticas, pero no todos los cantautores hispanoamericanos lo son. Nunca las minorías pudieron abandonar su clasismo; ese elitismo hizo desaparecer artistas que ahogaron su talento enfrascados en conformar a esos pequeños grupos. No es una cualidad, a veces es un destino, un camino elegido, la sensación de pertenecer a algo especial; pero la otra, la canción popular perfuma con alegría a la sociedad toda y se nutre de ella porque es hija dilecta de los hombres y mujeres de un mundo sencillo y poderosamente esencial.

 

Cuando una obra de arte se evalúa, ¿es más sólida la aceptación de la gran masa o de una minoría intelectual?

 

V.H.: En todo caso es el tamiz de la historia el que elige la permanencia de una obra y su belleza. El peso de las mayorías maneja desde ya esa elección; sin embargo, hemos asistido en el tiempo a la falta de reconocimiento sobre algunas obras, que generaciones posteriores reconocieron como extraordinarias, cuando los contemporáneos la ignoraron. Una obra puede ser evaluada desde afuera según el gusto de cada testigo, pero su verdadero valor reside en la emoción que produce en su creador. ¿Quién puede modificar la tragedia en la vida de Van Gogh, su sufrimiento por su fracaso como artista?, ¿acaso el precio de sus obras hoy en día lo salvaría de ello o modificaría un solo suspiro de felicidad en el momento de pintar?, ¿la soledad?, ¿la locura? Lo único posible de evaluar es justamente esa relación que nutre la obra de la misma coherencia que profesa su creador.

 

Los cantautores asimilan mucho la belleza de la tristeza, la melancolía y la nostalgia. ¿Es acaso la alegría un estado minusvalorado, que no convoca tanta inspiración?

 

V.H.: La alegría de la lucha, esa es la cuerda que tensa el arco. El motor de todo. La melancolía también se refiere a eso. Al exacto convencimiento de que vendrán tiempos mejores que esta pasión por la belleza perdida, por la tristeza de no ser satisfechos, la nostalgia de un mundo que los artistas conocen y saben que existe. La utopía, la leyenda de lo inalcanzable, aquello que un día nos va a conformar y cuyo espacio añoramos y al que cantamos con tristeza, porque no está. La alegría de la lucha está presente aun en esa aparente derrota que plantean los escépticos.

 

Antes las canciones tenían ideas y verdades casi mesiánicas, ¿para los 90 es la duda la fuente de inspiración?

 

V.H.: Los noventa son el descanso de los fragorosos ochenta. En esos años, los pueblos de América libraron una lucha ciclópea contra las dictaduras. Los que sobrevivimos, clavamos las banderas de la libertad y los derechos en mitad de cada plaza tomada. La democracia es el legado más hermoso que pudo haber hecho al futuro nuestra generación. Los que viven en los años que corren, saben que están parados en ese legado y seguramente van a fortalecerlo. Las canciones de hoy nos hablan de las dudas con que los jóvenes ven el mundo que han recibido y en el que van seguir viviendo en el futuro. La inspiración nunca está lejos de lo cotidiano y la problemática actual genera en todos nosotros una ansiedad muy marcada sobre lo ambiental y lo ecológico. La preocupación es justa. ¿El mundo soportará tanta estupidez?

 

En un fenómeno —quizá no tan nuevo— existen hoy grupos de rock y otros ritmos que no son los característicos de la “canción de protesta”, pero que en sus letras son tan comprometidos como el que más. ¿Qué le parece esto?

 

V.H.: Me parece maravilloso que las nuevas generaciones tengan en sus canciones referencias a la actual sociedad y su problemática. Es tiempo de que ellos inicien la crítica a lo que les sucede tal cual hiciéramos nosotros en nuestra etapa, que por suerte todavía nos dura y nos permite también opinar.

 

Usted tiene una voz poderosa, de tenor. ¿Estuvo en su horizonte alguna vez el canto lírico?

 

V.H.: Alguna vez lo pensé, pero fue sólo un pensamiento, aunque con Lito Vitale y para un disco muy especial, grabé una canción de Donizetti (Una furtiva lagrima).

 

De dictadura a democracia, no sólo cambian los gobiernos, también cambian las personas y los artistas. ¿Qué cambió en Ud. como persona y artista?, ¿qué cambió en sus letras?

 

V.H.: Cambié de ciudadano de segunda a ser uno de primera. La democracia te abre las puertas de tus derechos y eso obviamente produce en cada uno una sensación especial. Creo que en todos nosotros renació la alegría y eso también modificó nuestra visión del entorno. La libertad es algo que el individuo aprecia por encima de muchas otras cosas e influye sustancialmente en su ánimo.

 

¿Cómo es su relación con la religión? Se lo preguntamos porque incluso en los artistas más progresistas, se mantiene la imagen o, al menos, la palabra “dios”, quizá porque la enseñanza básica en nuestra América y en España también, tiene como ramo prácticamente obligatorio “Religión”.

 

V.H.: Yo tuve especialmente una educación religiosa en mi infancia, prácticamente me crié con curas de la orden de los Franciscanos. Mi barrio en Paso del Rey era muy humilde y la única posibilidad de tener una piscina gratuita era la de usar la del convento. Por entonces esa relación motivó mi curiosidad y oficié de monaguillo en la pequeña capilla del pueblo.

 

Mi colegio secundario y las vicisitudes políticas me acercaron al pensamiento marxista-leninista y desde allí a mi concepción socialista y aliancista hubo un trecho que define mi vida. Dios es parte de aquella infancia feliz y está allí junto con los recuerdos bellos, como un viejo amigo al que nunca recurro por necesidad, sino con quien discuto desde la dialéctica y mi concepción de la vida, su existencia en mí. Creo en los conceptos del Cristo hombre, aquél del sacrificio y de las enseñanzas, porque en los tiempos que corren otros Cristos se han sacrificado y han sido también crucificados frente a nosotros.

 

¿De dónde, cómo, de quién... nace su compromiso social?

 

V.H.: Un individuo es lo que es, a pesar de él mismo y por él mismo. No voy echarle la culpa a nadie de lo que soy. Creo que no me gustan muchas cosas de las que veo y mi sensibilidad me obliga a manifestarme.

 

Hablemos sobre un par de canciones suyas. Todavía: ¿Todavía cantamos, Víctor? ¿Quiénes serían ese “nosotros” que sigue cantando y qué es lo que todavía canta? Sobreviviendo: ¿Sigue siendo ésta una época de sobrevivencia? ¿de dónde nace la fuerza, la resistencia, la esperanza? Además, nos gustaría que nos contara la historia de estas canciones, las experiencias que las invocaron.

 

V.H.: El pueblo, su interminable heroísmo canta. Los que amamos la libertad, aquéllos que estamos vivos y sabemos que el futuro es posible a pesar de los traidores. Todavía cantamos porque el silencio sería un cobarde acompañamiento para quienes dieron sus vidas por nuestra democracia. Cantamos por la lucha y su destino de victoria, la paz.

 

La esperanza mueve nuestros pies cada mañana, nuestras manos en el trabajo, nuestros sueños cada segundo, es parte de la vida; ignorarla sería terrible, no saber que está allí acompañándonos, absurdo. Creo que el hombre nuevo está aquí, ha nacido de la resistencia, se ha hecho fuerte sobreviviendo en las peores condiciones.

 

Estas canciones son parte de la historia compartida con mi gente, sus esperanzas, su sacrificio y su dolor. Están escritas desde la propia experiencia, desde mis desaparecidos, desde el llanto de mi madre, desde mi propio llanto, desde el miedo y el enorme esfuerzo para superarlo. No tienen otra historia más que ésa.






 
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