Este miércoles se presentó en la sede de la SGAE en Barcelona el Anuari 2013 de la Música, un completo repaso en cifras de lo que representó el mundo de la música en Cataluña en el 2012 y su comparación con años anteriores. Algo parecido a la Matanza de Texas pero con menos sangre y más muertos.
![]() Presentación del Anuari 2013 de la Música en la sede barcelonesa de la SGAE. En la mesa de izquierda a derecha: Agnela Domínguez, directora de Comunicación y Actividades de la SGAE zona mediterránea; Albert Bardolet, director del Área de Música del Instituto Catalán de las Empresas Culturales (ICEC) del Departamento de Cultura de la Generalidad de Cataluña; Lluís Gendrau, director editorial del Grupo Enderrock; y Jordi Gratacós, presidente de la Asociación Profesional de Representantes, Promotores y Managers de Cataluña (ARC).
© Enderrock
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Lluís Gendrau, director del grupo Enderrock, uno de los coeditores del Anuari 2013 de la Música, iba desgranando cifras con profesionalidad, huyendo radicalmente del amarillismo y sensacionalismo tan propio de ciertos informativos de televisión. Y eso es lo que daba más miedo. "Esto está mal, aquello peor, lo otro ni lo cuento..." pronunciado con una sonrisa muy lejana al histrionismo y con la convicción de que los datos que exponía —y sus posteriores conclusiones— eran rigurosos y objetivos convertía una rueda de prensa en una película de terror.
Le faltó el "lasciate ogni speranza, voi ch'entrate" (Abandonad toda esperanza, los que aquí entráis), ese cartelito que, según Dante, está colgado en la puerta del infierno. Y la verdad es que no hay para menos. Unas cifras aterradoras de un sector que no podrá soportar a corto plazo —músicos, mánagers, productores, diseñadores, fotógrafos, periodistas... tienen la mala costumbre de comer tres veces al día y vivir bajo un techo— la debacle económica que está suponiendo la crisis económica por un lado y por otro la precisión quirúrgica del gobierno del PP —tan torpe en otras cosas— en extirpar todo intento de culturalizar y formar a la población.
Después tomó la palabra Jordi Gratacós presidente de ARC (Asociación Profesional de Representantes, Promotores i Mánagers de Cataluña), el otro coeditor del Anuari, legítimamente desesperado por la situación del sector que representa pero olvidando entonar el mea culpa por los errores cometidos.
Se quejó, datos en mano, de que el público catalán se haya acostumbrado a no pagar por los espectáculos en vivo ignorando que el sector al que representa potenció el trabajar con la administración pública cuando eso dejaba buenos beneficios. Lamentó también que hoy en día no haya dinero público para contrataciones después de que el sector basara buena parte de sus ingresos en estas aportaciones que ahora ya no existen.
Es evidente que la causa de esta catástrofe no se encuentra entre los representados por Jordi Gratacós, pero que buena parte de ellos viva todavía anclado en el siglo XX tampoco ayudará a mejorar las expectativas. Falta formación —reconocía el presidente de ARC— pero falta algo más urgente: voluntad de formarse. La frase "las cosas han cambiado y jamás volverán a ser como antes" se ha convertido ya en un refrán. En esta historia los actores han cambiado los papeles y pocos parecen haberse dado cuenta. Con la desaparición de las discográficas alguien debe asumir la promoción. Con los recortes en la administración pública hay que cambiar de "compradores". Hay que buscar nuevos públicos, nuevos mercados, nuevas oportunidades. Y algunos sí, pero no todos están por la labor.
Luego le llegó el turno a Albert Bardolet, director del área de Música del gobierno catalán, que recordó la situación financiera de la administración pública catalana y que, pese a ello, están intentando hacer lo máximo posible con los escasos recursos de los que disponen. Y seguramente es verdad. Fue además el único que dio un mensaje de optimismo: "No estoy de acuerdo con Lluís Gendrau en eso de que 'la música en vivo está herida de muerte'. La música siempre estará viva". Pocos le creímos, pero entiendo que ese tipo de mensaje está incluido en su sueldo.
Toda buena película requiere un buen desenlace. Agnela Domínguez, segunda de a bordo en la SGAE de la zona mediterránea nos dio el "susto final" de cualquier filme de terror que se precie al declarar que si esas cifras nos parecían malas, las del 2013 serán mucho peores.
En otras palabras: si os ha gustado la Matanza de Texas, el año que viene preparaos para la Matanza de Texas II, con más vísceras, más sangre y más muertos. Esperemos que quede alguien para rodarla. Y para verla.
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