El cantautor chileno Gepe, se presentó la madrugada de este jueves en el festival de Viña del Mar (Chile) con bailarines que llevaban atuendos de las típicas danzas folklóricas bolivianas, como la diablada, los caporales, la morenada, el tinku y los tobas, en una extraña coreografía al borde de la parodia que encendió las redes sociales y al gobierno de Bolivia.
El cantautor chileno Daniel Alejandro Riveros, más conocido como Gepe, se presentó la madrugada de este jueves en el festival de Viña del Mar, Chile, con bailarines que llevaban atuendos muy estilizados de las típicas danzas folklóricas del país, como la diablada, los caporales, la morenada, el tinku y los tobas, en una extraña coreografía al límite de la parodia.
Gepe, nacido en Santiago de Chile el 28 de septiembre de 1981, es un músico, compositor y multi-instrumentista, generó una serie de reacciones negativas en su presentación por parte de decenas de bolivianos en las redes sociales, que expresaron su indignación tanto por el Facebook como por el Twitter, entendiendo que el artista chileno "ridiculizaba" el folklore boliviano y se "burlaba" de la cultura boliviana.
Gepe desde el inicio de su carrera presentó una inclinación musical muy diversa, no obstante esta peculiaridad del cantante chileno desató la indignación de bolivianos dentro y fuera del país, que calificaron como una burla y ofensa al pueblo boliviano su presentación en Viña del Mar.
Por su parte el ministro de las Culturas boliviano, Pablo Groux, exigió este viernes disculpas del festival nacional por el "uso inadecuado" de los trajes de las danzas andinas utilizadas durante el show.
"Expresamos formalmente la indignación que generó en el pueblo boliviano y en sus autoridades una desafortunada coreografía (…) y exigimos a los organizadores de este festival una disculpa al pueblo boliviano", dijo la autoridad.
El cantautor y poeta extremeño Pablo Guerrero, autor de A cántaros, murió a los 78 años en Madrid tras una larga enfermedad; su obra unió canción, poesía y compromiso político durante más de medio siglo.
En un Palau Sant Jordi abarrotado, Joaquín Sabina se despidió de Barcelona con un concierto que fue al mismo tiempo un inventario de vida y un abrazo multitudinario a través de veintidós canciones que, tras más de medio siglo de carrera, ya no le pertenecen solo a él.
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