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Presentación de «El Día de Suerte de Juan Gómez»

El Kanka y un día de suerte para Barcelona

por Miquel Martínez Herrero el 21/05/2014 

El Kanka presentó su flamante segundo disco en la barcelonesa Sala Bikini. Junto a sus dos escuderos, El Manin y Álvaro Ruiz, el cantautor malagueño hizo las delicias de sus seguidores interpretando prácticamente todo el nuevo álbum combinado con clásicos más añejos de su repertorio.

El Kanka con Álvaro Ruiz.  © Jota sk Fotografia
El Kanka con Álvaro Ruiz.
© Jota sk Fotografia

 

El Kanka volvía a Barcelona con nuevo disco bajo el brazo y flanqueado por sus dos socios: El Manin, percusionista, showman y excelente corista, y su nuevo fichaje, el jovencísimo y brillante Álvaro Ruiz, encargado de las guitarras solistas y las segundas voces.

 

Había ganas de degustar en directo este El Día de Suerte de Juan Gómez, y la trinidad Kanka-Manin-Ruiz se puso a ello sin rodeos, empezando con seis cortes del álbum. La antiheroica Espero que disfruten de mi sufrimiento, cuya divertida letra podría firmar Woody Allen, dio el pistoletazo de salida, y a continuación, con la preciosa Vente, el trío hizo gala de su solvencia y atrevimiento vocal, defendiendo sin problemas algunos arreglos algo complejos a tres voces y una aventura en falsete. También merece un comentario la canción: Vente es la pieza escogida para cerrar el nuevo álbum y puede con semejantes galones y con lo que le echen. Un caramelo delicado, fresco, resultón y con una pizca de comercialidad bien entendida.

 

Tras la reivindicación del derecho de cada uno a "hacer lo que le salga del cipote" con No jodan la marrana llegó Con el permiso de ustedes, una auténtica declaración de principios muy crítica con los mercenarios del arte. Con Vengas cuando vengas y Me alegra la vista, El Kanka se ventiló la mitad del nuevo álbum en la primera media hora. Era el momento de echar mano a algún clásico, y el elegido fue Qué bello es vivir, que obtuvo un mayor feedback de un público que todavía no ha tenido tiempo de hacerse suyas las nuevas canciones.

 

Al ver la entusiasta sala coreando la letra, la química entre los tres músicos, la gran complicidad público-artista, a uno le parece vislumbrar un estado de feliz madurez artística y de éxito trabajado y creciente, de hormiguita, del señor Juan Gómez Canca. Puede que esté llegando su día de suerte. Gran letrista y compositor, muy buen guitarrista y cantante; personalidad y carisma y, una virtud no menos importante, El Kanka va de acierto en acierto a la hora de elegir los músicos que le acompañan. Por un lado, ya conocíamos al simpatiquísimo Manin, un tipo que demuestra que se puede ser versátil y aportar quilates al show con tan solo un kit básico de percusión. Cajón, segundas voces, voz principal si el guion lo requiere, incluso beatbox, y por supuesto, espontaneidad y esa gracia sureña son los ingredientes con los que El Manin, a pesar de no tener ninguna ansia de protagonismo, se mete al público en el bolsillo concierto tras concierto.

 

Y mención aparte merece Álvaro Ruiz. La acertada incorporación de una segunda guitarra amplía muchísimo las posibilidades de las canciones y aleja definitivamente a El Kanka del perfil de cantautor más poeta que músico, de versos y tres acordes. Estamos hablando de poesía, claro está, pero también de música en mayúsculas, algo que no todos pueden decir. Álvaro coloreó las canciones con melodías, solos, fills y todo tipo de arreglos, y a sus 22 años demostró toneladas de talento y desparpajo. Dio la sensación de que, a pesar de su juventud, está más que capacitado para asumir su 33%. Ya en las primeras canciones se hicieron patentes sus tablas, pero fue cuando agarró el rol principal por un momento, con su canción Una de Bandoleros, cuando la media Bikini que no le conocía quedó gratamente sorprendida. Bocanada de aire nuevo, aplauso y ovación entregados. Con un sonido mucho más flamenco que el resto del show, Álvaro cantó, paralizó y emocionó, pillando desprevenido a más de uno. Le bastaron cuatro minutos para seducir y empujar a varios Kankeros a llevarse a casa un disco más de lo previsto. Por cierto, bonito gesto de El Kanka el ceder por momentos el protagonismo a sus dos compadres, tanto en el escenario como en el stand de merchandising, donde se podían adquirir (y volaron) las maquetas de El Manin y del dúo Álvaro Ruiz-Alberto Leal.

 

El momento Manin llegó con su simpática Vivencia de convivencia, un canto humorístico a las parejas jóvenes que, con más ganas que dinero, se aventuran a irse a vivir juntos. Su enésima demostración de gracia y carisma. La parte final del recital combinó cortes nuevos con pesos pesados como la coreadísima Canela en Rama y la negroide Refunk. Cerró el setlist el single del nuevo disco, la cabreada A Desobedecer, una festiva incitación a la rebelión que, obviamente, va muchísimo más allá del trillado panfleto político barato.

 

Tras una merecida ovación, el trío regaló dos bises a una Sala Bikini que presentaba una buena entrada sin llegar al llenazo y que, como dijo el mismo Kanka, "suena de la hostia aunque por fuera parece la Estrella de la Muerte". A dieta de dietas culminó el 11 de 12 del nuevo disco, una presentación en toda regla. Y el clásico hiperventilado Lo mal que estoy y lo poco que me quejo, mitad canción mitad trabalenguas, puso el punto y final a otra noche de oro. Otro regalo de Kanka y compañía a la noche barcelonesa.

 

Casi dos horas de concierto llenas de humor, buenas canciones y buena ejecución. Un par de resbalones de El Kanka con la letra y algún problemilla de Álvaro con el jack de su guitarra fueron los únicos y minúsculos "peros" en un muy buen recital. El Kanka sigue caminando y creciendo, aunque no en las proporciones que muchos creemos que merece. Un país en el que el PP gana por mayoría absoluta y el libro más vendido es del de Belén Esteban —famosilla de televisión cuyo mérito es haberse acostado con un torero— parece que te está queriendo decir algo. Pero si El Kanka no se convierte, a medio plazo, en uno de los grandes de nuestra escena, he aquí otra demostración de que somos país estúpido, donde se ríen las gracias al cateto televisivo de turno y no se aplaude y se apoya como es debido a las ideas frescas y al talento. Porque desde hace años, las visitas de Juan Gómez Canca y sus secuaces a la capital catalana se han convertido en cita obligada para los afortunados que conocemos su obra. Se han convertido en caviar, se han convertido en el día de suerte de Barcelona.






 
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