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55 Festival de Folclore de Cosquín 2015

Terminó el festival de Cosquín 2015. Lumbre y penumbra

por Pao de Senzi/Boletín Folklore el 03/02/2015 

La edición 55 del festival mayor de folklore llegó a su fin. El cierre con los Manseros Santiagueños dejó en claro que lo folklórico también convoca multitudes, y no hay que temerle incorporando propuestas que nada tienen que ver con el espíritu del festival. Una vez más las peñas fueron el bálsamo.

Ligia Piro © Paul Amiune
Ligia Piro
© Paul Amiune

 

Ligia Piro canta Esa Musiquita, un chamamé de Teresa Parodi que habla de esa manera que tiene nuestra música de acercarse y acercar al pueblo. Más allá de la voz de Ligia, un oasis entre tanto ruido, luminarias y gritos de arenga, el mensaje está claro, la música del pueblo (esto es, el arte con contenido), es la que hace a un festival crecer y reinventarse.

 

La última luna de Cosquín es una especie de resumidero de cosas que han pasado en el festival. La memoria filtra y vuelve a contar esos momentos en los que esa musiquita fue del pueblo. Fueron pocos en esta edición, signada por movimientos políticos, intereses económicos, desprolijidades, ingreso de lo más chabacano de la farándula, desplantes de la televisación, y sobre todo, un sobrevuelo por la década de los noventa, la que hizo que el festival tocara fondo y resurgiera luego con los años, pero con los pies en la cornisa.

 

El ida y vuelta con el público estuvo en su mayoría signado por el pedido de palmas, el grito, la tocada exageradamente fuerte y la demagogia de artistas que ponen énfasis en la diversión, a veces cercana al ridículo, como el caso de los jujeños de La Cantada, que tienen de mascota a un peluche que, más que digno de un festival de folklore, debería formar parte de algún programa para niños.

 

La apuesta a los decibeles y el baile, redundó en temas repetidos (como La Chaya o la Zamba para Olvidar), mientras en la gatera hay una cantidad de composiciones clásicas que pueden ser incluidas en los repertorios. Claro que, para eso hay que tener sentido de búsqueda, algo que en la mayoría de los artistas que forman parte de las carteleras festivaleras —y en Cosquín se nota aún más —, escasea. Incluso, un clásico de los artistas que participaron del festival y que pertenecen a otro palo, como María Marta Serra Lima, Coki Ramírez, fue recurrir a los trillados temas de siempre, para conseguir el aplauso fácil y el coro de la platea.

 

Este fue un Cosquín frío y distante, a pesar de ese contacto que los productores y conductores asociados al festival y la comisión quieren imponer en su discurso, y que destacan a partir de la venta de entradas. Es cierto que hubo noches multitudinarias, como la de Abel Pintos, Los Manseros, Luciano Pereyra y Los Tekis, pero habría que rever hasta que puntos algunos representan con su arte el espíritu folklórico del festival. La conducción, hizo agua por todos lados.

 

Maia Sasovski, y Fabián Palacio, a quienes se sumó en las últimas lunas Alejandro Fantino, son figuras que no están en condiciones de llevar adelante un festival de folklore de esta magnitud (Maia con muchos errores de base, y Palacio quedándose sin voz en cada salida), mientras detrás hay tantos presentadores y conocedores del género, con vuelo propio, sin libretos, que jamás insisten en llamar a cuanto músico sube al escenario "amigo", ni se les nota la diferencia que marcan entre sus "amigos" y los otros, ni arman un show propio, como es el caso de Fantino y sus relatos de fútbol folklórico. El presentador de un festival es, justamente quien guía el mismo, no el protagonista de la noche. De todos modos, para una comisión que se fija en otras cosas, la conductora de los vestidos suntuosos, que confunde al Cortazar de la feria con el escritor (sólo una cuestión de tildes), es Embajadora Cultural del Festival a partir de este año.

 

Curiosidades en las consagraciones

 

Está claro que las consagraciones de este año fueron parte de esa puesta en escena de una comisión que ignora por completo lo que sucede en la movida cultural del país. Uno de los grupos que mereció el premio por el trabajo que viene haciendo a lo largo de los años, fue La Callejera. En el caso de Sergio Galleguillo, ésta es la segunda vez que recibe un premio. En el 2002 había sido elegido consagración junto a su grupo Los Amigos, del que él era cabeza visible y protagonista absoluto. El saludo y anuncio de Palacio del regreso de la chaya a Cosquín para el año próximo (que el ex intendente Villanueva había exiliado a Punilla por coincidir con el festival), pasó desapercibido por algunos, pero para otros fue una confusión entre el término consagrado y la devolución de favores.

 

Y para terminar con el tema de los premios, la sorpresa fue el grupo formoseño Quorum (el tercer consagrado) que con una propuesta liviana, que tuvo en su actuación una tibia respuesta de la gente, recibió un galardón que ni el grupo se creyó. El manto de piedad, lo pusieron las revelaciones, que este año fueron para el excelente músico Javier González, ganador pre Cosquín categoría solista instrumental y el Conjunto de Malambo El Arriero, en danza. Los Manseros Santiagueños recibieron el Camin por su trayectoria.

 

Momentos brillantes y oscuros

 

Lo bueno de esta edición, no llegó, justamente de la mano de las nuevas incorporaciones, pensadas por la comisión quien sabe con qué fin. De esos momentos hay varios para destacar: Las delegaciones de Salta, Santa Fe y Santiago, y los homenajes a sus referentes, Paola Bernal y su set junto a músicos cordobeses, el homenaje a Chango Rodríguez con músicos cordobeses en la segunda luna, y con Raly Barrionuevo en la séptima, Pedro Aznar, Jairo, Baglietto y Vitale, Algarroba, Coplanacu, Rubén Patagonia, Antonio Tarragó Ros, Mariana Carrizo, Orlando Veracruz, Bruno Arias, Ligia Piro, Víctor Heredia, Emiliano Zerbini, Joselo Schuap y Mario Bofill. Abel Pintos, Soledad, Luciano Pereyra, Los Tekis y El Chaqueño Palavecino, convocaron a públicos seguidores y pusieron sobre el escenario buenos números artísticos, cada uno en su estilo. Los 4 de Córdoba, Los Manseros y Los Carabajal, llegaron con sus historias y su espíritu provinciano al festival, y pusieron un manto de piedad a momentos olvidables, como la participación de Chicharrón, Miguel Ángel Cherutti, Aníbal Pachano y la Niña Loli. En el orden de los que cayeron de paracaidistas al festival, María Martha Serra Lima acompañó a Por Siempre Tucu, el homenaje de Coco Martos al cuarteto tucumano. Serra Lima dijo tener raíz tucumana, (por eso, se supone que debería gustarle el folklore) e interpretó canciones folklóricas y algunos boleros, de impecable blanco sentada en medio de los cuatro músicos. Las ausencias de Jorge Rojas, Los Nocheros y León Gieco, por distintos motivos, fueron evidentes siendo reemplazadas por números que en esta edición sería mejor olvidar.

 

En cuanto a lo organizativo, la comisión se lleva los laureles en cuanto a los tiempos. De acuerdo a la promesa de no extender el festival hasta altas horas del amanecer, cumplió, cerrando todas las noches cerca de las 4 de la mañana, y brindando espacios más extensos a artistas menos convocantes. Poner a Los Manseros en la última luna fue una buena decisión, considerando que siempre es la menos convocante. Pocas veces se vio la plaza tan llena como lo estuvo la novena luna de este año. Una edición de los noventa en que estuvieron Los Nocheros cuando pasaban por su mejor momento fue la última que se recuerda como la más taquillera. Y otra para destacar, es juntar a todos los ganadores del pre Cosquín en una noche, la de Abel Pintos, justamente la más convocante.

 

La edición 2015 del festival de Cosquín, funcionará entonces como bisagra. Si de todas las críticas que recibió el escenario mayor de folklore este año, los encargados de llevar adelante este festival sacan en concreto que no sirve llevar al festival hacia el ridículo y lo chabacano, el bolero, y los personajes faranduleros para que resurja de las cenizas, entonces tendremos un festival cada vez más alejado de su esencia, donde primará otra historia. Si Sergio Galleguillo es la figura funcional por generar eso de que "hay que cantar canciones para que la gente se divierta" entonces primara la fiesta antes que la palabra. En ese caso, los artistas que este año resistieron sobre el escenario mayor, seguirán volcándose a ese otro Cosquín que resurge en las peñas, en los patios y en las guitarreadas de la tarde. Esperemos que el duende coscoíno traiga sensatez y mentes abiertas a los cambios necesarios, y tengamos un Cosquín 2016 digno de aquellos hombres que lo mentaron.

 

Las peñas, un lugar de resistencia

 

Es la última noche, y las calles de Cosquín se inundan de bolsos, valijas, mochilas, corridas, abrazos y despedidas. La terminal bulle a las diez de la noche, con los que llegan para ver a Los Manseros —serán los encargados del cierre de la última luna— y los que se van temprano, antes del final del festival, a sus lugares de origen.

 

En las peñas, como si el tiempo no pasara, van llegado para el brindis final músicos, público, periodistas. Los escenarios peñeros siguen funcionando hasta el amanecer y aún en la plaza, el histórico conjunto santiagueño emociona a una multitud con sus voces y sus canciones. Ellos mismos, irán luego a despedirse del público que los acompañó en las nueve lunas en el local ubicado sobre la calle Catamarca, al costado de la Próspero Molina. Detrás, sobre la Tucumán, otro festival: El Sol del Sur, la peña de Paola Bernal y el Solo y Acompañado de Peteco Carabajal, compartieron noches emotivas, de alto nivel artístico y comunión con la gente, distantes de lo que sucedió sobre el escenario Atahualpa Yupanqui.

 

Más lejos, cerca de la terminal, Néstor Garnica propuso la Fiesta del Violinero y La Callejera La Peña que Baila, dos clásicos que desde hace unos años, vienen reemplazando, como espacio para los bailarines, a la histórica peña del Dúo Coplanacu. Fue Julio Paz, uno de ellos, quien en el escenario del patio de Pao Bernal, afirmó que ese lugar era la continuación de aquella propuesta en cuanto a encuentro y nivel artístico. Paz rememoró su peña con la esperanza de encontrar en el Sol del Sur, un espacio fuera del escenario mayor, vapuleado por intereses ajenos a la cultura. Otros lugares de encuentro fuera de la plaza, fueron la Peña Los Coplorados, La Casa de Emerger (programada por hombres de la comisión anterior del festival), El patio de la Piry (lugar de encuentro y poesía), la casa de Alejandro Visconti y La Salamanca.

 

La madrugada se acerca a Cosquín, Ya es lunes y los refucilos llegan desde el norte y anuncian tormenta. Acaba de apagarse una edición más del festival del país. La lluvia cae para lavar las heridas, y regar los brotes de una cultura que surge desde otro lugar alejado de las cámaras de televisión que enfocan el gran escenario. Es el brote de esperanza que todos los años crece, latente en el centro del Valle de Punilla.






 
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