"Taxirik ez" es la décima entrega de una obra que Jabier Muguruza puso en marcha hace 15 años, cuando empezó su carrera en la canción de autor. Ya entonces, con "Boza barruan" -guitarra, contrabajo y acordeón acompañando a la voz-, impactó a la escena, recibiendo el elogio unánime de profesión y crítica.
Durante todos estos años, el cantautor vasco Jabier Muguruza ha ido entregando una serie de discos que, sin excepción, destilaban un concepto tremendamente personal: intimista, elegante, sensible y reposado, partiendo siempre de textos de un nivel extraordinario.
Muguruza consigue una propuesta musical que conjuga tintes jazzísticos, con textos poéticos, y melodías exigentes cantadas en una lengua minorizada —el euskera—, y aun así ha sido capaz de mantenerse en el tiempo. Es cierto que parece harto difícil, pero el apoyo de esa gran minoría, que se acerca a la obra de Jabier cada vez en mayor número, son la garantía de esa forma de éxito.
"Taxirik ez" nos dice el título en esta ocasión, y es verdad que ya en la primera escucha podemos comprobar que, en efecto, en la obra no hay taxis hacia la mediocridad que nos ahoga, no hay taxis hacia el conformismo artístico y tampoco hacia la insensibilidad que a diario nos agrede en estos tiempos brutales.
Jabier Muguruza vuelve a sorprender por la lucidez y coherencia de su discurso literario-musical, acompañado, una vez más, por ese equipo de profesionales de lujo, que tantos años llevan trabajando codo con codo junto al irunés. En el apartado musical Txema Garcés (bajo y arreglos), Ángel Unzu (guitarra acústica), David Gómez (batería), Mireia Otzerinjauregi (voz) y Roberto Yaben (guitarra eléctrica). En los textos, Iñaki Irazu, Harkaitz Cano, Bernardo Atxaga, Gerardo Markuleta, José Luis Padrón e Iban Zaldúa.
"Taxirik ez", es luminoso y lúdico, tras el anterior "Konplizeak", inevitablemente marcado por la muerte de su padre.
El cantautor y poeta extremeño Pablo Guerrero, autor de A cántaros, murió a los 78 años en Madrid tras una larga enfermedad; su obra unió canción, poesía y compromiso político durante más de medio siglo.
En un Palau Sant Jordi abarrotado, Joaquín Sabina se despidió de Barcelona con un concierto que fue al mismo tiempo un inventario de vida y un abrazo multitudinario a través de veintidós canciones que, tras más de medio siglo de carrera, ya no le pertenecen solo a él.
Notas legales
Servicios
• Contacto
• Cómo colaborar
• Criterios
• Estadísticas
• Publicidad
Síguenos