Solos, con guitarra y voz, despojados de la parafernalia pop y eléctrica que convirtió al tropicalismo en un movimiento musical de resonancias planetarias, Caetano Veloso y Gilberto Gil ofrecieron anoche un notable e íntimo concierto en ese estadio en el que recorrieron las canciones que construyeron en más de medio siglo.
Télam | Pedro Fernández Mouján - Acompañándose mutuamente en algunos recorridos o proponiendo versiones en solitario, pero siempre cercanos en la actitud y el gesto, los dos músicos fueron entregando algunas de las gemas cancionísticas que los distinguieron, arrancando con Back in Bahia, un tema de 1972 de Gilberto Gil que habla de la vuelta a Brasil luego del exilio forzado en Londres al que tuvo que marchar con Caetano Veloso en 1969.
Luego de esa canción interpretada entre los dos, llegó el turno de la ensoñadora y bella Coraçao vagabundo que a mediados de los 60 grabaron juntos Caetano y Gal Costa, y luego pasaron por Tropicalia y Marginalia.
El recorrido fue tan amplio que abarcó desde la que Caetano dice fue una de sus primeras canciones (E de manhá), grabada por su hermana María Bethania en 1964 hasta As camelias do Quilombo do Leblon, un tema aún inédito, que Caetano y Gilberto compusieron en medio de esta gira titulada Dos Amigos, Un Siglo de Música.
Lo novedoso del concierto no residió en los personajes ni en las canciones, escuchadas ya en infinidad de oportunidades la gran mayoría de ellas, sino en el formato de guitarra y voz.
Lo novedoso del concierto no residió en los personajes ni en las canciones, escuchadas ya en infinidad de oportunidades la gran mayoría de ellas, sino en el formato de guitarra y voz
Esta lejanía del pop eléctrico que trajo el tropicalismo o de las formas más camarístico-orquestales que Caetano visitó con Jacques Morelenbaum dirigiendo su banda o, incluso, del extremo experimento de su última banda Ce, situó a los músicos mucho más cerca de lo propiamente brasileño.
Los modos de tocar la guitarra, las entonaciones, la voz, la gracia melódica y armónica que resaltaron en este formato íntimo que los dos músicos atravesaron con sobrado talento, pusieron de manifiesto, de forma mucho más evidente, el sustento y la raíz brasileña de sus músicas.
Sin electricidad, parecieron estar más cerca de João Gilberto y de Egberto Gismonti, por trazar dos extremos posibles; de la samba y la bossa, de los tambores del norte cuando Gilberto acompañó su voz percutiendo sobre la caja de la guitarra en un elaboradísimo registro.
No faltaron ni Sampa, ni Leoncinho ni Terra o Eu vim da Bahia, Sao Joao Xango o Super Homen, todas con registros precisos, cálidos, cercanos.
Hubo belleza y novedad en una apuesta que se propuso desnuda, sin escenografía, sin vestuario de ocasión, sin juegos de luces.
Ellos dos, que marcaron a fuego la música del continente desde sus apariciones en la turbulenta década de los 60, solos con guitarra y voz en la que parece una vuelta a la raíz más profunda de sus músicas; casi una apuesta familiar, íntima, con la cercanía de las canciones cantadas en los patios y que condensan recorridos de siglos, construcciones populares inmensas en unos acordes y unos versos.
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