Con la presencia de varios íconos de la provincia, la noche del viernes se pobló de bailarines y cantores que convirtieron al anfiteatro José Hernández en un gran patio de tierra.
![]() Raly Barrionuevo.
© Paul Amiune
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"Chacarera sos mensaje, de mi tierra santiagueña / aromada de tuscales, florcita de hierba buena", cantaba Raly Barrionuevo allá por las tres de la madrugada bajo el cielo estrellado de Jesús María.
Ese Mensaje de Chacarera, de Horacio Banegas, fue una de las obras elegidas por el artista de Frías para la primera parte de su presentación en el Festival de Doma y Folklore, y el hilo conductor de una noche en la que, si vale el término santiagueñidad, hubiese tenido ese título. Los más fieles representantes contemporáneos de Santiago del Estero fueron los encargados de traer la esencia de la provincia, sus tradiciones, su música y sus costumbres
La jornada arrancó bien temprano con Gustavo Chazarreta intérprete y compositor de obras que vienen sonando fuerte y un compromiso profundo con su raíz y su tiempo; luego llegaron Los Duendes de la Pacha y Tula, propuestas jóvenes e interesantes para ponerle música a la que sería otra de las noches más convocantes del festival. (a las 23 horas ya se hablaba de 11 mil entradas vendidas).
En cada uno de sus artistas, una parte de la historia, la esencia y la tradición de Santiago estuvieron sobre el escenario: el compromiso con Mario Álvarez Quiroga, la familia con El Carabajalazo, la amistad y la hermandad con el Dúo Coplanacu, el talento con Néstor Garnica y los nuevos sonidos con Raly Barrionuevo. Cada uno de ellos entregó momentos destacados en la noche del viernes.
Mario Álvarez Quiroga (siempre, uno de los más pedidos por el público de Jesús María) abrió la noche para la televisión, junto a una banda que aporta la dosis necesaria para que la voz del cantor llegue más fuerte con su mensaje. Luego de recorrer un repertorio de temas propios, cerró con un emotivo homenaje a Juan Saavedra, con la chacarera que lleva el nombre del bailarín.
Luego llegaría una parte mínima de la familia Carabajal, —aunque no menos importante—, con su historia, con los clásicos que todos cantaron y una muestra de la Marcha de los Bombos comandada por Eduardo Misoguchi que abrió y cerró la presentación de Cuti, Roberto, Graciela Musha, Kali, y Walter Carabajal junto a Blas Sansierra. Una banda de músicos formada por la segunda línea —los más jóvenes— de la familia acompañó esas que todos sabemos: La Telesita, Cuando me abandone el alma, Imposible, Córdoba es un poema, Escondido de la Alabaza, Atamisqueño, Puente Carretero, Dejame que me vaya y un homenaje a Horacio Guarany (que este año tuvo que suspender su actuación en el festival por problemas de salud) con una emotiva versión de Si se calla el cantor en las voces de Los Carabajal. Para el cierre, Mario Álvarez Quiroga, —quien también a fines de los ochenta formó parte del conjunto fundado por Agustín y Carlos Carabajal—, se sumó al escenario para cantar Penas y Alegrías del amor clásico que grabaron juntos en uno de los últimos discos del cuarteto.
Mientras se llevaban a cabo las últimas competencias de jineteadas de la edición 51ª (hoy sábado será la definición, con…. primero,
Julio Paz y Roberto Cantos de Coplanacu aprontaban instrumentos sobre las tablas del Martín Fierro. Otros representantes de la santiagueñidad, la hermandad y la amistad, que están cumpliendo 30 años de carrera con un nuevo disco, Mayu Maman, que ofrecieron esta vez en Jesús María: Bienahiga con el mocito, Pelusitas de totora, Flor del olvido, Queñalita y el que da nombre al disco. El dúo se presentó junto a Julio Gutiérrez en violín, Emilio Pasquini en bajo y Omar Peralta en bandoneón, llevando esas "canciones que hablan de nosotros" —como dijo Paz— para el que quisiera bailar y también escuchar; "sin estos últimos no tendría sentido cantar", dijo el bombisto del dúo.
Néstor Garnica fue el próximo en llegar al escenario de Jesús María, un clásico de la noche santiagueña, que con su violín, viaja entre el huairamuyo y la zamba, entre el huayno y el bailecito, siguiendo la propuesta de la noche: convertir al anfiteatro José Hernández en un gran patio santiagueño.
Raly Barrionuevo sería el encargado de cerrar la noche para la televisión (para después de su actuación estaban anunciados Las 4 Cuerdas), como en los tiempos no muy lejanos en que, cuando las cámaras se apagaban, él aparecía con su guitarra para armar una peña en el campo de la jineteada hasta el amanecer. Esta vez, la primera parte de su set (para bailar) la dedicó a la televisión, recorriendo las canciones de sus primeros discos: Melodía Viajera, Alma de rezabaile, El Guajchito, Mensaje de Chacarera, Chacarera del Chilalo, Un pájaro Canta, El Olvidao (ensayando aquí un pequeño cambio de letra, a propósito de la dedicatoria al autor, Duende Garnica: "del duende no se acuerdan dicen que nunca lo vieron/ que ya no es de aquí, que ya no tiene remedio…"), Corazón de Lechiguana, y El Gato del Festival; luego vendrían las zambas: Tu regreso, De mi madre, Zamba y acuarela, Luna cautiva.
Las primeras palabras de la noche llegaron luego de la maratón de chacareras, gatos y escondidos: "tenemos un montón de tiempo para tocar, así que esto va a seguir un rato más", como anunciando que la noche sería larga. De tanto en tanto, Raly abordaba otras latitudes geográficas y musicales, con el repertorio más cercano a la canción de autor o el más eléctrico (como en la guajira Hasta Siempre, para el Che Guevara), apoyado en su banda.
Casi a las 3 y media, cantó Niña Luna, aquel bello tema de su disco Ey Paisano. Y para ese momento, ese Raly Barrionuevo que antes invitó a mover los pies al ritmo de una chacarera, se hundía en el corazón de la multitud, casi susurrándole al oído.
![]() El Dúo Coplanacu.
© Paul Amiune
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