¿Guitarra española? ¿Bajo? ¿Arpa? ¿Combinación de sonoridades de todos ellos? Lo cierto es que este original instrumento africano de cuerda llamado kora y nacido de una calabaza como el coche mágico de Cenicienta, junto a otros materiales del entorno rural africano, aporta también cada una de las sonoridades de esos 'colegas' musicales.
PL | Antonio Paneque Brizuela - La mística de la kora, este instrumento surgido a partir de la agricultura, la caza y la ganadería, resulta más tangible si se razona el origen africano de los ritmos ancestrales y su vinculación mediante la fusión con otros más actuales como el soul, el reaggae, el funky y otros de origen latino.
Infaltable en ceremonias, reuniones y fiestas, por muy raro que pueda parecer este instrumento musical fuera de países de África occidental como Senegal, Costa de Marfil, Malí y Guinea, es ubicado por expertos africanos y de otras latitudes entre los más conocidos de la región.
¿Alimento e instrumento musical?
Por las causas de su origen y las consecuencias de su existencia, la kora contribuye, al mismo tiempo, a la música y a la alimentación de los africanos, por fabricarse a partir de una baya como la calabaza, uno de los productos agrícolas imprescindibles de aquella empobrecida región.
La confección sigue el clásico empleo humano de elementos del entorno para satisfacer sus necesidades, pues a una mitad del fruto de la calabacera se le añade una cubierta de cuero de res para completar la caja de resonancia, y un puente de madera con muescas para transmitir la vibración de las cuerdas sujetas a un mástil.
Aunque al principio eran finas tiras de tripa de cuadrúpedos como el antílope, hoy día son por lo general las habituales del arpa, tanzas de nylon para pescar, muchas veces trenzadas en busca de grosor. Versiones modernas como las de la región sureña senegalesa de Casamance añaden hasta cuatro cuerdas para el bajo.
Instrumento del corazón de África
Entre sus excepcionalidades, acorde con ciertos intérpretes, sobresale la de que un músico experimentado puede tocar, al mismo tiempo, sonoridades como el ostinato (repetición insistente en una obra) y los solos improvisados, en lo cual influye que 11 de sus 21 cuerdas tradicionales se tocan con la mano izquierda y 10 con la derecha.
El uso de la kora tiene además matices sociales, religiosos y tradicionales, pues está ligado a los llamados griots o jelis (djeli o djéli en francés), juglares, trovadores, poetas y narradores cuyos textos muchas veces mágicos sintetizan el legado oral y la memoria de sus pueblos.
La interpretación de ese instrumento también puede acompañarse con la de otros como el balafón (idiófono de teclado de madera), mientras su afinación se realiza mediante el desplazamiento de anillos de cuero a lo largo del puente para lograr una de las cuatro escalas de las siete notas.
Entre los intérpretes que consideran a la kora como un instrumento ubicado entre el arpa, la guitarra española y el bajo sobresale el senegalés Djiby Cissokho, quien también la caracteriza de 'instrumento del corazón de África'.
Cissokho, por cierto, es uno de los creadores de la región que demuestra las posibilidades combinatorias de la kora con otros ritmos, pues su música se basa en la fusión de la música ancestral africana con ritmos como soul, reaggae, funky y otros de origen latino.
La lista de los grandes músicos africanos de la kora está integrada también por el lutier gambiano Alieu Suso.
La cantautora catalana Lia Sampai, originaria de las Terres de l'Ebre, se encuentra en la antesala del lanzamiento de su tercer álbum de estudio Un Delta fràgil, previsto para el 18 de abril y del que acaba de presentar su segundo single.
La trovadora chilena Elizabeth Morris emerge una vez más con su nuevo trabajo, Los ojos del corazón, un álbum que refleja un proceso creativo de introspección y madurez artística.
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