Pablo Milanés actuó la semana pasada en el Palau de la Música de Barcelona en el marco del Festival del Mil·leni continuando con su gira "Esencia" que inició a mediados de 2018, un concierto sin riesgos, aunque no por ello menor.
![]() Pablo Milanés.
© Xavier Pintanel
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No sé en qué momento ni de qué manera Pablo Milanés se cayó del altar de los dioses mayores del Olimpo de la Trova.
Quizá fuera por sus constantes achaques de salud, hoy feliz y aparentemente superados. Quizá por su fallida aventura con la Fundación que llevaba su nombre —fallida por motivos burocráticos y políticos; que no artísticos, en los que alcanzó la excelencia— y que le llevaron a perder militancias y energía. Quizá por sus declaraciones posiblemente cargadas de razón, pero hechas en el lugar y en el momento inoportunos que acabaron con algunas lealtades y no pocas complicidades.
O quizá fue, finalmente —y en cierta medida a consecuencia de lo citado anteriormente—, cuando Pablo dejó de asumir riesgos. Riesgos en sus textos con apenas algún apunte crítico anecdótico y riesgos en su música y en sus armonías.
Pablo Milanés actuó la semana pasada en el Palau de la Música de Barcelona en el marco del Festival del Mil·leni continuando con su gira "Esencia" que inició a mediados de 2018, un concierto sin riesgos, aunque no por ello menor.
![]() Pablo Milanés en el recinto modernista del Palau de la Música en Barcelona.
© Xavier Pintanel
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Efectivamente Pablo Milanés paseó por el recinto modernista esos "Días de gloria" que, contrariamente a lo que dice su canción, no parecen haberse ido del todo. El trovador cubano, aunque quizás con un timbre un poco más de trazo grueso, mostró una potencia de voz y una afinación intactas; además de una fuerza que fue in crescendo hasta alcanzar intensidades de tiempos pasados en el tramo final del concierto.
Letras blancas, aunque no por ello menos sensibles y poéticas. Nostalgia, el paso del tiempo y la muerte como derrota final que tuvo en Ivonne Téllez al piano y Caridad R. Varona al chelo y coros el acompañamiento ideal, lejos de algunas estridencias del pasado derivadas del uso y abuso de samplers y violines eléctricos. Unos arreglos elegantes y una ejecución contenida y pulcra que dieron un vestido íntimo y nuevo a canciones eternas.
Canciones, algunas de ellas poco habituales en su repertorio pero que Pablo ha querido recuperar como Matinal, Plegaria, Hay, En saco roto, Carta a un amigo lejano —dedicada a Quico Pi de la Serra, presente en el concierto—, La felicidad, Canción de cuna para una niña grande, Todos los ojos te miran o Amor de otoño. También, como no, temas clásicos y antológicos no ya de su obra sino del cancionero cubano y latinoamericano como Si ella me faltara alguna vez, La soledad, Mírame bien, Canción, Ya ves, Yolanda, Para vivir, Amor, Años o El breve espacio en que no estás; y un solo estreno, Vestida de mar, una bella canción con La Habana como protagonista.
No sé en qué momento ni de qué manera Pablo Milanés se cayó del altar. Pero vale la pena seguirle rezando porque, a pesar de todo, sigue haciendo milagros.
![]() Pablo Milanés rodeado por las musas del Palau de la Música en Barcelona.
© Xavier Pintanel
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La cantautora Judit Neddermann y el guitarrista Pau Figueres presentan un nuevo álbum conjunto, con doce canciones en castellano, catalán, portugués y francés, grabadas en directo en estudio. Entre ellas, una nueva versión de Vinc d’un poble con Joan Manuel Serrat y temas originales que combinan pop, folk, jazz y música popular brasileña.
El cantautor chileno Patricio Anabalón lanza el single Danza con la participación de Silvio Rodríguez, en una obra producida por Javier Farías y enriquecida con los aportes del Cuarteto Austral, Felipe Candia y otros destacados músicos e ilustradores; en un encuentro generacional de la canción de autor.
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