Septiembre de 2008
El gran mérito de un cantautor, del compositor de canciones, es saber empatizar con su tiempo y darle poesía. Pero mayor reto aún es adelantarse a los convencionalismos, romper la tela de araña que pende tantas veces entre sociedad y visibilidad, y alzar la voz: a favor o en contra.
La extensa obra de Víctor Manuel se ha movido con asombrosa coherencia entre estas dos aguas, con altos y bajos, aciertos y errores, que, en definitiva, suman lo que hoy más que un cancionero es un género en sí mismo.
Porque para escribir piezas preñadas de sensibilidad como Canción pequeña hay que haber compuesto antes temas nada afortunados como Trasgu, no nos engañemos. Cruzar de un lado del río a otro, y viceversa. Ése es el verdadero combustible del artista: la búsqueda constante.
Primero, en su prehistoria musical, que también es la personal, poniendo voz (más voz que acierto, bien es verdad) a los versos de Fina de Calderón; luego, desnudando de tipismo y complejos, aunque suene una contradicción, el folclore de su tierra Asturiana, algo a lo que nunca ha renunciado en las cuatro décadas posteriores; y, más tarde, con el hombre ya hecho, encajando su creatividad en su espacio ideológico. La llamada canción protesta: la canción urgente, como él mismo la ha calificado en alguna ocasión.
Años setenta, años de plomo, pero de esperanza: "Con un voto no cambiamos casi nada", y por eso se abrazaba a su guitarra para dar voz a los que se la arrebató un tiempo: a un alcalde de su pueblo, a un maquis innominado, a poetas silenciados por la mordaza de los fusiles y del destierro, a aquella adolescente que dio su vida por la revolución del 34; pero también al speaker callejero de funestas profecías; al viejo coronel que sólo se reconoce en el reflejo de un vaso de vino; a los sueños, al amor, a la vida en libertad.
Todo poeta pasa del "yo" ("Se me amontonan, madre, los recuerdos") al "tú colectivo": los fantasmas personales dejan paso al quiste social, a la colmena sin resolver. De nuevo, pionero; de nuevo, voz para los ahogados: "Quién puso más", "Sara", "El club de las mujeres muertas", "Desde mi libertad", "Sólo pienso en ti", "Ustedes no me recuerdan", "Mujer de Calama"… Y, ay, el amor: de hijo, de padre, de amante, de ciudadano, y vuelta a la vida.
Víctor Manuel no es la cara B de ninguna luna. Es la discreción de la noche, que está hecha para soñar. Y sigue empeñado en aquello que le llevó en 1964 a una academia de música de la madrileña calle de Sagasta: "No hay nada mejor que escribir una canción".
Así sea.
La cantautora Judit Neddermann y el guitarrista Pau Figueres presentan un nuevo álbum conjunto, con doce canciones en castellano, catalán, portugués y francés, grabadas en directo en estudio. Entre ellas, una nueva versión de Vinc d’un poble con Joan Manuel Serrat y temas originales que combinan pop, folk, jazz y música popular brasileña.
El cantautor chileno Patricio Anabalón lanza el single Danza con la participación de Silvio Rodríguez, en una obra producida por Javier Farías y enriquecida con los aportes del Cuarteto Austral, Felipe Candia y otros destacados músicos e ilustradores; en un encuentro generacional de la canción de autor.
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