Septiembre de 2008
Los huérfanos de madre tenemos unas carencias afectivas curiosas. O al menos yo.
Recuerdo mi adolescencia como una larga etapa poblada por músicas anglosajonas. Externas. Me horrorizaba todo lo castizo, y de lo hispano casi solamente me atraían los folklores indígenas.
Hasta que un día escuché una voz especial. Algo que me sonaba a eso tan inexplicable que es el afecto. A nana. A cultura oral. A pasillo de mi casa. A pan recién amasado. A lo que debía haber conocido desde siempre pero que me era completamente nuevo. María Elena Walsh se convirtió desde entonces en algo más que una compositora, una cantante, una escritora. Más que una hermana, incluso.
Poco a poco comprendí que esa era una manera de comunicarse mucho más fértil, mucho más audaz y mucho más universal que la de tararear las músicas de los Beatles. Y me profesionalicé para seguir adelante con el mensaje afectuoso de la Walsh “Madraza del idioma, España mía, te venere yo ahora y en la hora de morirme de amor por las palabras…”
María Elena era y es la esencia misma de la lengua. La entraña de la música. No me hace falta verla para estar con ella. Cierro los ojos y la oigo. Oigo sus palabras, sus músicas. Permanentes. Inmutables.
La cantautora Judit Neddermann y el guitarrista Pau Figueres presentan un nuevo álbum conjunto, con doce canciones en castellano, catalán, portugués y francés, grabadas en directo en estudio. Entre ellas, una nueva versión de Vinc d’un poble con Joan Manuel Serrat y temas originales que combinan pop, folk, jazz y música popular brasileña.
El cantautor chileno Patricio Anabalón lanza el single Danza con la participación de Silvio Rodríguez, en una obra producida por Javier Farías y enriquecida con los aportes del Cuarteto Austral, Felipe Candia y otros destacados músicos e ilustradores; en un encuentro generacional de la canción de autor.
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