Noviembre de 2008
El exilio es un camino de dos direcciones. Y se suele hablar demasiado de la presunta generosidad de los pueblos de acogida y muy poco de aquello que los recién llegados aportan a sus nuevos vecinos.
En la década de los setenta llegaron a Europa una oleada de músicos latinoamericanos —especialmente argentinos, uruguayos y chilenos— huyendo de las condiciones de sus respectivos países y nos obsequiaron con aquello que mejor sabían hacer.
Gracias a ellos pudimos escuchar las primeras canciones —ahora ya leyendas en el imaginario colectivo— de la Nueva Canción Chilena, del Cancionero Argentino o de la Nueva Trova Cubana. Nos enseñaron que había otras formas de hacer y decir canciones. Se quedaron con nosotros hasta que nos las aprendimos.
Más tarde, cuando nos cansamos de ellos, cuando los creímos juguetes rotos, los condenamos a un segundo exilio: el de la desmemoria.
Un hermano trovador dice que la muerte tiene la llave de todas la casas y entra y sale cuando quiere, pero que el olvido sólo entra en donde se deja la puerta abierta. Fernando González Lucini es hoy el sereno que va cerrando las puertas para que no corran tan impunemente los vientos del olvido.
El trovador cubano Silvio Rodríguez dará inicio a su próxima gira latinoamericana con una presentación pública y gratuita en la escalinata de la Universidad de La Habana, el 19 de septiembre a las 19:00. El histórico enclave volverá a convertirse en escenario de la Nueva Trova, en un evento que marcará el punto de partida de una serie de conciertos por cinco países de América del Sur.
La cantautora mexicana Natalia Lafourcade actuó en solitario ayer domingo en el Liceu de Barcelona en el marco del Suite Festival, en un concierto cargado de emoción radical, depuración estilística, mestizaje sonoro, dramaturgia íntima y canción de autor en estado puro. Sílvia Pérez Cruz fue su invitada en sensible abrazo musical.
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