Uno de los principales motivos por los que desde hace ya años vengo amando la "canción de autor" en el sentido más amplio de ese género, y por los que me siento "enganchado" a ella, es por la capacidad que tiene para sorprenderme siempre, y cuando menos me lo espero.
Es cierto que, con el paso del tiempo, esa capacidad de sorpresa no se manifiesta ni todos los días, ni con la mayoría de los nuevos cantantes y las nuevas canciones con los que cotidianamente me voy encontrando.
María José Hernández es, sin duda, una de las compositoras e intérpretes de mayor calidad con las que cuenta, en la actualidad, nuestra "canción de autor".
María José Hernández, cantautora aragonesa, acaba de publicar su último disco titulado Las uvas dulces en el que interpreta trece canciones de José Antonio Labordeta. «Este disco —nos dice— no es un disco homenaje, ni un recopilatorio, es mi manera personal de manifestar el profundo respeto y admiración que siento por un hombre excepcional que supo como nadie ponerle voz a los sin voz, y estremecernos con cada una de sus palabras».
Pensar y escribir este artículo de hoy está siendo y va a ser para mí una experiencia muy hermosa y gratificante; y la feliz culpa de ello la tiene de este "cantautor" gallego.
En primer lugar me ha "encantao" escuchar a un "cantautor gallego" cantando en su propia lengua. Yo a estas alturas de la película de España y de mi vida, sigo reivindicando la importancia de nuestras lenguas como señas de identidad y como riqueza en la diversidad; y además lo reivindico desde este Madrid "cegato" y "ombliguero" donde escuchar cantar en gallego, en catalán o en euskera, hoy por hoy, resulta prácticamente imposible; situación muy distinta a la que vivimos en los años 70 en los que la diversidad lingüística como riqueza cultural nos hacía más humanos y más fuertes por la libertad y contra la dictadura.
Este coleccionador de cotidianidades y de latidos se llama César de Centi, y es un cantautor gallego que, como él mismo dice, lleva más de diez años haciendo canciones y pretendiendo devolverle a la canción algo de lo mucho que de ella ha recibido.
comisura de labios en cajas de zapatos,
antídotos contra diversos males,
cuerdas viejas de Chaouen y Silvio,
luz tenue de caricias de su cuerpo,
sueños de otros manuales de despedidas,
baches que a otros enseñaron a saltar.
Ayer tenía previsto hacer un artículo dedicado a Javier Maroto y, en concreto, a su disco recientemente publicado con el título de El cambio, pero cuando me dispuse a realizarlo, reparé, de una forma más consciente, en la gran calidad de su CD como "producto discográfico", tanto desde el punto de vista musical, como del diseño y de la edición.
La noticia me llegaba ayer de atardecida a través de Pablo Lacárcel; amigo común y, en realidad, feliz culpable de la grabación de "América herida", último disco de Germán Coppini.
que por doler me duele hasta el aliento.
Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.
Hoy voy a presentar y a comentar el primer disco que ha grabado el cantautor granadino Alberto Alcalá —titulado Ensayo y error—, y voy a hacerlo a partir de lo que me ha sugerido, y me ha hecho pensar y sentir, la imagen del extraordinario fotógrafo Gonzaga Manso que ilustra su cubierta y este artículo.
Hay que dejar pasar muchas horas, mucho "tiempo" en calma y en libertad —sin que "le envida la prisa"—, y hay que desechar muchas hojas escritas —cientos, como se puede observar en la imagen—, para que al final algunas de esas hojas emprendan su vuelo en forma de "canciones" —como en el caso de Alberto Alcalá— y se posen sobre nuestra sensibilidad, consiguiendo de verdad tocarnos el alma.
La audición del disco de Orlis –que me lo dio personalmente el pasado día 16, en mitad del concierto de "Los Maestros Cantores"– me ha vuelto a plantear –una vez más–, y me ha servido, para darle "otra vuelta de tuerca" a mis últimas reflexiones sobre la "canción de autor", y, más en concreto, sobre ese tipo de creador al que le atribuimos –o al menos, yo se le atribuyo– el nombre de "cantautor".
con los discos de Alejandro Sanz
una piscinita de champán
y un lujoso mágico chalet
me quería pasear por Chamberí
y brindarme un vino de burdeos
me quería llevar al Bernabéu
para ver jugar al Real Madrid
Me decía Orlis que te pasa
que nada quiere aceptar
yo le dije yo no quiero nada
nada material
Yo lo quiero es mucho amor
yo lo que quiero es tu corazón».
Hay discos que, cuando me llegan, me someten a una curiosa tensión, por una parte despiertan la necesidad de escucharlos enseguida –de devorarlos diría yo–; pero al mismo tiempo –como son discos tan esperados y tan deseados– siento la necesidad de no precipitarme; de encontrar el mejor momento para escucharlos; ese momento, "relajao" y tranquilo, en el que uno está dispuesto a dejarse zambullir sin límites en el mar interior de las emociones y de los sentimientos. En realidad, en estos casos, la audición de un disco es algo muy similar al fascinante juego y proceso de la “seducción".
La cantautora Judit Neddermann y el guitarrista Pau Figueres presentan un nuevo álbum conjunto, con doce canciones en castellano, catalán, portugués y francés, grabadas en directo en estudio. Entre ellas, una nueva versión de Vinc d’un poble con Joan Manuel Serrat y temas originales que combinan pop, folk, jazz y música popular brasileña.
El cantautor chileno Patricio Anabalón lanza el single Danza con la participación de Silvio Rodríguez, en una obra producida por Javier Farías y enriquecida con los aportes del Cuarteto Austral, Felipe Candia y otros destacados músicos e ilustradores; en un encuentro generacional de la canción de autor.
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