El colectivo Ovidi4, formado por Mireia Vives, Borja Penalba, David Caño y David Fernàndez, acaba de lanzar el libro-disco L’Ovidi se’n va a la Beckett, publicado por Propaganda pel Fet! en coedición con Sembra Llibres, y que recoge 79 de los 210 minutos que duró el concierto que tuvo lugar en la Sala Beckett de Barcelona la primavera del 2019.
Lo hacen desde la generación que nació bajo la democracia de la amnesia, la precariedad a perpetuidad y la orgía inmobiliaria y, desde esta perspectiva, es un reconocimiento a todas las personas, colectivos y músicos que —contra los grises planificadores del olvido y la marginación— han contribuido a rehabilitar la figura de este obrero de la palabra.
Sí, esto y así y sin saberlo, arrancó el día que Ovidi se fue de vacaciones y nos quedamos mudos medio de la calle.
Esto continuó desde márgenes y tangentes, sí, un 2006 cuando, contra la ley del silencio y los planificadores del olvido, jóvenes precarios desbordaron y llenaron un Palacio -el de la Música- para recordar al obrero de la palabra de Alcoi y desobedecer al absurdo.
Esto ha ido ensanchándose, boca oreja y gota a gota y para el desconcierto de gestores e inquisidores, cuando en 2015 el Año Ovidi se convirtió en una red arraigada de actos colectivos, reencuentros compartidos y resistencias comunes: desde abajo, nunca desde arriba.
El cantautor y poeta extremeño Pablo Guerrero, autor de A cántaros, murió a los 78 años en Madrid tras una larga enfermedad; su obra unió canción, poesía y compromiso político durante más de medio siglo.
En un Palau Sant Jordi abarrotado, Joaquín Sabina se despidió de Barcelona con un concierto que fue al mismo tiempo un inventario de vida y un abrazo multitudinario a través de veintidós canciones que, tras más de medio siglo de carrera, ya no le pertenecen solo a él.
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