Orilla
queja irremediable del mar, delirio febril en su hermosura
enigmático sollozo obsesionado de ruido
Tantas nubes aturdiendo el amanecer, furiosas de envidia
gritándole al cielo su ausencia, absurda y solitaria rivalidad
vanidad orgullosa de omnipresencia que dudas más tarde
bajo el dominio de la implacable gravedad
derraman pesadas lágrimas vacías sobre ruinas de piedras y caracoles
que adormecen la ausencia de un sonido
que ni conciencia urbana supuso por un instante