Ni A Sol Ni A Sombra


Secuestrarte, a una casa llena de nada con cama, música y palabras.
Y dejarte dormir sobre mí hasta que el sol de la siesta
traiga el silencio y nos deje salir, a escondidas de las miradas.
Las envidias y rencillas que a golpes me alejan de ti,
deseando volver a sentir tu reflejo sobre el espejo
del viejo Aguamanil.

Esperar a que llegue abril para perdernos en la Tailandia
de los elefantes de Surín a lomos de lo nuestro,
lejos de ojos ajenos que opinarán si fue o no fue el momento.
Romper con la eterna duda, no dejarte ni a sol, ni a sombra,
aún sabiendo que tú... Te vales sola.

Se acabaron los malos tiempos de deberte años de besos
que pago como puedo, con amores deprisa,
amores de quinceañero.
Nervios en los dedos y torpeza al desnudar,
la voz temblorosa al recitar y el tiritar de cuerpos calientes
que hasta por la mañana no se dejan de abrazar.

Son tronares y barruntos de un futuro que grita oculto,
que ya está harto de no estar juntos, de seguir siendo el segundo.
Llevarse de recuerdo los sabores de dos pieles
que no se sienten infieles y comulgan consigo
en las hostias de castigo que me da el no vivir contigo.

Gasto mi tiempo en buscar las palabras que quiero.
Y cuando creo haberlo conseguido, simplemente escribo
lo que saben los más pequeños: que si no estás...
Te echo de menos.