El mar de la tranquilidad


Hasta el lunes que viene
nada por hacer,
duermen los maniquíes
frente a los espejos.
El sol se fue al desierto,
la gente trepa
por los pechos de la noche adolescente
hasta su boca anciana.

Ausente de la prisa
el mundo es otra cosa;
el sábado, la vida
cambia de camisa y camisón.
Hay quien hará el amor
incluso sin pijama,
y así cae el telón
de la semana y la ciudad
se hace la manicura
y la locura se le va
vestida con un chándal azul cielo,
azul cielo.

Hacia el mar de la tranquilidad,
el mar de la tranquilidad.
El mar.


Levántate lagarto
que son las doce y cuarto
ponte gafas de sol y dominguero.
Alfombra como lengua que se agita
vomita una ventana bajo el sol
que ha vuelto del desierto esta mañana,
la selva ciudadana lo abrazó.
Cuando miles de sombreros,
coches, perros y siluetas,
le hacen la puñeta a las margaritas.

Buscando el mar de la tranquilidad,
el mar de la tranquilidad.
El mar.


Duerme el domingo
en el limbo;
el lunes vuelve del futuro,
es un muro brutal
de aquí hasta el cielo,
que has de saltar
para llegar al mar de la tranquilidad.
Al mar de la tranquilidad,
al mar de la tranquilidad.


Autor(es): Juan Antonio Muriel

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