La casa vieja


Me voy, padre:
me voy muy lejos,
que el campo, padre,
me está comiendo.
Me han contado allá en el pueblo
como ruge el mar
y yo no me muero sin verlo,
quizás no vuelva más.
La noche, padre,
aquí es muy negra
y a veces huele
a rancia y vieja.
Y yo no quiero irme pudriendo
junto a usted y su árbol
y a esa guerra de recuerdos,
la que nadie ha ganado.
No sé por qué
nací carne de arado.
¿Quién ha clavado
en la tierra mis pies?
¿Quién me dará
esos años truncados?
¿Quién ha querido
que sea como usted,
como usted, como usted?

De acuerdo, hijo;
la puerta es ancha,
se te hizo chica,
esta casa;
la fui pariendo
piedra por piedra,
barro, cal y mis manos,
después que vine de mi guerra,
la que tú no has pasado.
Yo te enseñé
cuanto aprendí en la tierra,
y no en la escuela
que nunca pisé;
a mí me gusta la noche tan negra,
mi casa vieja que huele a mi ayer.
Si ha sido vana
toda mi esperanza
y mi trabajo vano fue,
coge tus cosas y vete en calma
y ésta es tu casa
por si quieres volver.


Autor(es): Juan Antonio Muriel

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