Ni en defensa propia


Por primera vez no metí ni las manos,
ni en defensa propia grité en la caída,
yo que anduve huyendo de un mundo de engaños
vine a dar de lleno a lo peor de la vida.

La primera vez que te tuve en mis brazos
me decías llorando que no habías amado,
pero ya tenías no sé cuántos fracasos
y querías borrar con mi amor tu pasado.

Ya tenías el rostro cubierto de besos
y en tu ser la huella que dejan las penas,
si después de amarte te hicieron desprecios
yo no he de pagar por las deudas ajenas.


Autor(es): Ramón Ortega Contreras