Tardecitas estuleras
y alguna copita fuerte,
que pa relojear mi suerte
voy a caer al estud.
Y si ya diste ración
entrompetá los potrillos,
el alazán y el tordillo
han de brillar como luz.
Ajustales el vendaje,
no les mezquines la cama,
untales bien el masaje,
ancas, paleta y riñón.
Y si anda de manos tiernas,
cuidao con la sobre caña,
las cuerdas por donde cañan,
ranilla, vaso y garrón.
Vigiláme a los peoncitos
y, en las mañanas de apronte,
dale a Chiafa que lo monte
y acomodate el reloj.
Que aligerao por tu mano,
en las primeras partidas,
allí nomás, de salida,
marcará cuarenta y dos.
Después buscale una corta,
si no es mil cuatro, una milla,
que al cerrar la ventanilla,
cuando alce, reo, el clamor.
En un final de emociones,
de pingos y chaquetillas,
allí estarán mis colores,
al tope del marcador.
Mi gloria el ser burrero,
tener un para sangre de escudo,
será porque de muy tierno
me hice a la buena de Dios.
Y allá, por el año ochenta,
justo en La Pampa y Migueletes,
escuché mis primeros fuelles
junto a la puerta de un box.
Tardecitas estuderas
del Bajo Belgrano y Palermo,
si no la vivo, la enfermo,
por eso grito en salud:
Ricardo, prepará el mate
y alguna copita fuerte,
que pa relojear mi suerte
voy a caer al estud.