Oro y gris
del hondo abril
en que llegaste.
Tal vez lo eterno fue de nuestro amor
el llanto aquel
que derramaste.
Divina criatura musical...
Asombro fiel de tu mirada angelical.
Y tu melena como un cálido trigal
iba encendiendo sin querer
a mi sereno atardecer
que iluminaste.
¡Qué breve fue la flor
de tu ansiedad y tu temor,
en nuestro amor!
Pequeña mía,
sentimental,
ardiente rosa
de mi rosal:
estoy poblado de tu ausencia
y este dolor me hace feliz.
La calle es niebla y cerrazón
y, mientras digo mi canción,
lloviendo está mi corazón,
en oro y gris...
Autor(es): León Benarós, Mariano Mores