La guitarra
que nunca me dejará,
es este que mi alma
a veces suele cantar.
Tenía diez años
y un mundo por conquistar,
la luna y mi barrio
humilde y lejos del mar.
Mi padre tenía
las marcas de su niñez
grabadas a fuego
como un tatuaje en la piel,
ni besos ni abrazos,
tan duro como un cincel,
subido a su andamio
de noble testarudez.
Un día de aquellos
de lluvia en Paso del Rey,
me trajo en sus brazos
envuelta con un papel.
Sonó la madera,
misteriosa y ancestral;
guitarra, guitarra,
mi padre me ha vuelto a amar.
Les cuento que nunca
jamás me pude olvidar:
su voz de tabaco
cantó por única vez,
y toda la casa
destilaba arena y sal.
Los pinos y el campo
susurraban como el mar.
Este recuerdo sencillo
se los quería contar,
por que a veces cuando llueve
oigo a mi padre cantar.
Writer/s: Víctor Heredia