Jardines En El Cielo
que me ofrece el infinito,
derroche inagotable de galaxias y planetas.
Ajeno a la sustancia indispensable
que alimenta el pensamiento,
la mística y la ciencia, la música y el verso;
me entrego ingenuamente a la rutina de lo breve,
la culpa y el lamento va por días;
la táctica y el gesto.
Consciente de lo efímera y aciaga
que suele ser la vida,
me empeño en todo aquello inconsistente
que resuelve en lo inmediato.
Esquivo a duras penas maldiciendo
los enredos del destino,
las horas de oficina para aquellos
con cara de pepino.
Me entrego ingenuamente a la rutina de lo breve,
la culpa y el lamento va por días;
la táctica y el gesto.
La turbia magia negra,
la blanca medicina,
la dieta del serrucho,
la piel con vaselina.
Las noches de Cabiria,
las duchas de agua fría,
la misa y el rosario
con flores a María.
Me pesa todo el resto de este sueño
que al cabo por siniestro,
total y no parcialmente indigesto,
vandálico y funesto;
al fin se torna en gesto y con vehemencia,
machaca la conciencia;
el delicado espíritu incipiente,
lacónico y modesto,
Me entrego ingenuamente a la rutina de lo breve,
la culpa y el lamento va por días;
la táctica y el gesto.
La fuente de la vida,
de cada día nuestro,
el pan que rico aguarda
tan tierno en aquel cesto.
Las suaves primaveras,
los cánticos tan bellos,
caricias y ambrosías,
apasionados cuentos.
Batallas empatadas
marcadas en los huesos,
heridas mal curadas,
históricos excesos.
Qué lástima Belinda,
qué amores son aquellos,
laureles de otro mundo,
jardines en el cielo.