Retrato
como no, a "la milagrosa"
como el sexto de una de ocho,
la familia numerosa.
Una infancia primorosa
que colmaba mi destino,
me llevó como una losa
a militar como agustino.
Qué veneno sibilino,
qué violencia generosa,
yo que hacía los deberes,
hora en verso, hora en prosa.
Cuánto aceite de ricino,
cuánto ruido de baldosa,
la reválida de sexto,
los garbanzos en la sopa.
Yo que hacía baloncesto,
que me dieron una copa,
que soñaba, por supuesto,
con viajar por toda Europa.
Como andaba siempre en danza,
nunca tuve buenas notas,
del rosario y la ordenanza,
acabé hasta las pelotas.
Castigado en la buhardilla,
qué paciencia, por favores,
qué dolores de rodilla,
sandwiches de los mejores.
Entre tanta alegoría,
de ambrosías y de amores,
con placeres de colores
y de flores a María.
Me tocaba hacer la mili,
me alisté de voluntario,
todo un año haciendo el "lili",
doce meses de calvario.
Por la Patria sin salario,
en el ejército del aire,
desfilando con donaire,
tieso como un legionario.
La guitarra es de momento,
la escopeta que he empuñado,
un cuaderno de canciones
como único armamento.
Por bandera la aventura,
ser feliz en este viaje,
los recuerdos, mi equipaje
y este cuento se ha acabado.
Y allá va la despedida,
ea paz y después gloria,
fiel al tiempo y a la historia,
brevemente resumida.
Y aunque espero dar la vida,
por poniente o por levante,
aunque el cuerpo no me aguante,
aunque tenga la voz rota.
Por si acaso se me olvida,
no está mal hacer memoria,
que más vueltas da la vida
que un burrito en una noria.