Salí de mi casa un día [o Décimas (57): Volví del profundo sueño]


Salí de mi casa un día
pa’ nunca retroceder;
preciso dar a entender
que lo hice a l’amanecida.
En fuga no hay despedida,
ninguno lo sospechó,
y si alguien por mí lloró
no quise causar un mal.
Me vine a la capital
por orden de Nicanor.

Me manda carta el domingo,
el lunes viajando va,
el miércoles lista ya
pa’l sitio en su destino,
el jueves, un peregrino
cartero diciendo: abricia;
el viernes nadie malicia,
partí para no volver,
el sábado en San Javier
de mí les mando noticia.

Mi hermano: «Vente –decía–,
pensando en tiempo futuro».
L’entiendo mal, me apresuro
partiendo sobre la misma;
si no me saqué la crisma
en viaje de tanto empeño,
fue por la nube d’ensueño
que no me deja un instante,
entre asustá’ y delirante
salí del profundo sueño.

De tres o cuatro empellones
y en menos de una semana,
impávida, salva y sana
crucé noventa estaciones.
La luz de mis ilusiones
me trajo, sin saber cómo,
volando cual un palomo;
no quise andar en desvíos,
mujer que tiene sentido
tranquea con pies de plomo.

Mi hermano decía: «Vente,
que lindo es el estudiar.
El mundo es un ancho mar,
lo cruzarás por el puente,
a nado puede la muerte
llevart’ en su remolino.
Busquemos, pues, un camino,
no me propales contrario;
aprend’ el abecedario
que te dará buen destino».


Writer/s: Violeta Parra