Acecha oscura en el reloj
ya no vendrá, piensa a las dos,
pero aparece.
Baila en su sueño de madera,
como una extraña primavera ecuatorial.
Coge una nube por los pies,
viaja colgada de sus tres
garras de fiera.
Levita por su habitación
agazapada en el reloj,
lo va sitiando.
Piernas que bailan de mujer
bromas tatuadas a martillo
en el deber.
Ojos de brocha, brisa ciega,
ruda palabra que te pega
y vuela muda.
Quiere seguirla, ya es un hecho
pero su reja, no lo deja,
vuelve y saluda desde un techo
mientras se aleja.
Quiere seguirla, decidido,
pero su puerta pesa más,
sabe por dentro que se ha ido
y nunca más.
Encuentra cinco, luego diez
viejos motivos en los pies
para dormirse,
hasta que vuelve, puede ser
cuando la aguja dice tres,
solo a joder.
Pinta de verde la canción,
sabe a dolor, huele a melón
en su oración.
Quien mata el cuero sin temer,
la fantasía puede ser
solo una arpía.
No volverá
suele decir la terca voz
que no le deja ya dormir.
Y entre la bruma puede ver
roja la risa
de una nube amanecer.
Quiere seguirla, eso es seguro
pero está muerto, no es su día.
Oye que ríe tras el muro
la fantasía.
Quiere seguirla por la brecha
quemar su velo, si es que viene,
pero su suerte ya está hecha
y se detiene.
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