Apoyá en el quicio de la mancebía,
miraba encenderse la noche de mayo.
Pasaban los hombres y yo sonreía,
hasta que en mi puerta paraste el caballo.
Serrana, me das candela y yo te dije: "gaché,
ven y tómala en mis labios,
que yo fuego te daré".
Dejaste el caballo y lumbre te di
y fueron tus ojos dos luceros verdes
de mayo pa' mí.
Ojos verdes, verdes como la albahaca.
Verdes como el trigo verde
y el verde, verde limón.
Ojos verdes, verdes
con brillo de faca,
que se han clavaíto en mi corazón.
Pa' mí ya no hay soles, luceros ni luna,
solo hay unos ojos que mi vida son.
Ojos verdes, verdes como la albahaca.
Vimos desde el cuarto despertar el día,
y sonar el alba en la Torre la Vela.
Dejaste mi brazo cuando amanecía
y en mi boca un gusto a menta y canela.
"Serrana, para un vesti'o yo te quiero regalar".
Yo te dije: "estás cumplío,
no me tienes que dar ná".
Subiste al caballo,
te fuiste de mí,
y nunca otra noche
más bella de mayo
he vuelto a vivir.
Versión de Miguel Poveda
Apoyá en el quicio de la mancebía,
mirabas abrirse la noche de mayo.
Pasaban los hombres y tú sonreías,
hasta que a tu puerta paré mi caballo.
Serrana, me das candela y te doy este clavel.
Ven a tomarla a mis labios,
que yo fuego te daré.
Bajé del caballo, de cerca te vi
y fueron dos verdes luceros de mayo
tus ojos pa' mí.
Ojos verdes, verdes como la albahaca.
Verdes como el trigo verde
y el verde, verde limón.
Ojos verdes, verdes
con brillo de faca,
que se han clavaíto en mi corazón.
Pa' mí ya no hay soles,
luceros ni luna,
no hay más que unos ojos que mi vida son.
Ojos verdes, verdes como la albahaca.
Verdes como el trigo verde
y el verde, verde limón.
Vimos desde el cuarto anunciar el día,
y sonar al alba la Torre la Vela.
Dejaste mi brazo cuando amanecía
y en mi boca un gusto de menta y canela.
Serrana, para un vesti'o yo te quiero regalar.
Me dijiste: estás cumplío,
no me tienes que dar ná.
Subí en mi caballo,
y un beso te di,
y nunca otra noche
más bella de mayo
he vuelto a vivir.
Versión de Carlos Cano
Apoyá en el quicio de la mancebía
miraba encenderse la noche de mayo,
pasaban los hombres, ella sonreía,
hasta que en su puerta paré mi caballo.
-¡Serrana! ¿me das candela?-
y ella me dijo -gaché,
ven y tómala en mis labios
que yo fuego te daré-.
Bajé del caballo
de cerca te vi
y fueron dos verdes
luceros de mayo
tus ojos pa mí.
Ojos verdes, verdes como la albahaca,
verdes como el trigo verde
y el verde, verde limón.
Ojos verdes, verdes con brillo de faca
que se han clavaito en mi corazón.
Pa mí ya no hay soles luceros ni luna
no hay más que unos ojos que mi vía son.
Ojos verdes, verdes como la albahaca.
Vimos desde el cuarto despuntar el día
y anunciar el alba la torre La Vela.
Dejaste mis brazos cuando amanecía
y en mi boca un gusto a menta y canela.
-¡Serrana! para un vestío
yo te quiero regalar-.
-No hace falta estás cumplío,
no me tienes que dar na-.
Subí en el caballo
volando me fui
y nunca otra noche
más bella de mayo
he vuelto a vivir.
Esta es la letra de la censura de Franco, que cambió la primera estrofa porque en España eso de que hubiese prostitutas esperando "en la puerta de la mancebía" y sonriendo a los hombres que pasaban no se daba. REcuperemos la canción original, por respeto a sus autores.
La cantautora catalana Lia Sampai, originaria de las Terres de l'Ebre, se encuentra en la antesala del lanzamiento de su tercer álbum de estudio Un Delta fràgil, previsto para el 18 de abril y del que acaba de presentar su segundo single.
La trovadora chilena Elizabeth Morris emerge una vez más con su nuevo trabajo, Los ojos del corazón, un álbum que refleja un proceso creativo de introspección y madurez artística.