A los quince los cuerdos de atar me cortaron las alas,
a los veinte escapé por las malas del pie del altar,
a los treinta fui de armas tomar sin chaleco antibalas,
Londres fue Montparnasse sin gabachos, Atocha con mar.
A los cuarenta y diez naufragué en un Plus Ultra sin faro,
mi caballo volvió sólo a casa, ¿qué fue de John Wayne?
Me pasé de la raya con tal de pasar por el aro,
con sesenta qué importa la talla de mis Calvin Klein.
Nunca supe templar la guitarra que embrida mi potro,
cuando el dealerme dijo que sí, no le dije que no,
la hormiguita murió, la cigarra se casó con otro,
yo aposté por las fichas caídas de tu dominó.
Allons enfants de la patrie,
maldito mayo de París,
vendí en Portobello los clavos de mi cruz,
brindé con el diablo a su salud.
Se llamaba Rebeca la gringa que empató conmigo,
me sacaba la lengua en lugar de enseñarme a besar,
me compró una tormenta después de robarme el abrigo,
con la espalda mojada no hay nada peor que soñar.
Negocié tablas al ajedrez: tu alfil por mis peones,
abrevé en los pezones con sal de la mujer de Lot,
antes de que tiñera noviembre mis habitaciones,
descorché otra botella con la viudita de Clicquot.
La ciudad de Barcelona rinde tributo al cantautor Luis Eduardo Aute con una pieza artística instalada en la plaza Rovira i Trias del barrio de Gràcia, lugar donde el artista pasó parte de su infancia y al que dedicó una canción en 2010.
La cantautora colombiana presenta un nuevo trabajo grabado en vivo en un patio de San Telmo, como homenaje íntimo a la ciudad de Buenos Aires, donde interpretó cinco canciones en formato acústico junto a un trío de músicos.