Anduvo de pago en pago, y en ninguno se quedó
forastero en todas partes, destino de trovador.
Un día le pidió al viento que lo hiciera payador
y el viejo viento surero los secretos le enseñó,
y le lleno la guitarra de cantos en "mi" menor.
Bajo el ombú solitario como un gaucho meditó;
probo su voz en la cifra, el rasguido se encendió;
en la milonga surera serios asuntos trató,
y alzando poncho y vigüela de su rancho se alejó,
y anduvo de pago en pago, y en ninguno se quedó.
Le fue creciendo la fama de Dorrego a Realicó,
de Bahía a Santa Rosa; del Bragado al Pehuajó,
pasó por el Pergamino, allá por el veintidós,
cruzó la tierra entrerriana con rumbo al Huayquillaró,
tal vez pa' pitarse un chala bajo los ceibos en flor,
y anduvo de pago en pago, y en ninguno se quedó.
Tanto torearlo al destino, el destino lo "pialó".
Volvía buscando pampa, como vuelve un trovador,
contemplando las gramillas, por esos campos de Dios,
volvía buscando pampa, como vuelve un trovador,
rico de lindas riquezas: guitarra, amigos, canción.
En la mitad del camino se le cansó el corazón
y entro de golpe al silencio, y el silencio lo tapó.
Lo mentaron algún tiempo el Peón, el Estibador,
el Hombre de Siete Oficios, los paisanos del Frontón,
y como la vida tiene su ley y su sinrazón,
le fue llegando el olvido, y el olvido lo tapó.
Don Luis Acosta García se llamaba el payador,
hombre nacido en Dorrego y que mucho trajinó,
hombre de lindas riquezas: guitarra, amigos, canción
Don Luis Acosta García: lindo nombre pa' un cantor!
que anduvo de pago en pago y en ninguno se quedó.
La memoria del Patriarca,
criollo noble y peregrino
que naciera en Pergamino,
dignifica ?pelo y marca?.
Surcó desde su comarca
cielos del vasto planeta
y de su admirable veta,
aquel contador de estrellas,
nos dejó sobre la huella
los ejes de su carreta.
Emponchado de silencios
por su genuina raigambre,
llevaba al indio en la sangre
sin buscar jamás consenso.
Jugaba con el suspenso
en sus milongas pausadas,
y entre cerros y quebradas
aquel criollo bien nacido,
era un tizón encendido
entibiando madrugadas.
Recordar a un referente
es traer a la memoria
a quien se ganó la gloria
y el respeto de su gente.
En un mundo decadente
de peligrosos recodos,
en el que convergen lodos
que deslucen el camino,
Atahualpa, el peregrino,
no es de nadie y es de todos.
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