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Extracto de un programa de Radio Chilena de 1958.

Aparece en la discografía de

Entrevista a doña Flora. Anticueca


Violeta: […] grabar discos y ganarme un Caupolicán, y el problema del folklore de Chile estaba ya solucionado. Al contrario. La labor se volvía cada día más difícil y más intensa. Cierto que logré abrirme caminos, pero antes que yo, y a un tiempo que yo, había docenas de conjuntos radiales de música moderna que dominaban casi completamente el ambiente artístico. Era absurdo pensar que yo con mi modesta guitarra iba a poder hacerles frente a Los Quincheros y su famoso bolero:

«Nosotros
que fuimos tan sinceros,
que desde que nos vimos
amándonos estamos.
Nosotros…»

Ni tampoco podría imaginarme yo hacerles frente al tan famoso conjunto Fiesta Linda con su también famosa tonada:

«Échame a correr la bola,
échamela, échamela,
por el esterito abajo,
por el cerro y la quebrá’.

Me voy a ensayar
para ir al civil,
me caso en enero,
me aparto en abril».

Y mucho más difícil para mí resultaba aun aquellas coplas tan famosas de Molinari:

«La copucha, la copucha,
la copucha va creciendo.
La copucha, la copucha,
la copucha reventó. ¡Bom!»

Ya ven ustedes, que para mí resultaba totalmente difícil enfrentarme con estos verdaderos gigantes de la música moderna. Es verdad que muchos son los que comprenden el esfuerzo que se hace para sacar adelante nuestra música. Pero hasta este mismo momento son realmente pocos. Yo necesito el apoyo de cada uno de ustedes, de cada uno de los intérpretes actuales, de cada uno de los directores artísticos de radio, de cada una de las firmas comerciales. En resumidas cuentas, tengo que decirles que en esta batalla por la defensa de nuestro canto auténtico continúo solo un poquitito menos sola que antes. Quizás sí necesitaré toda mi vida y todas mis fuerzas para llevar a cabo este trabajo que me he propuesto. A veces me siento agotada, pero la guitarra me devuelve siempre el ánimo. Es grato pensar en el campo y en la gracia de las coplas del cantor campesino:

«No habiendo como la higuera
que da dos frutos al año,
cuando maduran las brevas
ya están los higos tamaños».

Cuando el estado del ánimo está bajo cero bueno es recordar lo bueno que se ha aprendido. Con mis cuecas punteadas se recobran a veces las fuerzas debilitadas:

[Toca un trozo de «Tres cuecas punteadas»].

La señora Flora Leyton es una excelente amiga mía, y una de las pocas personas que a su edad conservan la memoria tan clara. La conocí hace unos cinco años en Alto Jahuel en uno de mis viajes de investigación. Me enseñó quince canciones. Entre ellas, una que ya se ha hecho un tanto popular entre ustedes. Me refiero al vals «Qué pena siente el alma»:

¡Qué pena siente el alma
cuando la suerte impía
se opone a los deseos
que anhela el corazón!

¡Qué amargas son las horas
de la existencia mía
sin olvidar tus ojos,
sin escuchar tu voz!

Pero me embargo a veces
la sombra de la duda
que por mi mente pasa
como fatal visión.

Pero, el que yo les haya cantado este vals no es nada. Lo que yo quería decirles a propósito de él, es que la señora Flora está conmigo aquí en la emisora. Yo no me conformaba con recordarla solamente en este relato. Aquí está con su cabeza blanca, con su espalda inclinada por el peso de sus noventa años. Y yo les ruego a ustedes que me concedan un minuto para poder presentársela. Señora Flora, yo quisiera que usted me… me contara la historia de don Bernardino.
Flora: Sí.
Violeta: Bernardino Guajardo. ¿Usted lo conoció?
Flora: Sí. Sí lo conocí yo, no ve que venía todos los domigos con mi pa’re aquí, poh, a la Plaza de Abasto que le decían.
Violeta: Ah.
Flora: Se llamaba Plaza de Abasto.
Violeta: ¿Dónde estaba eso?
Flora: Ahí adonde está ahora el Merca’o que llaman, poh, ¿no? ahí, en el puente.
Violeta: Y don Bernardino, ¿dónde se ponía él?
Flora: Derecho, por la rivera del Mapocho.
Violeta: ¿Frente al puente?
Flora: Sí. Como quien dijera ahora… la calle de… ¿de qué?, ¿de Esmeralda? No sé.
Violeta: Ahumada, parece, ¿o?
Flora: Sí, bueno. Por ahí.
Violeta: Ya. ¿Y qué versos vendía don Bernardino Guajardo?
Flora: Los versos que… que él mismo escrebía.
Violeta: Sí. ¿Usted se acuerda?
Flora: Y él no sabía escrebir, no sabía leer…
Violeta: Ah, ¿no? Ay ay ay…
Flora: Los sacaba de su memoria de él los versos.
Violeta: Ah.
Flora: Sí. No ve, era un hombre muy intaligeante, mucho pué.
Violeta: Sí.
Flora: Si él sacaba versos…
Violeta: ¿Usted recuerda ese verso que dijo que don Bernardino le había hecho a la Botica del Indio?
Flora: Ah, sí.
Violeta: ¿Por qué haría ese verso de la Botica del Indio?
Flora: Porque ese como… ¿todavía está? Yo no… como no vengo nunca a Santiago…
Violeta: Sí, yo creo que debe estar, sí.
Flora: ’Stá en la misma esquina de Ahumada…
Violeta: Sí…
Flora: …y al frente está San Francisco.
Violeta: Sí…
Flora: Entonces, como una burla, digo yo…
Violeta: Sí….
Flora: ¿Sería? Que vino el… el indio y lo pu… lo pintaron ahí, lo pusieron... tal como está, poh.
Violeta: Sí…
Flora: …con una flecha, que está apuntándole a San Francisco.
Violeta: Y el verso, ¿qué dice?
Flora: Dice:

«Este indio salvaje está
apuntando a su derecha
pensando que con su flecha
a voltear la torre va.
San Francisco desde allá
le dice: ”Detén tu brazo,
mira que estás en el caso
de obedecer a Jesús,
y sobre la Santa Cruz,
no disparís el flechazo”».

Violeta: Lindo verso de Bernardino Guajardo.
Flora: Ese es de Bernardino… Fue como una copla, como una…
Violeta: Sí, sí, sí…
Flora: …una burla que le estaba haciéndole al… Eso.
Violeta: Me gustaría, señora Flora, que me usted me cantara esta cancioncita que… que le enseñó su tía.
Flora: Ah. ¿La del negro?
Violeta: La del negro.
Flora: Güeno, aunque salga mal, poh.
Violeta: Aunque salga mal…
Flora: ¿Así? ¿Usted va a tocar, o así nomás?
Violeta: No, así nomás.
Flora: Ah, bueno.

Despierta, negrito mío,
si es que dormido estés,
que al pie de tu ventana
la serenata oirás.

Despierta, negrito mío,
si es que dormido estés,
al pie de tu ventana
la serenata oirás.

Quereme así,
como yo te quero a ti
jajái, negro de mi vida,
sin ti no puedo vivir.


Violeta: Le falta una estrofa, parece.
Flora:

…jajái, negro de mi vida,
sin ti no puedo vivir.


Duerme, negrito mío,
duerme, preciosa flor,
que solo por ti palpita
mi ardiente corazón.

Quereme así,
como yo te quero a ti
jajái, negro de mi vida,
sin ti no puedo vivir.


Me mandan que te olvide,
negro del corzón.
Pues aunque me lo rueguen
siempre te he de querer.

Quereme así,
como yo te quero a ti
jajái, negro de mi vida,
sin ti no puedo vivir.


Violeta: Muy bien. Señora Flora, ¿se acuerda usted qué me contó cuando venía de la iglesia de Santo Domingo, eso de la ovejita?
Flora: Ah, sí.
Violeta: ¿Cómo es?
Flora: ¿Del Batallón?
Violeta: Mmm.
Flora: El Batallón que es Nº 1, me acordé.
Violeta: Sí.
Flora: Sí, el Batallón Nº 1. Ese venía a misa pero, venían oscuro no ve que nosotros llegábamos oscuro a la misa ahí a Santo Domingo. Y al rato llegaba el Batallón. Y venía la oveja; tenían una oveja de mascota… de mascota. Algo usaban…
Violeta: La oveja entraba a la misa.
Flora: Dentraba, ella era la que dentraba primero y los soldados al lado, se puede decir. Entonces ella dentraba y se hincaba.
Violeta: ¿Se hincaba la ovejita?
Flora: Se hincaba la oveja.
Violeta: Sería una ovejita muy habilosa.
Flora: Muy bonita la oveja gorda, linda, cómo no la cuidarían, bien limpiecita…
Violeta: Sí.
Flora: …la oveja.
Violeta: Muy bien.
Flora: …sí, si la cuidaban los soldados. Y cuando el sacerdote está al recito consagraba, ella era la primera que se hincaba, y ahí los soldados también se hincaban y toda la gente.
Violeta: Señora Flora, ¿a usted… se recuerda en qué año nació?
Flora: ¿Yo? Sí pué, no ve que el 69, 1869 más o menos, o 68,
Violeta: 68…
Flora: …para tener yo ahora 89 años.
Violeta: Ah, sí.
Flora: Sí.
Violeta: Mire, y… usted me dijo algo de la Guerra de los Cholos también, ¿no es verdad?
Flora: También, ¡uy! eso, de los cholos, muy bien pué…
Violeta: Usted… venía de la escuela a mirar los batallones…
Flora: Sí, hacía la cimarra…
Violeta: Ah…
Flora: Hacía la cimarra, me ponía los libros aquí debajo ’el libro… bah, del brazo…
Violeta: Brazo…
Flora: Y yo arrancaba corriendo. Yo vivía en la calle La Exposición, vivía mi mamita, toda mi familia, mis padres también…
Violeta: Sí.
Flora: Y bueno, bien arreglada mi mamita me decía: «Ándate, pué», me decía. «Bueno, pué, mamita». Y los batallones ya estaban por salir de estación.
Violeta: ¿Adónde iban… los batallones?
Flora: Estaban en… en el tren, pué.
Violeta: Ay, ya. ¿Ya se iban?
Flora: El tren de la estación. Ya se iban.
Violeta: ¿Adónde se iban?
Flora: Para el Perú, poh. No ve que para ya allá iban a pelear. Ya poh, ya los llevaban a todos su cargamentos.
Violeta: Era la Guerra del -79?
Flora: Del -79.
Violeta: Ah, ya ya.
Flora: Y la gente quedaba llorando, las madres todas, todas.
Violeta: ¿Y usted?
Flora: Y yo… gritaba.
Violeta: ¿Qué les decía?
Flora: Decían los soldados (…) «adiós, adiós, hijitas». Adiós, adiós, les decía yo, ¡adiós, que les vaya bien!

[Violeta toca «Anticueca Nº 1»].






 
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