Décimas (14): Aquí empiezan mis quebrantos (o Con moño y delantal blanco)
Con moño y delantal blanco,
a los seis años justitos,
al brazo mi cuadernillo,
me voy al colegio al tranco.
En viendo el camino franco
me puse a dar unos brincos,
me dobla fuerza y ahínco,
tal seremil de chiquillas,
volando cual candelilla
contaba de uno hasta cinco.
Aquí principian mis penas,
lo digo con gran tristeza:
me sobrenombran «maleza»
porque parezco un espanto.
Si me acercaba yo un tanto,
miraban como centellas
diciendo que no soy bella
ni pa’ remedio un poquito.
La peste es un gran delito
para quien tiene su huella.
De llapa, mis compañeras
eran niñitas donosas,
como botones de rosa
o flores de l’azucena;
pa’ más desgracia, docenas
lucían su buena plata.
La Viola, una garrapata
menor d’un profesorcito,
de sueldo casi justito,
se nos volvía hojalata.
Declaro la estimación
qu’en mucha gente encontramos,
perfume son de retamos;
el sentido y la unión
se siente en el corazón
cuando nos brindan la mano.
Mas, el cariño d’hermano
se pierde en el infinito
cuando falta el pan bendito
par’ el vivir del cristiano.
Diez bocas siempre pidiendo,
lleva mi maire el problema,
vestidos, botas y medias,
panes al mes son seiscientos.
Pa’ no andar con lamentos
remienda noches enteras,
cosiéndole a Valenzuela
y al dueño ’e la propiedad;
pero esta plata, en verdad,
por el arriendo descuentan.