Décimas (17): El jardín de la Totito (o Les cuento que salió un día)
Les cuento que salió un día
mi maire, cosa más rara.
«Apure, señora Clara»
–le dijo su compañía.
Contentas y en armonía,
patrona y arrendataria,
partieron como canarias,
l’echaron llave a la puerta,
pero se les quedó abierta
la del jardín con las dalias.
En ese huerto se apila
el piño de cabros sueltos:
Alira, Tito y Roberto,
Marta y Violeta, a la siga.
Niñitos, Dios les bendiga,
se pierden en las hortensias,
jazmines de preferencias
perfuman su manantial.
Jardín, el más celestial,
nos estrujó la conciencia.
En ese huerto glorioso
bramó la chiquillería
con inmortal gallardía
por cuadro tan venturoso.
Tan elegante y gracioso
como jamás conocieron,
porque las veces que vieron
el jardín de la Totito,
sería por un hoyito,
por permisión de los cielos.
Más vale que nunca hubieran
dejado esa entrada abierta,
porque soñando despierta
m’encaramé en una higuera.
Sostengo la regadera,
empiezo a llover de arriba
mojando una siempreviva
que hace dos mil tiritones
por los gloriosos chorrones
que de lo alto caían.
Después me subí a un castaño
gateando valientemente;
le sacudí los pendientes
que luce una vez por año.
Cayeron como rebaños,
y siento en el corazón
pinchándome un agujón
al ver mi sitio pela’o,
brillando como un pesca’o
sin ni siquiera una flor.